martes, 07 de junio de 2011
Tomado de Editora Girón
Érase una vez un niño a una trompeta pegada, diríamos al escuchar la historia de Lester Valor Ponce de León, primer trompetista graduado del ISA de la provincia de Matanzas.
Como profeta de su destino, el trompetista oía desde su casa el sonido de los instrumentos, pues le quedaba cerca la Escuela Vocacional de Arte Alfonso Pérez Isaac y le sorprendía sobremanera los acordes, que se quedaban detenidos en su memoria con el eco.
A todos hacía saber de su adicción en la familia: “Yo quiero tocar la trompeta”. En una ocasión, su primo que dominaba el instrumento le puso el reto de imitar el soplido y la sorpresa se adueñó de todos cuando el niño lo ejecutó cabalmente, de inmediato su papá le obsequió una.
La pasión del infante no decayó con los años y así pasó todos los niveles musicales en su provincia natal, para en enero de 2008 ingresar contra todo pronóstico en el ISA, pues no lo habían incluído en la lista de captaciones.
En ese tiempo, Lester se inclinó hacia la música salsa, no fue ajeno a sus raíces de hombre de piel quemada por el Sol y en su sangre característica del ritmo caribeño y cubano, aunque la clásica y el jazz también forman su repertorio.
Hoy lo podemos ver en su gira con la cantautora Liuba Maria Hevia, y alternando su trabajo con grupos de reguettón y de salsa. Lester Valor me dice que nunca se da por vencido y me pone el ejemplo del maestro Frank Fernández, quien tiene manos de percusionista y no de pianista, sin embargo es un virtuoso del mundo de las 88 teclas, 36 negras y 52 blancas.
Como primero de su tipo confiesa que constituye un privilegio haberlo hecho primero, pero es un compromiso.
Nunca imaginó que un capricho de niño se convirtiera en un sueño hecho realidad. Y aunque no todo ha sido color de rosa, su perseverancia lo lleva por el camino del triunfo