He estado en Soria y en Londres, que es un poco Tú a Boston y yo a California mezclado con Vente a Alemania Pepe y La ciudad no es para mí; una combinación un poco extraña.
En Soria estuve de puente. Lo expreso ya en pasado simple, porque me parece una eternidad y no hace ni una semana. Es curioso como el tiempo se estira y se encoge dependiendo de si llevo tacones o zapatillas de montaña. De Londres llegué ayer y todavía me resuena en los oídos el zumbido de los motores del avión, la megafonía del tren en Heathrow instándome a estar atenta y no pasarme la parada de la puerta C53. A Soria iba a descansar y en Londres trabajaba pero curiosamente, he leído más en el viaje a Londres con sus interminables esperas y trayectos que lo que pude leer en el hotel de Calatañazor cuando me derrumbaba a dormir después de batir mi récord de pasos diario y cenar con una buena botella de vino. En Londres también he tomado vino pero era atroz. De hecho, no sé porqué lo bebí, supongo que estaba demasiado cansada para pensar en no beber.
En Soria hacia frío, un poco, nada muy impresionante pero por lo menos apetecía meter las manos en los bolsillos y subirte la cremallera del abrigo. En Londres he pasado calor. Calor de ¿Qué hago con un abrigo de lana a diecisiete grados? Calor de ¿cómo no se desmayan todos en el metro con esta temperatura? Calor de me sobra el pijama y el edredón. En Soria desde el balcón con reja de mi habitación veía un paisaje de tejados y árboles otoñando. En Londres, desde mi habitación, podían verme desde unas treinta o cuarenta habitaciones a través de la ventana acristalada e imposible de abrir que daba a un patio interior como de sede de banco. En Soria dormía sin echar las cortinas, en Londres me sentía como si planeara un crimen, agazapada tras las cortinas con todo cerrado, sin ver la luz del día.
A Soria fui en coche, relajada, sin prisas. Para ir a Londres madrugué de una manera absurda (4:45 de la mañana) pero descubrí que a veces los refranes tienen razón y a quién madruga, Dios le da premios de consolación. A mí me dio, concretamente, uno de consolación y un kinder sorpresa. Aprendí que el peaje para la T4 es gratis antes de las seis de la mañana y, después, mientras esperaba para embarcar, descubrí a una desconocida que me sonreía con lo que a mí me pareció una intensidad muy sospechosa para esa hora y ese lugar. Sonreí de vuelta pensando que me había confundido con otra persona o que llevaba la falda pillada por las medias e iba enseñando el culo.
—¿Eres Ana?—Sí. —¡No me lo puedo creer! ¡Estoy alucinada!
Sonreí con más intensidad mientras mi cerebro a mil por hora intentaba encontrar la razón de ese entusiasmo.
—Ayer terminé tu libro y bueno, me ha dado miedo y pánico y he aprendido y he comprado tres más para regalar y ahora estás aquí en el aeropuerto.
Creo que ni un billete de dorado de Willy Wonka me hubiera hecho más ilusión, gracias a la amable desconocida de sonrisa deslumbrante, se me olvidó el madrugón.
En Soria comí garbanzos, entrecot, setas. En Londres una ensalada de pasta absurda con macarrones, lechuga y guisantes y unas palomitas de queso de cabra con pimienta negra. En Soria y sus pueblos se venden muchísimas casas, las ventanas están apagadas cuando se hace de noche y algunos tejados amenazan ruina. "Se vende" en carteles tan desgatados por la lluvia y el sol que casi están pidiendo que ponga "Se regala". En Londres no se vende nada pero no vive nadie, pasear por el centro cuando las tiendas están cerradas y solo se iluminan sus lujosos escaparates es como hacer la ronda por un parque temático cuando todos los visitantes se han marchado. Edificios de viviendas completamente a oscuras a la hora de la cena. En Londres y en Soria quedan algunos irreductibles, los que no se han ido, los que no venden, los que aún pueden quedarse. No sé si durarán mucho, a unos los echará el dinero y a otros el no tener futuro.
Ocio y trabajo. Paisaje y asfalto. Zapatillas y tacones. Soledad y multitudes. Dormir y madrugar. Otoño y asfalto. Olor a chimenea y olor a curry. Pasear y correr. Euros y libras. Una hora más y una hora menos. Almanzor e Idris. Pastas de las clarisas y galletas de lemon curd de Fortune & Masons.
En Soria es otoño, en Londres ya es navidad.