En tierra de nadie

El director bosnio Danis Tanovic comienza a hacer circular su última película, Cirkus Columbia (2010), con excelentes críticas por parte de la crítica especializada. Para ir abriendo boca podemos recordar su obra más importante, que le catapultó a la fama y le consiguió un Oscar a Mejor Película Extranjera: En tierra de nadie (2001).
En este film, ambientado en la guerra de Yugoslavia, un soldado bosnio y otro serbio se quedan atrapados en una trinchera en tierra de nadie. Los cascos azules de la ONU tratarán de deshacer el entuerto mientras que la prensa ataca la zona como buitres en busca de carroña. Posiblemente si hubiese que elegir una película que ilustre mejor el absurdo y el sinsentido de la guerra sea esta, más concretamente la guerra de Yugoslavia (en la que luchaban prácticamente vecinos entre sí) y a nivel general todas ellas.
El guión (escrito por el propio Tanovic) es ingenioso, y tiene sus puntos fuertes en las situaciones en las que coloca a sus personajes, de forma que se ven atrapados entre sí, y un odio irracional los mantiene alejados incluso cuando podrían llegar a entablar ciertas relaciones de amistad y hermandad. También es muy potente el retrato que se realiza de los medios de comunicación, completamente despiadados y sin ningún tipo de escrúpulos, rebuscan en las desgracias humanas para conseguir la exclusiva que pode publicar.
Si bien, como ya he comentado, el guión está bastante bien y llega a cotas considerables, el pulso del director flaquea en más de una ocasión. El inicio resulta algo largo y pesado, errático, sin llegar a dejar claro adónde quiere llegar. Y a la hora de montar y alternar las diferentes escenas entre los soldados de la ONU y los que se encuentran en la trinchera, el resultado no es todo lo bueno que se podría haber conseguido.
A nivel general una buena comedia agridulce, bastante más agria que dulce, y que muestra los estúpido que puede llegar a ser el odio irracional entre los soldados por culpa de los políticos y sus terribles decisiones que afectan a todos menos a los propios políticos.