Revista Cultura y Ocio

En torno al casticismo, cinco ensayos – Miguel de Unamuno

Publicado el 10 enero 2015 por Diego Diego F Ospina @DiegO_OzpY

Hemos terminado el primer volumen que compone los cinco tomos de ensayos de Don Miguel de Unamuno, una lectura ciertamente edificante y una forma laxa de conocer su pensamiento. El autor utiliza de forma recurrente las figuras tanto de autores españoles como de sus creaciones, y en ocasiones se decanta por tomar a los autores como las verdaderas creaciones de estos. ¿De qué trata? Entorno a casticismo es muchas cosas, una crítica a la estructura política de su tiempo, la de España por supuesto, asumiendo que el casticismo es el atraso de España. La moral cerrada, la añoranza y el apego a tiempos anteriores de grandeza y respeto se mantienen, pero en una sociedad resquebrajada en sus valores y limitada en sus capacidades (económicas y de libre pensamiento) la cual es pertinente permear con las ideas de la Europa nueva.

Es una visión histórica, los que son el segundo y el tercer ensayo que componen entorno al casticismo: "La casta histórica de castilla" y "El espíritu castellano", conforman un análisis a los aspectos que componen la cultura y formación del pueblo castellano, donde además agrega una cuidada descripción de las tierras de la amada patria, las describe tan bellas y fértiles que de un momento a otro se tornan el paraíso, paraíso de gente sencilla.

Los dos últimos ensayos que componen esta obra, junto al primero de ellos, giran siempre en torno al problema de la tradición, la modernidad, el conflicto de ambas y el planteamiento de la duda y la esperanza del autor sobre los destinos de su tierra.

Un libro que recomendaría, un texto que tiene en él más que historia, hay un estilo literario muy propio, una forma de pensamiento muy original, un libro que plantea dudas y reflexiones de forma sencilla pero que no por esto pierden profundidad, es toda una visión de un hombre universal.

La primera parte esta Aqui

En torno al casticismo, cinco ensayos – Miguel de Unamuno

Notas sobre: Entorno al casticismo: cinco ensayos (parte del ensayo uno y ensayos II, III, IV y V completos)

Ensayo I, Titulo III y IV

Si no tuviera significación viva lo de ciencia y arte españoles, no calentarían esas ideas a ningún espíritu, no habrían muerto hombres, hombres vivos, peleando por lo castizo. Pero mientras no nos formemos un concepto vivo, fecundo, de la tradición, será de desviación todo paso que demos hacia adelante del casticismo.

Tradición, de tradere, equivale a "entrega", es lo que pasa de uno a otro, trans, un concepto hermano de los de transmisión, traslado, traspaso.

Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia toda del "presente momento histórico", no es sino la superficie del mar, una superficie que se hiela y cristaliza en los libros y registros, y una vez cristalizada así, una capa dura, no mayor con respecto a la vida intra-histórica que esta pobre corteza en que vivimos con relación al inmenso foco ardiente que lleva dentro.

Spinoza, penetrado hasta el tuétano de su alma de lo eterno, expresó de una manera eterna la esencia del ser, que es la persistencia en el ser mismo. Después lo han repetido de mil maneras: "persistencia de la fuerza", "voluntad de vivir", etc.

La tradición eterna es el fondo del ser del hombre mismo. El hombre, esto es, lo que hemos de buscar en nuestra alma. Y hay, sin embargo, un verdadero furor por buscar en sí lo menos humano; llega la ceguera a tal punto, que llámanos original a lo menos original. Porque lo original no es la mueca, ni el gesto, ni la distinción, ni lo original; lo verdaderamente original, es lo originario, la humanidad en nosotros.

Preferimos el arte a la vida, cuando la vida más oscura y humilde vale infinitamente más que la más grande obra de arte.

Los caracteres nacionales de que se envanece cada nación europea, son muy de ordinario sus defectos. Los españoles caemos también en este pecado.

Mil veces he pensado en aquel juicio de Schopenhauer sobre la escasa utilidad de la historia y en los que lo hacen bueno, a la vez que en lo regenerador de las aguas del río del Olvido.

Pensando en el parcial juicio de Schopenhauer, he pensado en la mayor enseñanza que se saca de los libros de viajes que de los de historia, de la trasformación de esta rama del conocimiento en sentido de vida y alma, de cuánto más hondos son los historiadores artistas o filósofos que los pragmáticos, de cuánto mejor nos revelan un siglo sus obras de ficción que sus historias, de la vanidad de los papiros y ladrillos.

Es que la dócil sombra del pasado la adaptan a su mente, siendo incapaces de adaptar ésta al presente vivo; he aquí todo: hacerse medida de las cosas. Y así llegan, ciegos del presente, a desconocer el pasado en que hozan y se revuelven. Se les conoce en que hablan con desdén del éxito, del divino éxito, único que a la larga tiene razón aquí donde creemos tenerla todos; del éxito que siendo más fuerte que la voluntad se le rinde cuando es ésta constante, cuando es la voluntad eterna, madre de la fe y de la esperanza, de la fe viva que no consiste en creer lo que no vimos, sino en crear lo que no vemos; maldicen al éxito, que para la siega de las ideas espera a su sazón, tan sordo a las invocaciones del impaciente como a las execraciones del despechado.

Es menester que pueda decirse que "verdaderamente se muere y verdaderamente está cuerdo Alonso Quijano el Bueno"; que esos "cuentos" viejos que desentierran de nuestro pasado de aventuras y que "han sido verdaderos en nuestro daño, los vuelva nuestra muerte con ayuda del cielo en provecho nuestro".

De puro español, y por su hermosa muerte sobre todo, pertenece Don Quijote al mundo.

Pero ¡ay de aquel que al hacer examen de conciencia se complace en sus pecados pasados y ve su originalidad en las pasiones que le han perdido, pone el pundonor mundano sobre todo!

El estudio de la propia historia, que debía ser un implacable examen de conciencia, se toma por desgracia como fuente de apologías y apologías de vergüenzas, y de excusas, y de disculpaciones y componendas con la conciencia, como medio de defensa contra la penitencia regeneradora. Apena leer trabajos de historia en que se llama glorias a nuestras mayores vergüenzas, a las glorias de que purgamos; en que se hace jactancia de nuestros pecados pasados; en que se trata de disculpar nuestras atrocidades innegables con las de otros. Mientras no sea la historia una confesión de un examen de conciencia no servirá para despojarnos del pueblo viejo, y no habrá salvación para nosotros.

La humanidad es la casta eterna, sustancia de las castas históricas que se hacen y deshacen como las olas del mar; sólo lo humano es eternamente castizo. Mas para hallar lo humano eterno hay que romper lo castizo temporal y ver cómo se hacen y deshacen las castas, cómo se ha hecho la nuestra, y qué indicios nos da de su porvenir su presente.

Ensayo II

Para llegar, lo mismo un pueblo que un hombre, a conocerse, tiene que estudiar de un modo o de otro su historia.

El conocimiento desinteresado de su historia da a un pueblo valor, conocimiento de sí mismo, para despojarse de los detritus de desasimilación que embarazan su vida.

De raza española fisiológica nadie habla en serio, y, sin embargo, hay casta española, más o menos en formación, y latina y germánica, porque hay castas y casticismos espirituales por encima de todas las braquicefalias y dolicocefalias habidas y por haber.

Lo mismo que tantos pueblos han proyectado en sus orígenes, en la edad de oro, su ideal social, Rousseau proyectó en los orígenes del género humano el término ideal de la sociedad de los hombres, el contrato social.

Se podrá decir que hay verdadera patria española cuando sea libertad en nosotros la necesidad de ser españoles, cuando todos lo seamos por querer serlo, queriéndolo porque lo seamos. Querer ser algo no es resignarse a serlo tan sólo.

De antiguo los hombres rindieron adoración al verbo, viendo en el lenguaje la más divina maravilla.

La labor de españolización de España no está concluida, ni mucho menos, ni concluirá, creemos, si no se acaba con casticismos engañosos, en la lengua y en el pensamiento que en ella se manifiesta, en la cultura misma.

La labor de españolización de España no está concluida, ni mucho menos, ni concluirá, creemos, si no se acaba con casticismos engañosos, en la lengua y en el pensamiento que en ella se manifiesta, en la cultura misma.

Conviene mostrar que el regionalismo y el cosmopolitismo son dos aspectos de una misma idea, y los sostenes del verdadero patriotismo, que todo cuerpo se sostiene del juego de la presión externa con la tensión interna.

Castilla, en su exclusivismo, era menos exclusiva que los pueblos que, encerrados en sí, se dedicaban a su fomento interior; fue uno de los pueblos más universales, el que se echó a salvar almas por esos mundos de Dios, y a saquear América para los flamencos.

"Que era común proverbio llamar el flamenco al español mi indio. Y decían la verdad, porque los indios no daban tanto oro a los españoles, como los españoles a los flamencos." -Fr. Prudencio de Sandoval, en el libro v de la Vida y hechos del Emperador Carlos I.

Castilla, sea como fuere, se puso a la cabeza de la monarquía española, y dio tono y espíritu a toda ella; lo castellano es, en fin de cuenta, lo castizo.

El caso fué que Castilla paralizó los centros reguladores de los demás pueblos españoles, inhibióles la conciencia histórica en gran parte, les echó en ella su idea, la idea del unitarismo conquistador.

Es cierto que los abuelos de los tercios de Flandes pelearon porque su rey no se saliera de España; pero ¿se encuentra en historiadores castizos españoles con que celebren nuestras derrotas, como los ingleses las de sus reyes en el continente? Véanse las reflexiones que sugiere a Juan Ricardo Green ( A short history ofthe english people) la derrota del rey Juan, el angevino, en Bouvines en 1214, derrota en que perdió sus posesiones francesas, y a que debe Inglaterra la Carta Magna, y cuanto dice del fin de la guerra de los Cien Años. Aquí, en cambio, todavía se llora por algunos la pérdida de aquellos dominios en que no se ponía el sol.

Después de la vigorosa acción vino el vigor del pensamiento, el rebotar los actos del exterior al espíritu que los había engendrado; el reflejo en el alma castellana de su propia obra, su edad de oro literaria. En aquella literatura se va a buscar el modelo de casticismo, es la literatura castellana eminentemente castiza, a la vez que es nuestra literatura clásica.

La vieja idea castellana castiza encarnó en una literatura y en otras obras no literarias, porque las de Iñigo de Loyola y Domingo de Guzmán, ¿no son acaso hijas del espíritu castellano casado con el catolicismo y universalizadas merced a éste?

Lo que hace la continuidad de un pueblo no es tanto la tradición histórica de una literatura cuanto la tradición intra-histórica de una lengua; aun rota aquélla, vuelve a renacer merced a ésta.

Nuestra literatura clásica castiza brotó cuando se había iniciado la decadencia de la casa de Austria, al recogerse la idea castellana, fatigada de luchar y derrotada en parte, al recogerse en sí y conocerse, como nos conocemos todos, por lo que había hecho, en el espejo de sus obras; al volver a sí del choque con la realidad externa que la había rechazado después de recibir señal y efecto de ella.

¡Hermosa palabra ésta de re-crear! El vocablo recreo, re-creación, aplicado al juego, lleva ya en sus entrañas la doctrina toda de Schiiller sobre el Arte, re-creación de la creación. ¡Cuánta filosofía inconsciente en los redaños del lenguaje! Todavía habrá que remozar la meta-física en la meta-lingüística, que es una verdadera meta-lógica.

A uno que duerme en el silencio le despierta un ruido, y al que se duerme con éste, le despierta su cesación. El hombre de lo que se da cuenta es del contraste, de una ruptura de la continuidad en espacio o tiempo.

Fondo intra-conciente: Le llamo así y no inconciente o sub-conciente, por parecerme estos términos inexactos. Lo que se suele llamar inconciente es de ordinario el contenido de lo conciente, sus entrañas, está más bien dentro que debajo de él.

Cada impresión, cada idea, lleva su nimbo, su atmósfera etérea; la impresión, de todo lo que le rodeaba; la idea, de las representaciones concretas de que brotó. Aquellas figurillas de triángulos, etéreas y ondulantes, que flotan en nuestra mente al pensar en el triángulo (figurillas de que hablaba Balmes), no son sino parte del nimbo, de la atmósfera de la idea, parte del mar de lo intra-conciente, raíces del concepto.

En este universo hay diferentes sistemas planetarios, y cada planeta, cada idea, es un mundo a su vez, con su organismo.

¡Cosa honda y difícil conocer el hecho! Conocer el hecho, distinguirlo de otros y distinguirlo con vida, rehaciéndolo en nuestra mente.

Cada hecho es tal cual es y no otro como resultado de un proceso, de un hacerse, de una diferenciación; así es que conocerlo con conocimiento vivo es rehacerlo en nuestra mente reproduciendo su proceso. La representación viva es un hecho rehecho.

Ensayo III

El elemento intelectivo es lo que "ahoga y mata la expresión natural y sencilla", sofocada al peso de categorías; la expresión única brota de la idealidad de lo real concreto.

Obedecen nuestros héroes castizos a la ley externa, tanto más opresiva cuanto menos intimada en ellos, abundando en conflictos entre dos deberes, entre dos imperativos categóricos, sin nimbo en que concordarse. A la presión exterior oponen, cual tensión interna, una voluntad muy desnuda, que es lo que Schopenhauer gustaba en los castellanos por él tan citados y alabados. Acá vino también Merimée a buscar impresiones fuertes y caracteres simples, bravíos y enteros.

En las disputas teológicas que provocaron el calvinismo, primero, y el jansenismo, más tarde, teólogos españoles fueron los principales heraldos del libre albedrío. ¡Frases vigorosas el "no me da la real gana" y el "no importa"! Y aún las hay más enérgicas y castizas, que vienen como anillo al dedo a la doctrina schopenhaueriana de que la voluntad es lo genérico, así como la inteligencia lo individuante en el hombre, que el foco, Brennpunkt, de aquélla son los órganos genitales. Todo español sabe de dónde le salen las voliciones enérgicas.

-"Y teniendo yo más alma, ¿tengo menos libertad?"- grita Segismundo. Tener más alma es tener más voluntad entera, más masa de acción, más intensa; no mayor inteligencia ni más complejo espíritu.

En Pedro Crespo se une a la justicia la venganza y tenemos un rey a quien llaman unos el Cruel y el Justiciero otros. Entre nosotros buscaba Schopenhauer ejemplos del anhelo de llevar "al dominio de la experiencia la justicia eterna, la individuación" dedicando a las veces toda una vida a vengar un entuerto, y con previsión del patíbulo.

Es proverbial nuestro castizo horror al trabajo, nuestra holgazanería y nuestra vieja idea de que "ninguna cosa baja tanto al hombre como ganar de comer en oficio mecánico", proverbial la miseria que se siguió a nuestra edad del oro, proverbiales nuestros pordioseros y mendigos y nuestros holgazanes que se echan a tomar el sol y se pasaban con la sopa de nuestros conventos. El que se hizo hidalgo peleando moriría antes que deshonrar sus manos.

Francisco Pizarro en el momento de ir a pasar su Rubicón, traza con la espada una gran raya en tierra y dice: "por aquí se va al Perú a ser ricos; por acá se va a Panamá a ser pobres; escoja el que sea buen castellano lo que más bien le estuviere."

Llegó a componerse de frailes y monjas la tercera parte de la población de España, y en tiempo de Felipe III, a principios del siglo xvii, salían de España, según el licenciado Pedro Fernández de Navarrete, al año, 40.000 personas "aptas para todos los ministerios de mar y tierra".

Los celos en el teatro calderoniano son de honor ofendido, y los celosos matan sin besar como Ótelo, sin amor, por conclusión de silogismos y en frío, y a las veces por meras sospechas, y aun sabiendo inocente a la mujer "sólo por razón de estado" como "el labrador más honrado"

En España no juegan papel histórico sobresaliente las queridas de los reyes.

Pocas cosas tan genuinamente castellanas como el ordenancísmo, acompañado de pronunciamientos. Ordenancismo más que absolutismo a la francesa, ni despotismo oriental, ni tiranía italiana.

Cada uno de estos individuos se afirma frente a los oíros, y para hacer respetar su derecho, su individualidad, busca ser temido. Preocúpase de la opinión pública, preocupación que es el fondo del honor, y cuida conservar el buen nombre y la nobleza. La bárbara ley del honor no es otra cosa que la necesidad de hacerse respetar, llevada a punto de sacrificar a ella la vida. " ¡Muera yo, viva mi fama!" exclamó Rodrigo Arias al ser herido mortalmente por D. Diego Ordóñez de Lara.

¡Antes mártir que confesor! ¡Tesón, tesón hasta morir, y morir como D. Rodrigo en la horca! No hay que flaquear, y si se flaquea, que no lo sepan.

"no dirá la venganza lo que no dijo la afrenta" ¡Gran virtud el silencio y el secreto para la casta de Pero Mundo! Ya de antiguo cuidaban más de él que de la vida; su fidelidad brillaba en el secreto. Saepe tormentis pro silentio rerum immortui adeo ilUs fortior tacita rnitatis cura quam vitae, decía dé los españoles Justino.

¡Cuánto cuesta someterse a la ley no hecha carne, categórica y externa! " ¡Cuánto cuesta el ser noble y cuánto el honor cuesta!", exclama Jimena. ¡Honor, "vil ley del mundo, loca, bárbara, ley tan terrible del honor"!

Son de oír en -A secreto agravio secreta venganza (escena 6° de la jornada III), los desahogos de D. Lope de Almeida contra esa ley.

En la francesada, no era el fin de los españoles - decía G. Pechio- la gloria, sino la independencia, que a haberse batido por el honor habríase acabado la guerra en la batalla de Tudela. Y a Stendhal le parecía el único, le seul, pueblo que supo resistir a Napoleón absolutamente puro de honor estúpido, béte; de lo que hay de estúpido en el honor.

Son nuestros caballeros más brutales y menos amadamados, menos tiernos ¡en derretimientos, más fastuosos y guapos que elegantes y finos, menos dados también a la sensiblería ginecolátríca. "Dios, Patria y Rey", es la divisa de los nuestros, más bien que " Dieii, l'honneur et les dames ". Cuando más la dama, no les dames; el fondo de Amadís es su casta fidelidad a Oriana, virtud que brilla también en Don Quijote. ¡Desgraciada la mujer cuando la hacen ídolo!

De todos los países católicos, acaso haya sido el más católico nuestra España castiza.

El catolicismo dominicano y el jesuístico, son tan castellanos como italiano el cristianismo franciscano. Una fe, un pastor, una grey, unidad sobre todo, unidad venida de lo alto, y reposo además, y sumisión y obediencia perinde ac cadáver.

Que las castizas guerras de nuestra edad de oro fueron de religión... Esta era el lazo social, y la unidad religiosa forma suprema de la social. Para demarcar, por vía de remoción, la unidad nacional, se expulsó judíos y moriscos y se cerró la puerta a luteranos, por "sediciosos, perturbadores de la república.

Durante la Reconquista no había empeño alguno en convertir a los moros, con los que se entendían no mal los cristianos. El Cid del Cantar jamás piensa en tal cosa, pelea con ellos para ganarse el pan (verso 673); y al no poder venderlos considera que nada gana con descabezarlos (versos 619-620).

Ensayo IV

Así como la doctrina que forja o abraza un hombre suele ser la teoría justificativa de su conducta, así la filosofía de un pueblo suele serlo de su modo de ser, reflejo del ideal que de sí mismo tiene.

La ciencia una, a cuya cumplida organización tienden de suyo como a fin último, aunque inasequible, las ciencias todas, tal es lo que trata de construir en la filosofía el hombre, el blanco a que endereza sus esfuerzos desde los datos de experiencia.

Los místicos castellanos glosan y ponderan de mil modos el "conócete a ti mismo" y aún más el "conózcame. Señor, a mí y conocerte he a tí" de San Agustín. Las obras de Santa Teresa son autobiografías psicológicas de un realismo de dibujo vigoroso y preciso, sin psicologiquería alguna.

Y es tan vivo en esta casta este individualismo místico, que cuando en nuestros días se coló acá el viento de la renovación filosófica post-kantiana nos trajo el panenteísmo krausista, escuela que procura salvar la individualidad en el panteísmo, y escuela mística hasta en lo de ser una perdurable propedéutica a una vista real que jamás llega. Y es tan fuerte el individualismo este, que si San Juan de la Cruz quiere vaciarse de todo, busca esta nada para lograrlo todo, para que Dios y todo con Él sea suyo.

Ciencia pura, absoluta, final y contemplativa, visión de la divina Esencia por amor. ¿Es que puede conocerse algo sin amarlo? Conocer es querer y recriar. La mística buscaba el fondo en que las potencias se funden y asientan, en que se conoce, quiere y siente con toda el alma, no ya ver las cosas en Dios, sino sentir ser todas en Él, decía San Juan de la Cruz. ¡Por amor! Lo idealizaron, el amor al Amor.

Dios no dice a Adán y Eva, "estudiad y conoced las razones de las cosas", y la ciencia misma es viva en cuanto acrecienta y multiplica la vida de la especie. La mística idealizó, no lo eterno femenino, ni lo eterno masculino, sino lo eterno humano; Santa Teresa y San Juan de la Cruz, nada hombruna aquélla, nada mujeril éste, son excelentes tipos del homo que incluye en sí el vir y la mulier.

Para venir a poseerlo, a saberlo y a serlo todo, no quieras poseer, saber, ni ser algo en nada, enseña San Juan de la Cruz.

Si oprimidos por la ley aspiraban a penetrar en la vida del universo, era para hacer de ella ley viva de su conciencia y que obrara en justicia y amor, dentro del alma, moviendo sus actos, olvidada ésta de sí y atenta sólo a las cosas de Dios para que Dios atendiese a las suyas.

La ley moral es, en efecto, la misma de la naturaleza, y quien lograra acabada comprensión del organismo universal viendo su propio engrane y oficio en él, su verdadera valía y la infinita irradiación de cada uno de sus actos en la trama infinita del mundo, querría siempre lo que debiera querer.

En San Juan de la Cruz, que, marcando el punto culminante de la mística castellana, es el más cauteloso en su osadía, parece se fundieron el espíritu quijotesco y el sancho-pancino en un idealismo tan realista, como que es la idealización de la realidad religiosa ambiente en que vivía. Su mística es la de la "fe vacía", la del carbonero sublimada, la pura sumisión a quien enseña el dogma, más bien que al dogma mismo.

La mística de San Juan de la Cruz es de sumisión y cautela. Poeta riquísimo en imágenes, enseña, sí, nos despojemos de ellas para mejor de ellas aprovecharnos; pero "advierte, ¡oh amado lector!, que no por eso convenimos ni queremos convenir en esta nuestra doctrina con la de aquellos pestíferos hombres que, persuadidos de la soberbia y envidia de Satanás, quisieron quitar de los ojos de los fieles el santo y necesario uso e ínclita adoración de las imágenes de Dios y de los santos".

Cierto es que el misticismo italiano floreció en el siglo XIII y en el XVI el nuestro.

El misticismo italiano, la religión del corazón, se humaniza en el Dante, nutrido de sabiduría antigua, que intenta casar la antigüedad clásica con el porvenir cristiano.

El franciscanismo, la gran marea religiosa del siglo xiii fué la mística popular, una internacional religiosa y laica, especie de estado de conciencia europeo, que borró fronteras.

La ley del egoísmo y de la carne, hipócritamente celada en el individuo, se formula en la comunidad colectiva para que nos sirva de apoyo.

Nos aturden los oídos con eso del reinado social de Jesucristo, y apenas lo entienden sus pregoneros.

Se han dado apologistas de la guerra, que, sin saber de qué espíritu eran, se llamaban cristianos, como el monstruoso De Maistre. Son legión los que sólo conocen al Cristo Júpiter de Miguel Ángel, y legión de legiones los que no dejan caer de los labios lo del derecho de legítima defensa, sérvate ordine; etc.

Cuando España se recogió en sí entrando en el período llamado de decadencia, el de crisálida, la expansión de nuestro pueblo había creado una vigorosa vida periférica, exterior e interior, y fomentado la vida de relación.

El que se mete en su concha, ni se conoce ni se posee.

Las literaturas regionales suelen despertar con vientos cosmopolitas.

Podemos añadir el de que el libro más antiguo impreso en vascuence, excepción hecha de las Poesías de Dechepare, es la traducción del Nuevo Testamento del hugonote vasco-francés Juan de Leigarrague. En España, un protestante, Juan de Valdés, inició la lingüística castellana.

Las civilizaciones son hijas de generación sexuada, no de brotes.

*Aquí recordamos a Ortega y Gasset, quien añadiría a esto el que los cambios en la civilización son productos de los cambios de la generación. A nuevos hijos, nuevos valores. Libro - ¿Que es filosofía?, de Ortega y Gasset

Ensayo V

A la sobra de individualismo egoísta y excluyente acompaña falta de personalidad, la insubordinación íntima va de par con la disciplina externa; se cumple, pero no se obedece.

En nuestro estado mental llevamos también la herencia de nuestro pasado, con su haber y con su debe.

Una de las disociaciones más hondas y fatales es la que aquí existe entre la ciencia y el arte y los que respectivamente los cultivan. Carecen de arte, de amenidad y de gracia los hombres de ciencia, solemnes lateros, graves como un corcho y tomándolo todo en grave, y los literatos viven ayunos de cultura científica seria, cuando no desembuchan, y es lo peor, montón de conceptos de una ciencia de pega mal digerida.

Se cultiva lo ingenioso, no ya el ingenio, y se da vuelta a los cangilones en pozo seco. Se fabrican frases sangrientas para que corran de círculo en círculo, y otros se entretienen en pintar arabescos afiligranados en cayuela que se descascarilla al punto de ponerla a la intemperie.

Creen muchos que se aprende a hacer dramas leyendo otros, a escribir novelas dándose atracones de ellas; que para ser literato no precisa otra cosa que lo que llaman, por exclusión, literatura.

Nos hallamos en punto a cultura en la situación que en punto a comercio se hallan esos lugarejos en que un mismo tenducho sirve para el despacho de los géneros más diversos entre sí.

Si Sancho volviera a ser escudero, mejor aún que escudero de Don Quijote, criado de Alonso el Bueno, ¡cuánto no podría hacer con su sano sentido común!

He aquí la palabra terrible: no hay juventud.

Habrá jóvenes, pero juventud falta. Y es que la Inquisición latente y el senil formalismo la tienen comprimida. En otros países europeos aparecen nuevas estrellas, errantes las más y que desaparecen tras momentánea fulguración; hay el gallito del día, el genio de la temporada; aquí ni esto: siempre los mismos perros y con los mismos collares.

Se dice que hay gérmenes vivos y fecundos por ahí, medio ocultos, pero está el suelo tan apisonado y compacto, que los brotes tiernos de los granos profundos no logran abrir la capa superficial calicostrada, no consiguen romper el hielo.

Un hombre que entre nosotros conserva en edad más que madura fe, vigor y entusiasmo juveniles, sostiene que aquí los jóvenes prometen algo hasta los treinta años, en que se hacen unos badulaques. No se hacen, los hacen; caen heridos de anemia ante el brutal y férreo cuadriculado de nuestro ordenancismo y nuestra estúpida gravedad; nadie les tiende a tiempo una mirada benévola y de inteligencia. Se les quiere de otro modo que como son; a nuestro rancio espíritu de intolerancia no le entra el dejar que se desarrolle cada cual según su contenido y naturaleza.

Nos falta lo que Carlyle llamaba el heroísmo de un pueblo, el saber adivinar sus héroes.

No hay Joven España ni cosa que lo valga, ni más protesta que la refugiada en torno a las mesas de los cafés, donde se prodiga ingenio y se malgasta vigor. Y esos mismos oradores protestantes de café, briosos y repletos de vida no pocos, al verse en público se comprimen, y perlesiados y como fascinados a la mirada de la bestia colectiva, rompen en ensartar todas las mayores vulgaridades y los cantos más rodados de la rutina pública.

Se ahoga a la juventud sin comprenderla, queriéndola grave y hecha y formal desde luego; como Dios a Faraón, se la ensordece primero, se la llama después, y al ver que no responde, se la denigra.

Vivimos en plena presbitocracia ( Vetustocracia se la ha llamado)

Las sociedades nacen aquí osificadas y esto cuando nacen, porque la insociabilidad es uno de nuestros rasgos característicos.

Aquí las gentes no se asocian sino oficialmente, para dar dictámenes o informes, publicar latas y cobrar dietas. Hay una asociación de escritores y artistas que lo mismo podría pasar por de peluqueros; es una cooperativa funeraria y de Terpsícore a la par; su oficio pagar el entierro a los que se mueren y hacer bailar a los vivos.

Es que para asociarse se precisa un principio asociante y un principio de asociación, y faltan uno y otro donde la lucha por los garbanzos produce el atomismo, y la presbitocracia el estancamiento.

La literatura al por menor ha invadido la prensa y aun de los periodistas mismos los mejores no son sino más o menos literatos de cosas leídas.

Se disputa quién se ha enterado antes dé algo, no quién lo ha comprendido mejor; lo que viste es estar a lo último, recibir de París el libro con las hojas oliendo a tinta tipográfica.

¿Está todo moribundo? No, el porvenir de la sociedad española espera dentro de nuestra sociedad histórica, en la intra-historia, en el pueblo desconocido, y no surgirá potente hasta que le despierten vientos o ventarrones del ambiente europeo.

España está por descubrir, y sólo la descubrirán españoles europeizados.

Cuando un hombre se encierra en sí resistiendo cuanto puede al ambiente y empieza a vivir de sus recuerdos, de su historia, a hurgarse en exámenes introspectivos la conciencia, acaba ésta por hipertrofiarse sobre el fondo subconsciente.

Es una desolación; en España el pueblo es masa electoral y contribuible. Como no se le ama, no se le estudia, y como no se le estudia, no se le conoce para amarle.

¡Ojalá una verdadera juventud, animosa y libre, rompiendo la malla que nos ahoga y la monotonía uniforme en que estamos alineados, se vuelva con amor a estudiar el pueblo que nos sustenta a todos, y abriendo el pecho y los ojos a las corrientes todas ultrapirenaicas y sin encerrarse en capullos casticistas, jugo seco y muerto de gusano histórico, ni en diferenciaciones nacionales excluyentes, avive con la ducha reconfortante de los jóvenes ideales cosmopolitas el espíritu colectivo intracastizo que duerme esperando un redentor!

La tradición es parte de la identidad, pero no de nuestro destino, las tradiciones no se deben perder, ni la cultura, pero cada cosa tiene su tiempo, aunque claro, los clásicos siempre son clásicos.

*Sobre las notas: quiero agregar que en estas notas solo me enfoque en pensamientos, pero en muchas ocasiones sentía la necesidad de marcar toda una hoja, esto debido a la brillantes de algunas exposiciones, así que no se confíen de estas cortas palabras y lean este maravilloso libro.

**Quería añadir que en el post del primer ensayo dije que había cubierto hasta el tercero, esto es falso, solo llegue al tercer título del primer ensayo, luego descubrí que estos cinco ensayos están divididos hasta en cinco capítulos cada uno, así que esta entrada se ocupa del último título del primer ensayo, y de los otros 4 ensayos completos.

***Sobre los otros volúmenes quedamos en veremos, puesto que se me ha dañado el dispositivo donde leía, y leerse un pdf en una "pc" está vedado a nosotros los miopes, el tiempo dirá. Un elemento curioso de todo este caso es que descubrí que no existen actualmente lectores de pdf para computadoras que exporten una copia del texto resaltado, una función básica que utilizo en android, toda una lástima porque he tenido que pasar una a una mis notas.

Para conocer mas sobre este interesante personaje, y teniendo en cuenta que estos aforismos no alcanzan a ilustrar minimanete toda la obra de este autor, le recomiendo si esta interesado en aprender mas sobre el y su obra, visitar: jaserrano.nom.es


Volver a la Portada de Logo Paperblog