Discurso de presentación del Dr. Enrique Dussel ante la comunidad de la UACM
El Tercer Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), instalado el 29 de noviembre, nombró al Prof. Enrique Dussel como rector interino de dicha casa de estudios tras haber revocado el mandato de Esther Orozco. Así, tras el prolongado conflicto y de más de 100 días de huelga por parte de los mismos alumnos, las clases regresaron a la universidad pública.
Aquí posteo el video de su discurso de presentación, y más abajo el texto.(Más info.: Artículo en La Jornada)El video dura cerca 50min y tiene pequeños cortes por razones técnicas según aclara el editor del video.
Razones para aceptar la responsabilidad de ser rector interino de la UACM
Prof. Dr. Enrique Dussel, Prof. Emérito (UAM, México)
El Consejo Universitario legítimo de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México me ha investido la responsabilidad de ejercer el servicio de Rector Interino de la institución. Dicha responsabilidad no la interpreto como un privilegio, sino como un servicio en el sentido etimológico de la palabra: como la acción de un agente que toma a cargo una función en referencia al bien común y no con respecto a un bien meramente privado. Entregaré tiempo de mi vida para cumplir consensualmente una misión que se me ha encargado (es decir, "cargado sobre mis limitados hombros") que consiste en preparar a la comunidad universitaria para estabilizada y unida pueda lo más pronto posible normalizar su vida institucional, contando por ello con un Rector definitivo. Soy entonces un Rector interino, es más, itinerante, de "paso", vengo para irme no para quedarme. Vengo en función del bien común conculcando proyectos personales de investigación y docencia a los que me reincorporaré de inmediato. Para mí, ser Rector interino es una nueva y mayor responsabilidad cuya fisonomía desearía bosquejar en cuatro simples tesis, expuestas de una manera lo más sencilla y claramente posible.
I
La primera tesis podría enunciarse así:
La universidad es una antiquísima institución constituida por una comunidad de maestros y discípulos, cuya fortaleza y eficacia se funda en la unidad del claustro, en el objetivo común y en una profunda solidaridad entre los mismos, en torno al amor y disciplina del saber, siendo la conciencia crítica y social de la sociedad histórica y política que la sostiene.
La humanidad desde su origen tuvo siempre instituciones por medio de las cuales los generaciones responsables de la gestión de la sociedad prepararon a las nuevas generaciones para que pudieran reemplazarlos en su momento correspondiente. Si el homo habilis tiene algo más de 3 millones de años, y el homo sapiens unos 150 años, y la revolución neolítica unos 10 mil años (cuando se originaron en la historia mundial las primeras ciudades), era necesario que las nuevas generaciones acopiaran el conocimiento que esa sociedad había desarrollado durante milenios en pocos años de formación. Era necesario que la juventud (esa nueva generación) tomara conocimiento de todo lo creado institucional, científica e históricamente por la humanidad anterior, en pocos años de estudio sistemáticamente organizado, para poder hacerse cargo en el presente de ese milenario pasado. Al terminar su formación educativa el joven educado podría ir reemplazando a la antigua generación.
La humanidad fue así institucionalizado los aparatos educativos. Bernardino de Sahagún describe más de 300 profesiones en la cultura azteca, altamente desarrollado en esta ciudad de México-Tenochtitlan, anticipada por mil años por la clásica Tula tolteca, es decir Teotihuacan, como nos enseña Enrique Florescano. En el Calmecac se formaban, como una Universidad de la Ciudad de México, las nuevas generaciones nahuas hace más de medio milenio en esta Ciudad central en la historia del continente americano, junto a la gran Cuzco de los Incas del hemisferio sur.
Todas las culturas tuvieron grandes centros de formación, desde las escuelas de mandarines en el Imperio chino desde dos siglos antes de la Era común, las grandes comunidades hindúes junto al Ganges (que en el siglo VII d.C) llegaron a tener 30 mil estudiantes, las escuelas de sabios del Egipto desde 3000 años a.C, o la de las comunidades de los reino semitas de la Mesopotamia en torno a Babilonia, las Escuelas de “amantes de la filosofía” (completamente interdisciplinaria en Grecia o Roma, la gran universidad de Constantinopla que fue modelo de las mastabas o escuelas de derecho, filosofía, ciencia empírica y comentarios koránicos desde Samarkanda y Bagdad, hasta el Cairo y Fes en Marrueco, imitadas siglos después por las universidades latinas de Bolonia en el siglo XII, París, Oxford, o Salamanca y Coimbra. Las primeras universidades al nivel de las europeas más prestigiadas, fueron las de México y Lima en el año 1553. Harvard, por ejemplo, fue fundada en 1636, un siglo después del primer centro universitario fundado en Santo Domingo en 1536.
Cuando en Paris hubo una huelga universitaria en el siglo XIII, en defensa de los fueros autónomos de la universidad Abelardo [1], maestro universitario, continuó sus clases a las orillas del río La Senne, y toda la universidad estaba presente: simplemente en la comunidad de maestro y discípulos la esencia permanecía.
Quiero con eso significar que la Universidad es una comunidad de maestros y discípulos, donde se cultivan diversas ramas del saber, que como en un micro mundo debe existir un diálogo interdisciplinario sin última instancia. El sistema neocortical es más cognitivo, pero ¿si no hubiera el entusiasmo, el amor, del sistema límbico por el saber teórico, no habría ciencia porque absolutamente desmotivado nadie le interesaría practicarla. Pero el amor y el entusiasmo, la disciplina paciente y generosa, son ejercicios del sistema valorativo cerebral, que, como he indicado, los neurólogos indican bajo el nombre de sistema límbico. La teoría (neocortical) ilumina el camino, pero el amor al saber (límbico), mueve como el motor al agente humano. Sin la luz de la ciencia estamos ciegos; sin la fuerza del amor y el entusiasmo quedamos inertes, quietos, aburridos, impotentes.
Hay entonces ciencias, ciencias empírico-naturales y ciencia socio-históricas. Ambos tipos de ciencias tienen sus objetivos, sus métodos, su tipo de argumentación o verificación, su lenguaje. Son muy distintas. En la comunidad universitaria no es fácil conciliar ambos lenguajes. La inconmensurabilidad aparente de los lenguajes dificulta frecuentemente la vida de la comunidad universitaria. No es sólo cuestión de personas, es cuestión de prácticas epistémicas, científicas. Un alumno puede argumentar desde las ciencias sociales y una autoridad, por proceder de las ciencias empírico-naturales, puede tener dificultad en su comprensión. Y viceversa. La universidad puede transformarse así en una Babel de muchas lenguas. Es necesario establecer una convivialidad lingüística que respete las diferencias y que intente la unidad de una comunidad científico-universitaria tolerante ante la diversidad de los discursos.
Queridos colegas y discípulos, tender los puentes ante lenguajes diversos, proyectos científicos diferenciados, posturas práctico-sociales divergentes, establecer la esencia comunitaria de la universidad creo que es nuestra tarea común en el momento presente de nuestra universidad, la UACM. Miles de centros los más desarrollados de sus respectivas culturas, podríamos llamarlas universidades, han debido afrontar crisis como la nuestra. Y sin embargo han sido resueltas. Creo que con inteligencia, amor por la ciencias y con conciencia de nuestra responsabilidad social sabremos afrontar las contradicciones en las que estamos sumidos, insignificantes en relación a la crisis que vive la humanidad en el momento presente.
La UACM es un proyecto comunitario e interdisciplinario que debemos desarrollarlo. El rectorado debe interpretarse como una discreta institución al servicio interno de la comunidad.
II
He sido un poco extenso en esta primera tesis. En la segunda seré más breve. Esta segunda tesis podría enunciarse así:
El desarrollo de la ciencia sigue a la tecnología, y ésta al desarrollo del campo económico y político. No hay investigación científica sustentable en el largo plazo y articulada a la realidad empírica si no cuenta como fundamento con una comunidad nacional que haya intentado alcanzar la auto-determinación política.
Augusto Salazar Bondy, un apreciado intelectual peruano muerto en su juventud, sostuvo que no era posible una ciencia auténtica en un país con una cultura dependiente. ¿Qué relación tiene la auto-determinación política de un pueblo y la investigación científica? Reflexionemos la pregunta por un instante.
Algunos, y muy afamados epistemólogos (o teóricos de la ciencia) opinan que la ciencia es fruto de un deseo desinteresado por el saber en cuanto tal. La ciencia sería una tendencia al conocer lo que las cosas que nos rodean son en su estructura real. Los descubrimientos científicos frutos de este amor incondicionado serían posteriormente aplicados a la técnica, la que escogería en el acerbo de los conocimientos producidos científicamente aquellos que le permitirían hacer avanzar la invención tecnológica. Por su parte, la tecnología se aplicaría a los procesos económicos, permitiendo a estos desarrollar la producción de bienes para la satisfacción de necesidades humanas. Las comunidades así estructuradas acumularían riqueza, “las de las naciones” de Adam Smith, y de esta manera alcanzarían autonomía política. Serían países independientes.
Es decir, en primer lugar hay un desarrollo de los niveles más abstractos y fundamentales de la ciencia. En segundo lugar, estos descubrimientos teóricos se aplican a la tecnología. Y en tercer lugar, la tecnología se usa en los procesos productivos que culminan en la producción de mercancía que se derraman en el mercado económico y que producen la riqueza, aún política, de las naciones. Habría una primacía de las ciencias empírico-naturales (la física, la química, etc., y posteriormente la tecnología), que estudia los primeros momentos, sobre las ciencias sociales que estudian los posteriores (la economía, la política, la historia).
Un ejemplo de lo dicho fue la expansión moderno europea desde finales del siglo XIV. Enclaustrado y sitiada por el Imperio Otomano, Europa (gracias a Portugal y España) debieron lanzarse al Océano Atlántico para conectarse con los mercado del Asia. Esta expansión del mercado exigió el desarrollo de la tecnología naviera (la carabela se descubre en 1441). Es decir el comercio exigió una revolución tecnológica, y ésta por su parte una revolución científica, ya que la navegación fue el estallido de descubrimientos astronómico-matemáticos. Un Galileo Galilei en el comienzo del siglo XVII asume para Europa el heliocentrismo (descubrimiento teórico, conocimiento ya obtenido por árabes y chinos) pero después de un siglo de que Magallanes diera la primera vuelta empírica a la Tierra (después también que los Chinos) al comienzo del siglo XVI. Newton, igualmente, lanza la teoría científica a un gran desarrollo un siglo y medio después que Colón llegó a América creyendo estar siempre en el Asia.
Es decir, hay una cierta anticipación político-económica en estos procesos. Un país dependiente política y culturalmente, no puede fijar su plan económico autónomo. Espera inversiones extranjeras, compra tecnología, paga royalties. Los tecnólogos y diseñadores no puedes inventar tecnología porque se adquiere ya desarrollados a las potencias tecnológicas dominantes. Sin creación tecnológica la ciencia, las ciencias básicas y las sociales no tienen ninguna articulación con los procesos tecnológicos nacionales. Se logran patentes, pero éstas: o mueren en el archivo de patentes o son industrializadas por empresas extranjeras. Frecuentemente se investigan campos meramente abstractos. Ningún milagro es que los grandes científicos de ciencias básicas o aplicadas emigren a los centros económico, tecnológico y científicamente autónomos, y por ello creativos.
Sin autonomía política no hay desarrollo científico real, objetivo, nacional, a largo plazo, articulable a las necesidades perentorias de una comunidad nacional determinada. Pero es evidente que, igualmente, la ciencia debe integrarse a ese proceso de autodeterminación e independencia nacional, sin la cual ésta tampoco es posible, y este es el objeto de las universidades.
Nuestra universidad debería entonces por ello cultivar la interdisciplina y el respeto a las ciencias empírico-naturales y sociales para cumplir con los fines de una equilibrada universidad pública.
III
La tercera tesis podría definirse de la siguiente manera:
La universidad, como lugar de la investigación científica, cumple con la docencia una responsabilidad esencial para la ciencia: la formación de una comunidad científica creativa en el largo plazo.
Algunos opinan que la investigación es lo esencial y la docencia una especie de actividad secundaria, de extensión, de popularización o, aún más seriamente, de la formación de profesionales que practicarán empíricamente lo enseñado teóricamente. Nuevamente pensamos que la cuestión es muy diversa.
A comienzos del siglo XIX los hermanos von Humboldt, reformaron la Universidad de Berlín. Esta reforma moderna se extendió a París, a Oxford y hasta Harvard. Sirvió como nuevo modelo de universidad. ¿En qué consistió esencialmente esa reforma de la que todavía dependemos? En algo muy simple.
La investigación científica o la creación teórica europea desde el Renacimiento, desde Nicolás de Cusa, hasta Galileo, Leibniz y tantos otros, no se desarrollaba en las universidades. Las universidades eran algo así como el reducto de profesores que se dedicaban a la docencia de doctrinas sabida (en buena parte escolásticas, aunque modernas no ya medievales) pero sin investigación. Berlín inaugura la exigencia de que los docentes sean investigaciones, creadores de conocimiento no meramente divulgadores de lo conocimiento ya producidos. Sin embargo, algunos pudieron pensar que la docencia simplemente consistiría en dar a conocer a los alumnos el conocimiento nuevamente creado, para que ellos, recordándolos, pudieran usarlos, manipularlos, aplicarlos. La enseñanza memorativa no disminuye la anemia creativa del alumno que simbólicamente el gran pedagogo Paulo Freire denomina “enseñanza bancaria”.
La docencia no tiene solo como finalidad transmitir meramente conocimiento, sino, esencialmente, ofrecer al novel ser humano pleno de entusiasmo el poder ser miembro de una comunidad de creación de conocimiento.
El investigador y maestro es el que necesita crear una comunidad científica, de investigadores, de creación de conocimiento, en la que al final el mismo maestro-investigador es un miembro más, sin otra prerrogativa que el tener más conciencia crítico-creativa e información del estado de las cuestiones más cruciales que sus noveles participantes. Todos sus discípulos son potenciales miembros de la comunidad de comunicación científica. Charles Peirce, hijo de un profesor, docente de la Universidad de Harvard, e iniciador del pragmatismo filosófico (única escuela filosófica de origen y desarrollo norteamericano) indicaba que el descubrimiento científico exige una comunidad científica y generaciones de miembros que van accediendo a la realidad objetiva pero que, como líneas asintóticas, nunca se tocan: la verdad nunca se identifica con la realidad misma. Thomas Kuhn mostró la exigencia de la comunidad, el tiempo y las revoluciones científicas como condiciones de la creación de conocimiento científico.
El maestro que no sólo investiga sino que enseña a investigar, que no sólo crea nuevo conocimiento sino que enseña a crear nuevo conocimiento, es por la docencia que integra a los jóvenes discípulos no a la repetición memorativa de lo ya descubierto, sino al entusiasmo metódico que intenta crear nuevo conocimiento.
De esta manera es necesario afirmar a la docencia, la verdadera docencia, como condición de posibilidad de la comunidad científica, y esta comunidad como la condición de posibilidad en el largo plazo de la continuidad de la invención de nuevo conocimiento como fruto de la investigación en todas las disciplinas y en las interdisciplinas del saber. El investigador que opina perder tiempo en la docencia no ha comprendido que la investigación es una tarea comunitaria a largo plazo, y la comunidad la crea la docencia.
Debemos incrementar entonces en la UACM la investigación articulada a la docencia, y viceversa.
IV
La cuarta y última tesis deseo enunciarla, para cerrar el círculo, como sigue:
Dada la profunda corrupción de la sociedad actual, nacional e internacional (corrupción por robo, violencia, cinismo, mentira, dominación de los débiles) es necesario formar a nuestro nuevos científicos y profesionales, los graduados de todas las carreras de nuestra universidad, con principios éticos y con responsabilidad social que les permitan cumplir con la responsabilidad de su función específica en la comunidad para lograr la emancipación política del país donde la vida, la historia les llaman a cumplir su contribución cotidiana, cuyo límite lo fija sólo la propia generosidad en el servicio por el otro, por el desprotegido, por el excluido.
Charles Peirce, el intelectual ya nombrado, escribía que aún la comunidad científica necesitaba una ética fundamental que justifique y permita el descubrimiento de la verdad y el logro del consenso científico en el largo plazo. Explicaba la cuestión proponiendo, entre otros aspectos, el argumento, por otra parte desarrollado por Karl-Otto Apel con el que sostuve un largo debate de casi por diez años, de que es condición de posibilidad de toda comunidad científica, como comunidad argumentativa (ya que el científico debe demostrar la validez del nuevo descubrimiento desde una teoría con pretensión de verdad), el hecho de aceptar la igualdad (de hecho y derecho) de todos los miembros de la comunidad. Es decir, si algunos de los miembros intentara refutar el argumento de otro miembro (aunque sea el jefe del grupo o el que encuentra los recursos para la investigación) todos deben aceptar sólo la fuerza demostrativa o veritativa del nuevo argumento sea quien fuere la persona, y sea cual fuere su posición de poder en la comunidad en la que lo profiere. No puede el maestro callar al discípulo usando su autoridad magisterial. Debe, en simetría o igualdad, mostrar sólo por la fuerza de su argumento la validez o no, la falsedad o no del enunciado de su oponente. El otorgar a todos los miembros de la comunidad científica los mismos derechos de intervención, el situarse todos en simetría, es una actitud ética previa a la argumentación como tal (pero presupuesta trascendentalmente por el hecho mismo de pretender argumentar ante el que entra en el proceso argumentativo). Esta afirmación de igualdad es un principio de justicia que hace posible a la ciencia como tal y a su avance.
El que generosamente comparte con los otros miembros de la comunidad un nuevo descubrimiento que ha alcanzado, que ha sido posible desde el consenso valido y veritativo previo conseguido por el trabajo de creación de conocimiento de todos los otros miembros de la comunidad, a cuyo acerbo le agrega algo nuevo, se opone al egoísmo del que se guarda celosamente su propio descubrimiento sin compartirlo por el motivo que fuere. Si cada miembro actuara de la misma manera narcisista no podría haber construcción mutua de ningún descubrimiento científico. Esa generosidad comunicativa es una actitud ética.
Charles Peirce llamaba al conjunto de estas actitudes el “socialismo ético” o la ética necesaria que era una condición de posibilidad para el ejercicio comunitario en el tiempo de la larga duración del sucesivo descubrimiento de la verdad que alcanza validez intersubjetiva.
Pero, además, la ética describe igualmente las vinculaciones del ejercicio concreto por parte de un sujeto de su vocación científica o profesional en relación a la sociedad en su conjunto. Tanto la universidad, por sus recursos y finalidad, como el investigador, por el efecto de sus descubrimientos, y el profesional, al insertarse en actividades las más complejas del todo de la estructura de la sociedad, tienen responsabilidades que cumplir. Cada egresado de la universidad no es un ente solitario e individual que se fija proyectos egoístas de realización personal y de ascenso económico social. Antes que todo esto, involucrándolo y subsumiéndolo, es un miembro de la sociedad al que le debe su formación, su educación, su especialización, por su origen. Y por ello sus acciones futuras cumplen una función social, sobre todo cuando se es egresado de una universidad pública y prácticamente gratuita. Gratuita para el alumno pero no para el pueblo que da los recursos que le ha costado tantos sufrimientos, sobre todo a los más pobres. Ser un investigador o un profesional exige meditar y adquirir una conciencia ética responsable que sepa confrontar un medio social y cultural altamente individualista y conformado desde la ética destructiva de la mera competencia. Con esa ética no puede superarse la corrupción imperante ni tampoco transformar el sistema económico en crisis, que aunque está en crisis no tiene ningún propósito de aprender nada o transformar profundamente ningún momento del mismo sistema.
Por ello pienso que sería conveniente organizar en la UACM un programa para el dictado de una disciplina que tratara de la ética y la responsabilidad del profesional donde se estudie la responsabilidad del universitario en la sociedad, y esto en todas las carreras de nuestra universidad, donde de manera razonada, motivante y bien diferenciada, pudiera darse a los alumnos un tiempo para estudiar e investigar la responsabilidad ético-profesional que les cabe como investigadores científicos y profesionales responsables, en una época de profunda crisis de todos los valores.
Creo que estas son algunas razones para emprender el camino de servicio a la que la Universidad de un rectorado interino que intentará integrarse a las actividades de comunidad de la UACM.
Por último, quiero reiterar mi espíritu de servicio, a fin de que los miembros de la comunidad que han asumido posturas antagónicas sepamos conculcar nuestros intereses particulares por el bien común de la institución. Por mi parte, me brindaré en esta función con un espíritu universitario-comunitario concibiendo la rectoría, lo repito. como un puente, como un momento de responsabilidad para alcanzar el consenso racional de las diversas posturas, superando heridas inevitables que los enfrentamientos han producido, y que atribuyo a convicciones justificables y no a meros impulsos disolventes.
Queridos amigos, colegas maestros, estudiantes y discípulos, empleados y trabajadores, unamos nuestra voluntades y digamos de corazón
¡VIVA LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO!
¡VIVA LA UACM!
Fte. del texto: Somoselmedio, 8 mar 2013.
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[1] Abelardo falleció en 1142, por lo cuál el Prof. Dussel comete un error de traspolación histórica al referirse a las huelgas universitarias del siglo XIII, pero sí formó parte de las controversias del siglo XII. Para información puede leerse La Universidad a través del tiempo, de Gómez Oyarzún, pág. 43.
EL RINCÓN DE ANAHÍ