Revista Cocina
Es habitual en los blogs de cocina que sus autores cuando tienen un acontecimiento especial, familiar o profesional que así lo requiera preparar un delicioso, maravilloso y riquísimo pastel, una tarta cuya receta comparten con los seguidores, al unísono que los emotivos sentimientos que han motivado el prepararla; sobre todo si se hace con el cariño de una madre para un cumpleaños de un hijo.
Ayer, yo tenía preparada ésta entrada, ésta roja y sorprendente ensalada de pimientos; redactada y lista para publicar (otros deberes me lo impidieros) aunque tenía que haber preparado una entrada en Mi cocina con una tarta donde brillaran 33 velas…. Ayer, 14 de Julio, hace 33 años llegó a mí una persona que ocupa un lugar muy especial en mi corazón: mi hijo.
Con él supe lo que significa la responsabilidad de ser madre; a él me une un lazo, un cordón umbilical que nada, ni nadie puede separar, ni tan siquiera la distancia.
Por él siento un amor difícil de explicar (quien es madre me puede comprender) y creo firmemente que no se quiere a un hijo por haber dado a luz en una fecha determinada, no se quiere a la sangre como tal, se quiere al corazón, a una mirada, a una sonrisa, a la caída de dientes, las primeras palabras, a los cambios de pañales, a los días y las noches sin dormir, a los primeros pasos, a sus cambios hormonales, a una personalidad fuerte, en definitiva se quiere a una persona en su totalidad.
El amor se da mirando, tocando, callando, sonriendo, queriendo, incluso sufriendo…como sufrimos las madres….como queremos las madres: con intensidad.
Quizás por ello he elegido ésta receta, un plato de color rojo, el color que representa la intensidad afectiva, para celebrar en mi cocina virtual una fecha tan señalada en mi vida: el cumpleaños de mi hijo, de mi primer hijo.
El rojo, el primer color al que el hombre le puso un nombre, la denominación cromática más antigua del mundo; el color de la fuerza, el vigor, el valor y lo atractivo. El más vigoroso de todos los colores, el color de la vida y la alegría, del afecto apasionado, un color impregnado de cierta angustiosa tensión y sobresalto ¿No es así el amor maternal?
Un color que simboliza dos detalles de la vida importantes: el fuego y la sangre, un significado existencial en el ser humano. Que también denota pureza, alegría y celebración; sin ir más lejos, tanto en China e India por ejemplo, es el color de la felicidad y la prosperidad.
Desde que tenemos constancia de la historia de la humanidad está demostrado que el rojo era el color más preciado y usado por patricios, nobles y reyes. ¿Y no es el rojo el color del fuego y el fuego imagen de lo divino?
Roja así es la receta de hoy en Mi cocina, aunque tenía que haberla publicado ayer, con ése color que es señal de felicidad, de prosperidad….para felicitar a una persona que para mi es divino: mi hijo.
Ideal para acompañar los famosos “pescaitos” fritos malagueños..
o unos boqueroncitos "vitorianos"
o un plato de “caramalitos”
o unos manojos de jurelitos,
¿Cómo la hice?
Siguiendo una receta, otra originalidad de mi admirado Dani Garcia, gran chef malagueño (dos estrellas Michelin).
Ingredientes:
Dos pimientos gordos de asar, una cucharadita de comino (majado en un mortero o ya en polvo tal y como lo venden en supermercados), dos dientes de ajo (quitándoles la raíz central para que no repita), una cucharadita de orégano, vinagre y aceite de oliva virgen extra (a ser posible malagueño, actualmente usando de Riogordo sin filtrar) al gusto, sal.
Los pasos a seguir:
Asar los pimientos:
Los pimientos se pueden preparar al horno o sobre una parrilla, sartén o como antiguamente directamente al fuego.
Personalmente, prefiero hacerlo al fuego con una parrilla de asar, porque la piel de los pimientos que es gruesa y dura se quema en la superficie, pero la carne del pimiento ni se quema ni se “chamusca”, pero queda perfumada con un olor a humo muy agradable. De ésta forma pierden menos agua. Sí hay que tener cuidado de que no se quemen demasiado, dándoles la vuelta continuamente procurando que todas las caras del pimiento estén en contacto con el fuego.
Una vez hechos pelarlos concienzudamente quitándoles todo lo negro y enjuagarlos bien debajo del grifo, dejarlos escurrir. Cortarlo en tiras alargadas y reservarlos.
En un mortero machacar haciendo una pasta: ajo, comino y orégano. Añadir el vinagre y el aceite.
En un cuenco echar los trozos de pimiento, salar al gusto y mezclar con el “majaillo” dejándolo macerar unos minutos.
Con todo mi cariño para Alejandro B.