Confieso que mis hijas han leído la colección completa de 75 consejos para sobrevivir "a lo que sea". Los han leído, les han gustado y no les ha pasado nada. No se han vuelto más tontas, ni machistas, ni acosadoras ni nada de nada. Los leyeron, los cerraron y a otra cosa.
¿Son libros que a mí me gustan? No. ¿Yo se los hubiera regalado para que los leyeran? No.
La colección de los 75 consejos para sobrevivir a lo que sea la forman una serie de libros con consejos tontos o humorísticos sobre situaciones cotidianas que a pasan nuestros hijos. No tienen más. ¿Dicen tonterías? Pues es posible. Yo les he echado un vistazo, igual que hago con las pelis y los vídeos que ven o la música que escuchan. Me resultan anodinos, ajenos y poco graciosos, pero yo no tengo 12 años ni tienen que gustarme.
En los últimos días se ha montado una trifulca tremenda en redes a propósito de esos libros. Un montón de gente enfervorizada abogó por que esos libros fueran retirados del mercado y su autora más o menos quemada en la hoguera por perturbar, pervertir y dar mal ejemplo con sus libros a los niños. Después, una serie de autores, entre ellos Elvira Lindo ha salido a defender esos libros (y cualquier otro) de esa absurda cruzada en favor de la corrección política.
Estamos completamente imbéciles. Completamente. Y con respecto a la educación estamos llegando a unos niveles de sobreprotección y desconexión con la realidad que son alarmantes.
Decía el otro día Rodrigo Cortés que, en su momento, los libros de Roald Dahl entusiasmaban a los niños y horrorizaban a los padres. La obra del autor inglés está llena de crueldad y "malos ejemplos" y no tiene ninguna intención moralizadora, ni ejemplarizante. Lejos de mi intención está comparar a la muy respetable autora de los 75 consejos con Dahl, pero a lo que voy es a que los niños no son imbéciles si no los criamos como imbéciles.
Todos adoramos a nuestros hijos y los creemos maravillosos, estupendos y fabulosos. Sabemos (aunque hay gente que no lo sabe) que tienen defectos, pero tendemos a considerarlos pequeños defectillos siempre provocados por circunstancias externas, nunca intrínsecos y siempre excusables, y creemos que solucionables a largo plazo.
El problema es que ahora mismo hay una tendencia a crear un mundo perfecto alrededor de nuestros hijos. Todo tiene que ser perfecto y maravilloso. Nada tiene que doler, frustrar o ser incomprensible. Todo tiene que ser bonito, justo y, además, enseñar.
Pues no.
Cuando yo era pequeña leía compulsivamente, leía de todo. Novelas del oeste con protagonistas muy machistas, Mujercitas con esas niñas soñando con casarse y ser respetables y perfectas amas de casa, leía a la petarda de Esther en sus comics llorando por los rincones por gustar al tal Juanito, leía Mortadelo y Filemon, a Asterix, a Tintín y todo lo que cayera en mis manos. Nunca nadie en mi casa me prohibió leer nada, mi madre opinaba que los tebeos de Esther eran una memez porque la protagonista era idiota pero jamás me dijo "no lo leas" o "habría que tirarlos todos a la basura".
Laz princezaz han leído los 75 consejos y a Roal Dahl, y a Asterix, y La Historia interminable y Konrad el niño que salió de una lata de conservas. Se han reído a carcajadas con Manolito Gafotas. Les encanta Hilda y las aventuras de Jules. Y son adictas a una serie que se llama Futbolísimos sobre un equipo de fútbol. Ahora van a leer Papaíto Piernas Largas, una novela de 1921, en la que la protagonista lo que quiere es casarse y ser madre. Y M ha leído Persépolis, no creo que lo haya entendido todo pero lo ha leído.
¿Me gusta todo lo que leen? No¿Tiene que gustarme todo lo que leen? No¿Creo que lo que leen tiene que educarlas? No.
A los niños deben educarles los padres, enseñarles a tener criterio y pensamiento propio. Los libros de 75 consejos son para niños de 12 años, si con esa edad un niño no tiene capacidad para captar la ironía (aunque sea tonta) y distinguir la ficción de la realidad, el problema no es del libro ni del niño, el problema es de los padres que no han sabido (o no han querido) enseñárselo a sus hijos.
En vez de prohibir que se escriban libros o exigir que los libros tengan que cumplir unas absurdas normas de corrección política, quizás va siendo hora de enseñar a los niños a leer, a tener criterio, a saber pensar y a valorar la ficción.
Pero para enseñar a nuestros hijos todo eso hay que haber leído mucho, haber leído de todo, incluso a Esther.
“Hoy nosotros, con respecto a los niños, hemos descubierto la atención, la responsabilidad, el riesgo, el temor a las consecuencias, y todo eso lo hemos pagado con la muerte de la fantasía. Hemos reflexionado sobre lo que no debemos hacer con los niños, pero aún no hemos descubierto lo que debemos darles a cambio, cómo debemos dirigirnos a ellos, qué palabras usar, y no tenemos para ofrecerles más que nuestros mundos desiertos”. Natalia Ginzburg (octubre 1969)
Para enseñar a nuestros hijos a tener criterio hay que leer con ellos cuando son muy pequeños para marcarles el camino. Hay que leerles cuentos bonitos y cuentos crueles, historias divertidas e historias tristes, historias con buenos muy buenos y malos horribles. Después, hay que soltarles la mano y comprobar que les hemos enseñado bien, que saben andar solos. Hay que dejarles volar solos, elegir lecturas que a nosotros no van a gustarnos y que pueden parecernos horribles pero que es lo que ellos quieren, sienten o necesitan leer.
Hay que confiar en nuestros hijos y en lo que les hemos enseñado (si es que les hemos enseñado algo). Son mucho más listos de lo que nosotros creemos, y mucho menos idiotas de lo que la sociedad intenta hacerles creer.