La nostalgia invade nuestra memoria y las noches nos obligan al ejercicio de lo entrañable, al ejercicio que nos taladra el pecho y nos lleva al Festival Elsinor, a aquella semana agitada en la que se fundían las paredes de nuestro castillo con nuestros cuerpos, cuerpos de estudiantes entusiastas que construían sus proyectos e invadían el anfiteatro de nuestra facultad.
Este año, al igual que el anterior, nuestro festival no pudo llevarse acabo, aquí no diré los por qué del asunto, pero no quería dejar pasar esta oportunidad sin referirme a lo importante que es, y debe ser, para estudiantes y maestros la organización de este espacio que sirve de plataforma y escenario para los resultados de experimentos escénicos por parte de los jóvenes artistas.
Aunque no tuvimos un festival en sí, los jóvenes estudiantes de la Facultad de arte teatral hemos tenido diversos espacios dentro del Festival de las Artes, las notas que escribo a partir de aquí son para referirme a un espacio en específico, me detendré en la pasarela de carteras de Anisleydis Boza de primer año de diseño escenográfico, realizada el lunes once de abril, a las ocho de la noche en la facultad de música. Aunque esta carrera es la más joven de nuestra facultad nos ha demostrado en diversas ocasiones la ductilidad y las diferentes facetas de sus estudiantes, no sólo experimentando en las líneas del diseño para la escena sino yendo más allá y construyendo caminos propios que se funden, en el mayor de los casos, con el diseño de modas.
Trozos de tela en el suelo, pequeños retazos puestos en forma de herradura son el elemento perfecto para construir la pasarela colorida sobre la que actores y actrices desfilaran las diversas creaciones de Boza que se colorean con tonos grises, negros, toques de verde, rojo, rosa, amarillo y algún estampado de flores, rayas y cuadros, siempre en tonos sobrios.
Diré algo concreto, para evitar la innecesaria diletancia, los diseños tienen una favorable plasticidad que los transforma en complementos modernos y frescos. El uso de diversos cortes en la construcción de las carteras logran darle movimiento y distintas posibilidades, tanto en lo visual como en lo funcional. Recuerdo el bolso con estampados de flores que puede conseguir la forma de cualquier estilo: una mochila, un bolso de noche, un bolso de orejeras grandes hasta una pequeña cartera de cóctel.
El arte pop y el arte óptico, mejor conocido como op art, son influencias que se dibujan en algunos diseños. La cartera que se construye a partir del uso de la espiral como motivo que se repite o la cartera con muchas tiras fruncidas de diversos colores sobre un fondo gris combinan la estridencia, la sobriedad y el balance de estas tendencias artísticas de los años 60.
Lo más loable e interesante de esta pasarela, corta pero enérgica, es el sentido performativo en el desplazamiento de los y las modelos. No es simplemente mostrar el accesorio, ni es caminar con técnica sobre la pasarela, es interactuar con el accesorio, formar un solo cuerpo en una suerte de totalización e impregnarle un movimiento dinámico con pequeñas acciones que producen un diálogo entre modelo actuante y espectador.
Para mí este tipo de acciones escénicas son de gran importancia porque muestran nuestro quehacer personal como artistas, alejándonos un poco de lo académico y propiciando la proyección de una obra que responde a nuestras necesidades creadoras. Anisleydis logra producir este pequeño show de accesorios que combina su experiencia personal con la técnica académica borrándonos, un poco, el sabor a nostalgia que nos deja el recuerdo.
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