Revista Ciencia
La reciente discusión
sobre las teorías de David Deutsch me vino a la memoria la semana pasada al
escuchar una charla del filósofo Kyle Stanford.
Éste sostiene que la estructura institucional de la ciencia contemporánea, con
su insistencia en el peer review, los controles políticos, y presión por
publicar, han fomentado una posición "realista",
"acrítica", "dogmática" entre los científicos, que a su vez
ha llevado a la ciencia a frenar el ritmo y la importancia de sus
descubrimientos. Salir de esta "estanflación epistémica" (el término
es mío) requeriría, según Stanford, que los investigadores se adhiriesen a la
interpretación instrumentalista del conocimiento científico, precisamente la
interpretación defendida por él en su libro Exceeding our grasp. En esta obra se argumenta que,
igual que las teorías actuales solieron ser simplemente y llanamente
inimaginables, inconcebibles, para los científicos del pasado, quienes estaban
básicamente seguros de que sus propias teorías (hoy desechadas) eran correctas
en lo fundamental, igual que eso ocurría, digo, también es de esperar que
ocurra que gran parte de las teorías científicas aceptadas hoy en día se consideren
como radicalmente equivocadas dentro de unos siglos. El éxito empírico de una
teoría, por muy grande que sea, no justifica suficientemente la aceptación de
dicha teoría como verdadera, pues es harto probable que la verdad esté,
sencillamente, "fuera de nuestra capacidad de comprensión" (al menos,
fuera de nuestra capacidad actual de comprensión).
Me acordaba de lo de David Deutsch porque, precisamente, este otro
autor argumenta que el estancamiento de la ciencia moderna, y su borreguil
sometimiento a las instituciones que encorsetan la innovación, son, por el
contrario, resultado de la adhesión de los científicos a las perniciosas
doctrinas del instrumentalismo, el empirismo y el positivismo, y que sólo un
"valiente" realismo será capaz de devolver a la historia de la
ciencia su frescura de antaño.
Mi opinión sobre este debate (debate en mi cabeza, porque ni
Deutsch ni Stanford saben nada el uno del otro) es que ambos pecan de un
excesivo optimismo intelectual, al atribuir demasiados poderes causales a las
ideas filosóficas criticadas o defendidas por cada uno: seguramente ni el ser
realista ni el ser positivista está estadísticamente correlacionado, y mucho
menos causalmente conectado, con el que la ciencia progrese más o menos, y
tampoco tengo muy claro que el sistema científico actual haya realmente
"frenado" el ritmo de descubrimientos científicos (seguramente ha
sido más bien al revés). Quizá el síndrome de Manrique ("cualquiera tiempo
pasado fue mejor") se deba en este caso meramente al hecho de que en los
últimos 200 años se descubrió casi todo lo "espectacular", y ya sólo
quedan por resolver, al menos con nuestros alcances, cuestiones que, comparadas
con otras, parecen más bien detalles técnicos, poco susceptibles de despertar las
ensoñaciones y la ilusión de científicos y no científicos como lo hicieron las
teorías de los científicos más legendarios.
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