Mi padre solía decir que el pasajero se conoce por su maleta. También se dice que a un amigo se le conoce por su ayuda en tiempos inciertos, a un buen ciudadano por su ejemplo y a un escritor por sus obras, tal vez por una poesía que se te quedó prendida del alma o por alguna novela en la que no querías despedirte de los personajes. Conocemos a Basilio Rodríguez Cañada como el editor imparable y enérgico, el gestor cultural que no conoce fronteras y viaja sin descanso, al padre que vela por su familia, al amigo que se reúne después de las presentaciones de libros a reír compartiendo unas tapas, al que ayuda a todos generosamente y al hombre solidario y ordenado con el don de la palabra, también al poeta y escritor que nos deleita con sus poemas míticos y de amor.
Pero hoy queremos dar un paso más: adentrarnos en su alma, en algunos de sus pensamientos, en su intimidad humana. Para ello nos valdremos de algunas preguntas que hizo el novelista Eduardo Lago en su columna del suplemento literario Babelia del periódico El País; en este caso a la escritora Norteamericana Suri Hustvedt. Y como queremos que Basilio nos conteste sobre muchos tópicos, vamos a combinar la entrevista mencionada con la entrevista Capotiana.
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara de la vida de Basilio Rodríguez Cañada.
¿Fue usted una niño feliz?
Los recuerdos de mi niñez son en su mayoría muy gratos. Hasta los diez años viví largas temporadas en el campo, en plena naturaleza, donde mis padres se ocupaban de tareas agrícolas y ganaderas, compartí dichas estancias con pastores y labriegos que fueron mi familia. Los animales eran también parte de mi entorno: nuestro perro mastín que cuidaba las ovejas y las defendía de los lobos; el caballo tordo que montaba junto a mi padre para hacer los desplazamientos campestres; las ovejas churras y merinas cuya apreciada carne de las primeras y la fina lana de las segundas venían a buscar los carniceros y familias locales periódicamente y los laneros castellanos cada año tras la esquila; las cabritillas que pastoreaba junto con a mi perro y que permitían a mi madre cuajar, encinchar, salar, secar y madurar los exquisitos quesos de cabra que aún hoy me recuerdan los sabores de antaño; los pájaros que anidaban en el alero de mi casa de campo y me alegraban con sus cantos de cortejo y apareamiento, al igual que cuando volaban en bandadas; el nocturno ulular de búhos y lechuzas que amedrentaban a mi madre y del que pretendía protegerme metiéndome temprano en la cama; el temido aullido de los lobos que acechaban a los rebaños… Y mis amigos y primeros amores. Era un ambiente rural, bucólico y sin artificios, que marcaba el discurrir del tiempo por el ciclo de las cosechas y las cuatro estaciones estaban definidas por las tareas propias de las mismas: en la primavera y verano los agricultores se dedicaban por un lado a las huertas, que nos ofrecían los productos para la gastronomía de esos meses primaverales y estivales, en los que se imponían las verduras, hortalizas y frutales; además, en estos meses se realizaban las tareas de siega de las mieses y la trilla. Los meses de otoño y de invierno se dedicaban a la recolección de la uva y de la aceituna y las consiguientes elaboraciones del vino y del aceite; también se araba y sembraba la tierra en la época otoñal. Otra tarea fundamental durante los días de frío invierno era la matanza, ceremonia artesanal que reunía a la familia y amigos para sacrificar los cerdos con los que elaborar los embutidos y jamones que componían una parte importante de la dieta de los hombres y mujeres del campo. Y así año tras año.
¿Qué leía?
En mi infancia no fui inducido a la lectura. En mi entorno familiar y social se leía poco. Y solo la escuela nos obligaba a realizar el ejercicio de la lectura por imperativo de los profesores de antaño que intentaban desbravarnos y cultivar nuestro intelecto a duras penas. Aunque dicen los viejos del lugar que yo era un niño disciplinado y estudioso. Tanto que se plantearon llevarme a un seminario menor, en la idea de que podría ser un futuro clérigo. Menos mal que mis padres no tomaron esa decisión y optaron por la emigración a una gran ciudad, donde mi realidad y futuro fueron otros.
¿Cómo se hizo escritor y poeta y por qué editor?
Cuando contaba apenas diez años, mis padres emigraron a la gran urbe madrileña, rompiendo mi cordón umbilical con el contexto social rural en el que vi la luz primera. Al ser trasterrado por la fuerza, perdí los referentes de mi infancia: la familia, los amigos y la naturaleza. De pronto, me obligaron a permutar mi pueblo por una jungla de hormigón y asfalto, y a mis familiares y amigos por desconocidos que me hacían sentir diferente y extraño. También perdí la posibilidad de convivir a menudo con la auténtica inductora de mi singladura literaria: mi abuela Inés, que desde mi más tierna infancia sembró mi creatividad e imaginación con sus reiterativos cuentos e historias, que normalmente me narraba al calor de la lumbre o en la mesa camilla con el brasero de carbón las intempestivas noches de otoño e invierno, cuando no podía corretear libre y a mis anchas con mis compinches de juegos.
Fue entonces, al ser condenado a vivir “encerrado” en la gran metrópoli, cuando descubrí el refugio de la lectura, que me permitía vivir mundos diferentes a la dura realidad y proyectarme en las aventuras de los protagonistas de esas obras, normalmente de acción.
Me convertí en adicto a los cómics, que intercambiada en un puesto callejero a una señora (mi primera librera) por unos pocos céntimos o pesetas, lo que me permitía reabastecerme periódicamente de nuevo material con el que nutrir mi desconcierto vital y cimentar, sin darme cuenta, mi vocación literaria.
Esas primeras lecturas me llevaron a emborronar algunos cuadernos con historias sospechosamente similares a las que había leído. Recuerdo que uno de mis primeros relatos llevaba por título “El viejo y el mar”, como homenaje inconsciente a Hemingway. Y unos versos ripiosos y deshilvanados, con leves aires machadianos o becquerianos, fueron mis primeras declaraciones amorosas a un par de niñas con trenzas con las que compartía pupitre y horas de colegio, mientras se desbocaba mi imaginación.
También por esos años de preadolescencias diseñé unas cuartillas manuscritas con pretensiones de revista literaria (sic) o básicos y burdos libelos con cubiertas coloridas y tipografías barrocas, en los que plasmaba mis historietas y poemillas, junto a noticias, historias o textos ajenos. Supongo que fueron mis primeros balbuceos como editor, aunque entonces no me llegué a plantear siquiera tal posibilidad. No sabía lo que era ser editor ni me atraía tal actividad profesional. Pero sí me veía como poeta laureado recitando sus versos a la amada ocasional.
La ignorancia e inocencia de la infancia lo justifica casi todo.
Quizá por ese afán de seducción a través de las palabras, seguí perseverando en lides poéticas hasta llegar a “imprimir” artesanalmente una primera poesía reunida, cuando apenas alcanzaba mi mayoría de edad, que titulé Poemas adolescentes, de la que hice cinco copias: una para mi amada de entonces, otra para mi madre, una tercera para la chica que me ilustró el volumen, una cuarta para no recuerdo quién y la quinta me la quedé yo como muestra de tal proeza.
Tiempo después perseguí cada uno de esos ejemplares para intentar destruirlos, lo que logré con todos salvo con el ejemplar de la chica amada, a quien no conseguí convencer de que era mejor tener una copia debidamente impresa de mi primer poemario, Las adolescentes, que publiqué años más tarde. No resulta fácil borrar el rastro de nuestras travesuras y fechorías literarias.
¿En cuál de los géneros literarios se siente más cómodo escribiendo?
Alterno con gusto y sin problemas la poesía con la narrativa, incluso con el ensayo y en ciertos momentos con el artículo o columna de opinión. También he llegado a disfrutar con la crítica literaria.
Sin embargo, debo confesar que la poesía es el género con el que más disfruto y el que me ha deparado mayores satisfacciones de todo tipo.
¿Qué opina del feminismo?
Que sigue siendo necesario para combatir al machismo y para lograr un auténtico igualitarismo entre hombres y mujeres. Durante siglos la mujer ha sido injustamente relegada a un segundo plano en la sociedad y en la cultura, por no hablar de la literatura. Aunque creo que la inmensa mayoría de las culturas son matriarcales, porque sus bases ideológicas y morales son habitualmente transmitidas por vía materna.
Desde luego, en mi vida, las mujeres han marcado mi devenir personal, afectivo, social y profesional. Y creo que mi porvenir también será encauzado de la misma manera.
No puedo concebir mi existencia sin mujeres como mi abuela Inés, Josefa, la mujer que me dio la vida, Raquel, mi compañera y la madre de mis tres mejores versos, o Carolina, la luz de mis ojos, que representa el futuro sublimado.
¿Piensa en la muerte?
Desde luego, es la única certeza con la que nacemos: nuestra finitud. Pero la ignorancia del momento exacto en que se producirá nuestro óbito es algo que nos hace vivir en una estado de dulce inconsciencia de la muerte, salvo cuando se intuyen las campanadas de la despedida, cuando el cuerpo y el alma comienzan a percibir el final o el cambio de ciclo.
En mi caso, debo confesar que, hoy por hoy, no es algo que me aflija o apremie en las tareas que deba resolver antes de abandonar este mundo terrenal.
¿El escritor nace o se hace?
Hay personas que tienen una cierta propensión o facilidad para comunicarse por escrito. Pero el plantearse la escritura profesionalmente requiere que debemos profesionalizarnos, primero con una formación o pulimento adecuados de nuestra técnica y, sobre todo, con la lectura como actividad constante y continuada para depurar nuestro estilo y técnica literaria. Como afirmaba Borges: “que otros se jacten de las páginas que han escrito, yo me enorgullezco de las que he leído”.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Pues me decantaría por el repetido tópico de vivir en una isla, con una grata compañía y una nutrida biblioteca a mi disposición. Soy consciente de mi escasa originalidad en la respuesta, pero como buen pragmático que soy, dudo que alguna vez se pueda dar esta circunstancia en mi vida.
Desde muy joven albergué la idea de pasar mis últimos años en la casa familiar de mi pueblo extremeño, para lo que fui formando una completa biblioteca con los libros que me habían hecho disfrutar con su lectura y con los que no tuve tiempo de leer, pero me apetecía hacerlo. Sin embargo, dudo que al final llegue a atesorar el tiempo necesario para ese retiro “de libro”. Por ese motivo, he comenzado a donar mi biblioteca a diferentes instituciones, donde pueda ser más útil y duradera.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me gustan los animales, porque la mayor parte de las veces son mucho más previsibles, fieles y racionales que las personas, pero soy una persona social y necesito a los demás para sentirme integrado, comprendido, querido, escuchado, atendido, acompañado, útil, justificado y vivo.
A pesar de que hay un dicho popular que afirma: “con ciertos amigos, no hacen falta enemigos”, sigo creyendo en el valor de la amistad.
¿Es usted cruel?
No lo creo, al menos conscientemente. Siempre me ha molestado que cualquiera haga daño sin necesidad y, sobre todo, he procurado no infligir daño a los demás. Aunque a veces, de manera inconsciente, sí me han dicho que lo he causado. Y, sinceramente, me arrepiento de ello.
Otra cuestión muy distinta es permitir que los demás se regodeen maliciosamente con el sufrimiento ajeno. Sobre todo, provocándolo. Eso nunca he podido soportarlo ni justificarlo. Y he luchado activamente, por distintos medios, contra esta práctica tan habitual en nuestra sociedad.
¿Tiene muchos amigos?
Creo que sí, aunque amigos de verdad, los que se cuentan con los dedos de las manos, amigos por los que harías casi cualquier cosa o que estén dispuestos a hacer lo mismo por ti, son muy escasos. En mi caso, sigo necesitando ambas manos para contarlos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La sinceridad, la autenticidad, la fidelidad y el compromiso.
¿Suele decepcionar a sus amigos?
Es una pregunta que deberían responder ellos. Pero si nos atenemos al dato de que son muchos los años que mantengo mis amistades más cercanas, debe ser que les decepciono poco o que el cariño que me profesan hace que me perdonen las posibles decepciones que les pueda generar.
¿Es usted una persona sincera?
Procuro serlo. Es cierto que a veces la memoria y los recuerdos terminan fusionando ficción y realidad y todo nos parece uno.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Suelo disfrutar de muy poco tiempo de asueto, pero el poco del que dispongo procuro destinarlo a la familia, a las lecturas no derivadas de nuestro quehacer profesional, a la escritura, a hacer deporte (ahora mucho menos que antes), a estar con las personas queridas y con los amigos, a ver cine, pasear, dormir…
¿Qué le da más miedo?
La incertidumbre, el poder de la sinrazón, la maldad humana, el caos, el dolor y sufrimiento innecesarios, la nada.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La iniquidad, la prepotencia, la ignorancia manifiesta, el poder incontrolable del dinero y la injusticia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Uno de mis poemas comienza así: “Pude ser tantos hombres que nunca he conocido…”. Constantemente tomamos decisiones que pueden cambiar nuestro presente y, especialmente, nuestro futuro laboral y personal.
Siempre me gustó la docencia, y creo que no lo hice mal los años que me dediqué a ella. Mi formación pedagógica me hizo imaginar durante un tiempo que desarrollaría un trabajo vinculado con la educación especial, pero luego me dediqué a la gestión y la dirección institucional, a la comunicación y a otras tantas labores, que nunca había podido ni siquiera imaginar.
Y ahora, creo que me jubilaré como “editor en vilo” (siempre con la incertidumbre a cuestas), algo a lo que imaginé que solo dedicaría parte de mi tiempo libre y que se ha convertido en un cometido esencial, muy vocacional y absorbente.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Desde mi etapa universitaria fui un deportista activo, e incluso estuve federado y en competiciones oficiales durante mucho tiempo. Fundé los equipos de fútbol y de frontenis de la Universidad Complutense de Madrid y coordiné las actividades deportivas de los colegios mayores madrileños, lo que me obligaba a “estar en forma”.
Con el paso de los años y la dedicación a un trabajo sedentario, que me obligaba a interminables jornadas de despacho, el cuerpo perdió elasticidad y vinieron las lesiones que me obligaron a ir abandonando, poco a poco, la práctica deportiva oficial y regular. Me refugié en la bicicleta y en los deportes al aire libre, pero cada vez con menor dedicación.
Todavía juego al frontenis con mis hijos, hago algo de natación, bicicleta y gimnasia de mantenimiento, pero sin grandes pretensiones.
¿Sabe cocinar?
Siempre he tenido en mi entorno cercano a grandes cocineras que me eximieron de convertirme en un chef reputado entre familiares y amigos.
Durante mis años de soltería me apliqué en el noble ejercicio culinario de subsistencia, pero sin llegar a acuñar otros platos y recetas que no fuesen mis “famosos” sándwiches de atún y queso, las coloridas y variopintas ensaladas “de todo un poco”, los huevos fritos con puntillita, la carne a la plancha y el plato estrella del queso curado cortado en cuñas y los famosísimos platos de jamón de recebo en finas lonchas.
Con este limitado, aunque exitoso, currículum gastronómico, nunca sentí la tentación de presentarme a los procesos de selección de los archiconocidos programas televisivos de cocina.
Pero, eso sí, hago que se sientan gratificados los cocineros y cocineras de quienes degusto sus exquisiteces, que me permito regar con buenos caldos, entre los que goza de mi predilección el vino tinto de Ribera de Duero y el blanco gallego de denominación Albariño.
Si el Reader ‘s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sin pensarlo dos veces, sobre la reina Elisa Dido, la fundadora de Cartago. Uno de los personajes que me hechizó desde que conocí su verdadera historia, tergiversada por el poeta romano Virgilio cuando la convirtió en personaje de su Eneida.
También siento atracción por Ulises, el viajero impenitente.
Sobre ambos he escrito y seguiré haciéndolo, al igual que de otros que despertaron mi interés literario y personal: Isabel Eberhardt o el general francés napoleónico Dessaix, ambos con una vida absolutamente literaria y un final trágico o romántico, según se vea.
Y sobre otros muchos mitos y leyendas de diferentes culturas que me hicieron volver a ser ese niño curioso, embelesado por las historias que me narraba mi abuela materna. O quizá debería escribir sobre personas reales y cercanas inolvidables, para convertirlas, por derecho propio, en inmortales personajes literarios.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Palabras como vida, ahora, nosotros, futuro, paz, familia, compartir, amor o trabajo, en cualquier idioma y en todos ellos, son ilusionantes y me hacen recuperar la confianza en la humanidad.
¿Y la más peligrosa?
Los pronombres y adjetivos posesivos, tanto en singular como en plural. Implican pertenencia y exclusividad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Claro que no. Pero sí en provocarle serias lesiones. Aunque estos deseos y pensamientos solo los he sentido en escasos y breves momentos de arrebato al descubrir traiciones, engaños o robos manifiestos.
Pero, como soy muy determinista, siempre he pensado que hay una justicia natural, aunque a veces se hace de rogar, que a cada uno le otorga su merecido. Y a la mayoría de personajes funestos en mi vida siempre ha terminado sobreviniéndoles un daño muy superior al que a mí me infligieron.
Hay un proverbio de origen chino que dice: “siéntate en el umbral de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar”. Aunque no hace falta llegar a constatar de manera tan directa el efecto de la mencionada justicia natural.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un demócrata liberal, que cree en el estado de derecho, el respeto a las libertades individuales y colectivas, en la justicia social así como en la pluralidad y respeto mutuo de las diferentes sensibilidades e ideologías políticas.
Desgraciadamente, actualmente no me siento totalmente representado por ninguna formación política de nuestro arco parlamentario.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy consciente de que se me adjudican, sin fundamento, pecados capitales como la soberbia, la ira, la lujuria y la gula, pero solo me reconozco en esta última, a la que añadiría como vicio destacable mi adicción al trabajo.
¿Y sus virtudes?
Como cristiano confeso, aunque no muy practicante, me adscribo a las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, a las que añadiría la humildad, la gratitud, la templanza y ciertas dosis de paciencia. A veces, también la diligencia y determinación para actuar.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sinceramente, no me gustaría terminar así la entrevista. Además, le tengo mucho respeto al agua. Seguro que en alguna de mis vidas anteriores debí morir ahogado.
Le propongo que cambie la pregunta y me interrogue sobre las imágenes con las que me gustaría despertarme en un paraje natural, en el que morase en compañía mis personas más queridas.
Y, sin dudarlo, le diría, que me gustaría que me despertasen las acariciantes y luminosas risas de mi pareja, mis hijos y las de los hijos de mis hijos, así como el recuerdo de las personas bondadosas (padres, abuelos, tíos, amigos…) que bien me quisieron y me hicieron tal como soy.
Comprenda, que este es un colofón con el que me siento más a gusto.
En Madrid, a siete de julio del año dos mil veintidós.
Terminamos esta entrevista dándole las gracias a Basilio por abrirnos su corazón. Sus respuestas nos muestran a un hombre sincero, culto y leído, a la vez que abierto, familiar, sencillo y simpático. Fue un placer imaginarlo como el niño que cambiaba moneditas por cómics y conquistaba sus novias adolescentes con poemarios hechos por él. Su destino ya estaba escogido desde entonces, pero él se fue por otros caminos como los de la educación o la locución en la televisión; pero volvió a su naturaleza y se convirtió en cazador de obras literarias nuevas, en pulidor de las antiguas, en explorador de historias, en arqueólogo de mitologías, en aventurero y marchante a la búsqueda y rescate de versos, en mago que de su sombrero en vez de conejos saca libros, en atrapasueños de autores noveles y comprometidos y en una especie de alquimista que en vez de transformar metales en oro, transforma la palabra suelta en obra y construcción. Que grato fue descubrirlo un poco más, ahora sabemos sobre sus gustos (qué vinos prefiere, los platos que sabe preparar, etc.). También sobre su niñez en Extremadura y su abuela Inés. Para el resto esperamos seguir conociéndole y acompañando en sus aventuras literarias para dejarnos cautivar por su extraordinaria personalidad.
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Basilio Rodríguez Cañada es el presidente del Grupo Editorial Sial Pigmalión de España fundado hace veinticinco años. Es un laureado poeta y escritor además es profesor, articulista, africanista y gestor cultural. Es presidente del PEN Club Español. Su excelente facilidad de palabra lo ha llevado a presentarse como orador en diferentes instituciones, ferias, cursos, universidades y espacios culturales alrededor del mundo. Así como en congresos, presentaciones de autores y sus libros, talleres y conversatorios literarios muchas veces organizados por él.
Nació en el municipio de Navalvillar de Pela, en la provincia de Badajoz. en Extremadura. Es licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid.
Está casado con Raquel Delgado López y tiene tres maravillosos hijos, Alejandro, Juan y Carolina. Cuenta además con una gran familia literaria.
Algunas de las múltiples actividades a las que le ha aportado su trabajo y energía entre muchas otras han sido:
Desde 1989 hasta 2003 fue subdirector del Colegio Mayor Universitario “Nuestra Señora de África”.
Desde 2001 hasta 2006 fue profesor de Técnicas de Dirección y de Comunicación en la Institución Universitaria Mississippi de Madrid, dependiente de la University of Southern Mississippi (USA).
Desde 2005 hasta diciembre de 2007, presentó y coordinó el programa televisivo semanal de multidifusión “Tiempo de tertulia”.
De 2012 a 2015 fue presidente de la Asociación Española de Africanistas, Sección Española del Consejo Europeo de Estudios Africanos.
En 2018 Rodríguez Cañada recibió el premio “Estrella de Oro» otorgado por el Instituto para la Excelencia Profesional (IEP), como reconocimiento a su labor profesional y compromiso con la Excelencia.
En 2020 recibió el Premio Europeo a la Calidad Empresarial, otorgado por la Asociación Europea de Economía y Competitividad, como reconocimiento a su trayectoria profesional.
Pertenece a la Academia Norteamericana de Literatura moderna, capítulo Reina España.
Su obra ha sido traducida a muchos idiomas. Y su trayectoria ha sido marcada en artículos y periódicos y revistas que reseñan sus actividades, viajes, opiniones y obras.
Libros de poesía:
Las adolescentes (1986, 1996 y 1997), Acreedor de eternidades (1996 y 1997), Afluentes de la memoria (1997), La fuente de jade (1998), La llama azul (1999),Breve antología poética. 1983-2000 (2000), Amiga, amante, compañera (2001), País de sombras (2001), Viaje al alba (2005), La brisa y el simún. Poema dramático (2006), Hubo un tiempo (2008), Suma poética. 1983-2007 (2011), Sobre la piel del amor (2017), ¡Imagínate! Antología (2018), Cuaderno mediterraneo, Historias, mitos y leyendas (2021)The wordsmith (El forjador de palabras) (2022).
Sus obras además aparecen en diversas antologías y se ha destacado por escribir bellísimos y acertados prólogos.
Estudios sobre su poesía: El imaginario poético de Basilio Rodríguez Cañada. Intimidades, itinerarios, remembranzas (2019), La piel de la poesía de Basilio Rodríguez Cañada (2019), La llamada de las sirenas. La mitología en la poesía de Basilio Rodríguez Cañada (2022).
Otras obras: Poesía Ultimísima. 35 voces para abrir un milenio (1997), Milenio. Ultimísima Poesía Española. Antología (1997), Conflictos y cooperación en África actual (2000), El sueño de la pirámide (2012)
Mucha de esta información fue obtenida de la página web: Wikipedia. Basilio Rodríguez Cañada.