Revista Psicología
La envidia es lo contrario del amor y no es una falta menor o que no debemos darle importancia. La envidia no nos deja ser felices o mejor dicho trunca nuestro estado de paz y felicidad. La envidia siempre causa terribles estragos en las relaciones humanas. Caín mató a su hermano por envidia, José fue vendido por sus hermanos porque le tenían envidia; Judas entregó a Jesús a los jefes religiosos y a Pilato porque sentía envidia del Maestro. Podemos citar numerosos ejemplos parecidos en la Biblia, al igual que en la vida de familias, empresas, profesionales, religiosos, filósofos, científicos, comerciantes, naciones, etc. Nuestro mundo sufre convulsiones sociales religiosas y políticas debido a la envidia que siente un ser humano por otro y el deseo de acapararlo todo para uno solo. O el simple hecho de tener razón. El deseo de poder se impone en la política, en la economía, en la religión y en las clases sociales de los países. Jesús dijo: " Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis seguidores, en que os améis unos a otros" Amar a nuestro prójimo es desearle siempre el bien, alegrarse de sus triunfos y conquistas con todo nuestro corazón, sin fingimientos; Por el contrario, no amarlo, o sentir envidia, es desearle el mal, o simplemente ser indiferente a lo que le sucede, sentir celos de sus conquistas y sus logros, pensar que lo que el otro ha conseguido no lo merece y que nosotros somos merecedores de lo que tienen los demás o inclusive desear que el otro no tenga nada de lo que nosotros tenemos. Cuando uno ama con el amor de Dios y ve que alguien triunfa o es talentoso, se produce un sentimiento de alegría por él; ese sentimiento de alegría repite con cada uno de los demás. Amar con el amor de Dios es poner en primer lugar al prójimo; en cambio, lo contrario del amor es ser envidioso, es pensar primeramente en uno mismo. Cada vez que somos conscientes de que en nuestro corazón hay un sentimiento de envidia, podemos estar seguros de que no proviene del amor que nos manda Dios . Ninguno de nosotros estamos libres de este sentimiento contrario al amor. Si queremos ser curados necesitamos recibir al autor del amor en nuestro corazón, Él es la manifestación del Dios invisible, la manifestación del verdadero amor. Sí, Jesús, quien, como persona divina, no se aferró a ser igual a Dios, sino que “se despojó a sí mismo” de su divinidad, tomó la forma de siervo y se humilló hasta la muerte por los demás. Cuando este Señor Jesús, venerado por muchas religiones, odiado por muchos grupos sociales modernos, entre a formar parte de nuestra vida y sus enseñanzas sean una verdadera realidad experimental para nosotros. Seremos sanados de la envidia que tanto daño está causando en la humanidad. Ya no seremos parte del problema sino parte de la solución. Encontraremos uno de los secretos para conseguir felicidad. "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz."