Revista Cultura y Ocio

Epicuro

Publicado el 14 abril 2019 por Academiacruellas

Desde Academia Cruellas, en Fraga vamos a analizar hoy la figura de Epicuro. Nació en Samos en el 341 a.C. Cuando se trasladó a Atenas, Epicuro se percató de que tenía algo nuevo que decir mientras que a las escuelas de Platón y Aristóteles les quedaba exclusivamente el pasado. Instalado en Atenas, creó su escuela. El lugar que eligió para su escuela expresa la revolucionaria novedad de su pensamiento: no se trataba de un gimnasio, símbolo de la Grecia clásica, sino de un edificio con un jardín -más concretamente un huerto- en las afueras de Atenas. El jardín estaba alejado del tumulto de la vida pública ciudadana y cercano al silencia de la campiña.

El mensaje que procedía del jardín lo podemos resumir en unas cuantas ideas generales: a) la realidad es algo perfectamente penetrable y cognoscible por la inteligencia humana; b) en las dimensiones de lo real hay espacio suficiente para la felicidad del hombre; c) la felicidad es carencia de dolor y de perturbación; d)para lograr esta felicidad y esta paz, el hombre sólo tiene necesidad de sí mismo; e) no le hacen falta, pues, la ciudad, las instituciones, la nobleza, las riquezas, ninguna otra cosa y ni siquiera los dioses. El hombre es perfectamente autárquico.

Con este mensaje, se hace evidente que todos los hombres son iguales, porque todos aspiran a la paz mental, todos tienen derecho a ella y todos, si quiere, pueden alcanzarla. Por consiguiente, el Jardín quiso abrir sus puertas a todos: a nobles y plebeyos, a libres y esclavos, a hombres y mujeres, e incluso a hetairas en busca de redención. La nueva doctrina que procedía del Jardín era original precisamente en su espíritu peculiar, en la clave espiritual que la caracterizaba: era una llamada a un tipo de vida inhabitual. En Epicuro, se da más de un rasgo que recuerda la figura del profeta. ” Ahora bien, la fe epicúrea es una fe en este mundo, negadora de toda trascendencia y radicalmente ligada con la dimensión de lo natural y lo físico.

En términos generales, Epicuro aceptó la división realizada por Jenócrates con respecto a la filosofía: lógica, física y ética. La primera debe elaborar los cánones según los cuales reconocemos la verdad, la segunda estudia la constitución de lo real y la tercera, la finalidad del hombre (la felicidad) y los medios para alcanzarla. Es en función de la tercera como se elaboran las dos primeras. Platón afirmó que la sensación confunde al alma y distrae del ser. Epicuro invierte por completo esta postura sosteniendo que al contrario la sensación y sólo ella, capta el ser de modo infalible. Ninguna sensación se equivoca nunca

Como segundo criterio de verdad, Epicuro proponía la prolepsis, anticipaciones o prelaciones, que son las representaciones mentales de las cosas, es decir, la memoria de lo que a menudo se nos ha mostrado desde fuera. La experiencia deja en la mente una impronta de las pasadas sensaciones y dicha impronta nos permite conocer por adelantado los rasgos de las cosas correspondientes, aunque no las tengamos ahora delante nuestro.

Como tercer criterio de verdad Epicuro coloca los sentimientos de placer y de dolor. Las afecciones de placer y de dolor son subjetivas, por las mismas razones que lo son las sensaciones. Sin embargo, dichas afecciones poseen una importancia muy peculiar. Al igual que todas las demás sensaciones, sirven como criterio para distinguir lo verdadero de lo falso, el ser del no ser.

Sensaciones, prolepsis y sentimientos de placer y dolor poseen una característica común, que garantiza su valor de verdad: la evidencia inmediata. Por lo tanto, mientras nos limitemos a la evidencia y aceptemos como verdadero lo que es evidente, no podemos errar, porque la evidencia siempre procede de la acción directa que ejercen las cosas sobre nuestro ánimo. Evidente en sentido estricto es que sólo aquello que resulte tan inmediato como las sensaciones, las anticipaciones y los sentimientos. Sin embargo, como el razonar no se puede limitar a lo inmediato, al tratarse de una operación de mediación, surge la opinión y, con ella, nace la posibilidad del error. Por lo tanto, mientras que las sensaciones, las prolepsis y los sentimientos siempre son verdaderos, las opiniones a veces pueden ser verdaderas o falsas. Debido a ello, Epicuro trató de determinar los criterios que servirían para distinguir las opiniones verdaderas de las falsas. Pero esto, lo veremos en una nueva entrada.


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