León de Arroyal, en su obra «Los epigramas » de 1784, describe con precisa profundidad «que su belleza consiste en dos cosas: La una es un juego de voces que deleiten el oído (…); y la otra, que es la más principal, la brevedad, novedad, agudeza o elevación del pensamiento que sorprende gustosamente el ánimo […]».
Es decir, « […] con que en pocas palabras se explique gran concepto […] »[2]. Característica que precisa de gran inteligencia.Los orígenes de esta composición poética son muy antiguos. Datan de la antigua Grecia, con Calímaco (s. IV a. C.) y Asclepíades de Samos (s. III d. C.). Aunque es en Marco Valerio Marcial, natural de Bílbilis, la actual Calatayud [(Zaragoza) (aprox. año 40 d.C-104 d.C.)] y cuya vida transcurrió en la Roma imperial en donde el epigrama alcanza su mayor esplendor. Cultivó un nutrido número de amistades que le permitieron subsistir y entre las cuales destacaron Plinio El Joven y los césares Tito y Domiciano. Muchas de sus composiciones son adulaciones a sus mecenas pero tambien descripciones de la vida pública y privada de los romanos, con sus aciertos y corrupciones, con sus hipocresías y virtudes. A Marco Valerio se le debe la creación definitiva del género literario. Toda su obra fue escrita bajo esta fórmula debiendo soportar la crítica de los prosistas que monopolizaban la creatividad literaria.Transcurrido el tiempo surge en el Renacimiento manteniéndose como recurso para muchos poetas y escritores, entre ellos, Baltasar Gracián, el duque de La Rochefoucauld, Voltaire, Goethe, La Bruyere, Oscar Wilde y George Bernad Shaw.Un ejemplo de epigrama, en este caso creado por Gracián:«Todos viven penando si se advierte,Éste por no perder lo que ha ganado,Aquel, porque jamás se vio premiado».O este otro redactado por La Bruyere:«La tonta vanidad parece consistir en la inquieta pasión de hacerse valer aún por las más pequeñas cosas ».O el escrito por La Rochefoucauld:«Si se examina la naturaleza de las enfermedades, se encontrará que tienen su origen en las pasiones y angustias del espíritu »[3].En la actualidad, el epigrama vuelve con fuerza a manos de las tecnologías de la comunicación. Ha sido una llegada que nace no de una corriente literaria sino innovación de un grupo de informáticos como característica de un programa de comunicación social. Este se llama Twitter. Se puso en marcha en California (EEUU) en 2007. Cuenta con más de 200 millones de usuarios por todo el mundo que deben expresar sus opiniones y comentarios limitados a 140 caracteres, unas 30 palabras aproximadamente.Sin duda podrán decirse cosas en tan poco número de palabras pero decir muchas en tan pocas exige un ingenio que es impuesto por este programa y que nos arroja a un minimalismo comunicativo que busca la esencia en bruto prescindiendo de otras consideraciones más liricas y bellas. Por desgracia los textos breves carecen, muchos de ellos, de cualquier atributo que pueda aproximarse a lo ingenioso. En otras ocasiones lo procaz es confundido con lo satírico.
Lo conciso se ha convertido en arquetipo de lo social mostrando un hombre desnudo que revela un primitivismo no diría animal, aunque animales somos.La confluencia en el siglo XXI, de la brevedad del epigrama de Marco Valerio Marcial del siglo I ( d.C.) no deja de ser llamativo y demuestra, una vez más, como dice el Eclesiastés 1.9-10: «Lo que fue, eso será; lo que se hizo, se hará: nada hay nuevo bajo el sol ».
[1]Diccionario de la Real Academia Española, (2001), 22ª edición en diccionario real academia, en http://rae.es/recursos/diccionarios/drae
[2]De Arroyal, L. (MDCCLXXXIV): «Los Epigramas », Madrid: Joaquin Ibarra, Impresor de Cámara de S.M.
[3]Bergua, J., (1963): «La Rochefoucauld, Máximas; Goethe, Epigramas y La Bruyere, Los caracteres de Teofrastos», Madrid: autor-editor.
Fotografia: Busto de Marco Valerio Marcial, en http://www.xn--espaaescultura-tnb.es/es/artistas_creadores/marco_valerio_marcial.html
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