Revista Ciencia

¿Es el ecologismo de izquierdas? (y viceversa)

Por Jmmulet

Hoy parece indiscutiblemente aceptado que los partidos de izquierda son ecologistas y los partidos ecologistas son de izquierdas. El hecho que últimamente los diferentes partidos verdes suelan presentarse en coalición con partidos de izquierda parece apoyar esta tesis. En España nunca ha existido un partido verde de referencia y el ecologismo político se ha diluido en una ensalada de siglas, partidos, escisiones, corrientes de opinión, asambleas, etc… Las coaliciones con partidos de izquierda o nacionalistas no han sido demasiado duraderas (quizás con la excepción de IC-Verds) ni con demasiados réditos, sobre todo para los partidos de izquierda con mucha mayor trayectoria electoral. De hecho es bastante frecuente que cuando algún militante verde quiere hacer carrera política se pase a un partido grande, a veces, después de perder unas primarias. Otras veces las alianzas han rozado lo pintoresco, como en las elecciones de 1988 donde con el Partido Humanista, secta, más que partido, creado por Mario Rodríguez Cobo, más conocido como Silo, un psicoterapeuta reconvertido a mesías se presentó bajo la denominación de los Verdes Ecologistas, y luego estuvieron unos años pleiteando con Los Verdes, por la titularidad del nombre. Creo que asumir que el ecologismo es indisolublemente de izquierdas es un error de base. La defensa y protección del medio ambiente debe ser un objetivo prioritario de cualquier partido, tenga la ideología que tenga. Considerar el ideario verde como patrimonio de un sector ideológico es un profundo error cuya consecuencia es excluir a un sector de la sociedad del compromiso medioambiental. Lo mejor del tema es que la identidad izquierda-ecologismo es reciente y tiene pocos fundamentos históricos.

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Covadonga-Picos de Europa, el primer parque nacional en España.


Los primeros parques naturales, espacios protegidos y leyes de protección mediambiental en España datan de principios del siglo XX y no son fruto de demandas populares, ni mucho menos, sino de la nobleza terrateniente, tradicional propietaria de campos, montes y bosques. La nobleza buscaba con esto, por una parte, preservar sus cotos de caza, y por otra, afirmar sur privilegios y defender su posición frente a la pujante burguesía industrial urbana, ávida de suelo y sobre todo, de leña y carbón para las calderas de sus fábricas. En este aspecto destaca el diputado cántabro Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa e impulsor de la ley de Parques Nacionales en 1915, que fue la que dio paso a los primeros parques españoles (Covadonga y Ordesa). Esta actitud que parece tan decimonónica llega hasta casi a nuestros días. El famoso slogan de los 70 “Cuando el bosque se quema algo tuyo se quema”, fue hábilmente transformado por el humorista Perich en “cuando el bosque se quema, algo suyo se quema, señor Conde” o recuperar la genial película “La Escopeta Nacional”. En Europa la situación no es muy diferente, y las primeras leyes netamente ecologistas se las debemos a la Alemania de Hitler, ya que la naturaleza tenía un papel preponderante es su delirante ideología, reflejado en el movimiento “Blut und Boden” (sangre y tierra) de Martin Heidegger. También la España de Franco crea el ICONA en una fecha tan temprana como 1940. Curiosamente la relación con la izquierda de muchas organizaciones ecologistas es poco más que inexistente. La Sociedad española de ornitología (SEO) nace en 1954 con el beneplácito del régimen. Otro ejemplo es la WWF fue fundada por el Duque de Edimburgo, y que siempre ha contado con miembros de las realezas europeas en su consejo directivo. La rama española ADENA (actualmente integrada dentro de ella), tuvo como presidente de honor al rey Juan Carlos, y como presidentes ejecutivos al Duque de Calabria y durante largo tiempo al financiero Manuel de Prado y Colon de Carvajal. De hecho cuando surgen los primeros partidos ecologistas en el seno de la izquierda acusan a ADENA de tener en su consejo a lo mejor del Franquismo. No hay que olvidar que ADENA fue fundada por el personaje más mediático del conservacionismo español: Feliz Rodriguez de la Fuente, responsable que muchísima gente estudiarara biología y/o se preocupara por el medio ambiente. Su éxito televisivo es debido en gran medida a su amistad con Jaime de Foxá, personaje del régimen responsable del servicio de caza y pesca fluvial. El mismo Félix tuvo que sufrir las iras de los ecologistas militantes cuando se negó a posicionarse en temas como el debate nuclear. En España también existieron partidos verdes de derechas, como el Partido Ecológico Español de Damián Téllez y Fernando Enebral, que acabó integrado en Alianza Popular.

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El Mar de Aral, una de las mayores catástrofes medioambientales


Y mientras tanto ¿la izquierda se preocupaba por el medio ambiente en sus orígenes? El movimiento comunista surge como respuesta a los desmanes de los empresarios de la revolución industrial, donde los obreros eran poco más que esclavos condenados a una vida de miseria. Con la barriga vacía nadie se preocupa del medioambiente. Esto es algo que parece que no han acabado de entender muchos agroecólogos (signifique lo que signifique la palabreja). Cualquier propuesta agroecológica que implique un descenso significativo de producción está abocada al fracaso. En la obra de muchos padres del comunismo y el socialismo se encuentran muchas referencias a la agricultura (solo hay que ver la hoz en la bandera de la URSS), pero pocas a la conservación de la naturaleza. De hecho el comunismo considera a la agricultura como una actividad enfocada a la máxima productividad y distribución entre el pueblo. Prueba de esto son los Koljoses, Sovjoses y planes quinquenales, que de agricultura ecológica tenían poco. La mayor prueba de la escasa preocupación en el bloque del este es que estos países han sufrido las peores catástrofes medioambientales: la desecación del Mar de Aral, las tremenada contaminación industrial en todo el bloque del este y Chernobyl. En España, en pleno debate nuclear, Santiago Carrillo, en aquella época secretario general del PCE dijo: “Un país que renuncia a la energía nuclear, renuncia al progreso”. En este aspecto destaca negativamente la china de Mao, donde algunas de sus propuestas rozan lo aberrante. Uno de sus ideas fue decir que “todo grano que se come un pájaro se lo roba al pueblo” y propuso la exterminación de pájaros en zonas agrícolas. La consecuencia (lógica) fue la proliferación indiscriminada de insectos que trajeron enfermedades y plagas que acabaron con el grano.
Por lo tanto, ahora que Equo va buscando alianzas con los partidos de izquierda, conviene recordar que la relación ecologismo izquierda es reciente y sin trayectoría histórica. La protección del medioambiente no es un problema de ideología política, ni patrimonio de ningún partido determinado, es un problema de todos.


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