Tenía que reir recorriendo kilómetros desde mi oscura morada hasta allí abajo donde, cuentan, todavía sueñan con mis barbas blancas y mi traje rojo. ¡Si supieran que más de una vez he vuelto a casa lleno de sangre inocente que se acercó demasiado a verme entrar por la hollinera chimenea¡.¡Ilusos¡. El primer año que lo hice, no estuvo mal. Mientras la nieve cortante acampaba bajo mis falsas botas, yo me dediqué a observar las caras inocentes de los pequeños que pegaban ojitos brillantes a las ventanas, manitas estúpidamente gordas que buscaban un árbol, regalos imberbes que pasaban de mano en mano.Y....reían aparentando felicidad. Ofreciendo entre villancicos, los polvorones que odio y me atragantan, los turrones que parecen tierra del infierno: duros, secos.No sospechan que en la bolsa está Anna. Dormida. Amarrada. No imaginan que la llevo a casa cruzando heladas montañas dejándo atras padres amantísimos que enloquecerán cuando amanezca.Ella irá en el frasco grande, al lado de Martha.Espero que esos malditos renos terminen ya de fornicar a destiempo para poner kilómetros de por medio a esta infame Navidad...Texto: MaríaMagdalenaPadrónM.
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Cuando me encargaron la absurda tarea de tirar de un trineo, lo primero que pensé fué rebanar los muslos de los renos que me dieron como ayudantes.