Revista Salud y Bienestar
Es necesario buscar nuevos biomarcadores genéticos para detectar la artrosis de forma precoz
Por Fat
La artrosis es la enfermedad reumática más común entre la población adulta, de hecho, el 70% de los mayores de 50 años padece esta enfermedad en sus manos, un 40% en los pies, un 10% en las rodillas y un 3% en las caderas.
A pesar de que está ligada a la edad, y que todavía algunas personas no acuden al médico ante los primeros síntomas por creer que la degeneración que produce no tiene tratamiento, estas cifras reflejan la importancia de esta patología y la necesidad de invertir grandes esfuerzos en la investigación, tanto de su origen como de su desarrollo, para conseguir un tratamiento cada vez más individualizado en cada paciente.
"Hemos avanzado mucho en este campo, sobre todo a nivel patogénico, pero existe todavía una gran necesidad de buscar biomarcadores genéticos y proteínicos que ayuden en el diagnóstico precoz de la artrosis en su fase asintomática". Así lo indica el Dr. Francisco Blanco, coordinador de Investigación del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña y director científico del Instituto de Investigación Biomédica de la misma ciudad (INIBIC). "Cuando los síntomas salen a la luz, el daño articular es ya tan grande que las actuales terapias tienen una dificultad añadida para ser eficaces".
La artrosis provoca una incapacidad paulatina que repercute directamente en la disminución de calidad de vida del paciente, poder abordarla desde un estadio temprano ayuda también a que el proceso incapacitante se ralentice e incluso se congele. "Para poder avanzar en este sentido hemos de variar nuestra definición actual de artrosis, que hoy por hoy lleva implícita la presencia de dolor, y hemos de diagnosticar a los pacientes antes de que lo padezcan", apunta el Dr. Blanco.
--Tratamiento antes de que aparezcan síntomas
Los estudios realizados hasta el momento en este sentido han mostrado datos preliminares, aunque no validados todavía, que indican la existencia de biomarcadores asociados a la remodelación ósea y la destrucción articular medibles en suero. "Estos indicadores nos señalan si la articulación sufre desgaste para, así, tratarla de forma precoz", señala el experto. "Si estos resultados se validan, podríamos abordar tempranamente a la población con mayor riesgo de sufrir artrosis –obesos, con problemas de ligamentos o de menisco en la articulación de la rodilla o con antecedentes familiares-, y hacerles un seguimiento para comprobar que estos biomarcadores se frenan progresivamente".
De la misma forma, el Dr. Blanco también hace hincapié en la búsqueda de fenotipos comunes en subgrupos poblacionales que puedan ayudar a conocer la artrosis y su comportamiento.
"Una de nuestras líneas de trabajo se centra en el estudio de los polimorfismos del receptor de la interleucina 1, que puede definir un perfil de paciente con menor riesgo de desarrollar la enfermedad", comenta el Dr. Blanco. "Esta probabilidad también es menor y menos severa en los pacientes que integran el haprogrupo J, con polimorfismos en el ADN mitocondrial, ya que en este grupo el nivel de destrucción del cartílago es bajo". Ambos polimorfismos afectan al 10% de los pacientes con artrosis.
-Visión de conjunto
Uno de los aspectos que más ha evolucionado en los últimos años es la investigación básica de la patogénesis de la artrosis, sobre todo en el área de la genética. "Poco a poco estamos variando nuestro concepto sobre lo que es la artrosis, ya no sólo se ve como una patología del cartílago articular exclusivamente, sino como una afectación de todos los tejidos que afectan a la articulación, entendiéndola como un órgano".
En esta afectación cada vez va ganando un mayor protagonismo el condrocito hipertrófico, sobre todo tras la publicación de varios estudios en la revista Nature Medicine que demuestran que los mecanismos moduladores que dan lugar a este condrocito hipertrófico, también pueden intervenir en el proceso artrósico. "Estos datos nos hacen mirar hacia nuevas dianas terapéuticas como el factor inducible por hipoxia (HIF-1/2α), que interviene tanto en el proceso hipertrófico como en el artrósico", indica el experto.
A pesar de que está ligada a la edad, y que todavía algunas personas no acuden al médico ante los primeros síntomas por creer que la degeneración que produce no tiene tratamiento, estas cifras reflejan la importancia de esta patología y la necesidad de invertir grandes esfuerzos en la investigación, tanto de su origen como de su desarrollo, para conseguir un tratamiento cada vez más individualizado en cada paciente.
"Hemos avanzado mucho en este campo, sobre todo a nivel patogénico, pero existe todavía una gran necesidad de buscar biomarcadores genéticos y proteínicos que ayuden en el diagnóstico precoz de la artrosis en su fase asintomática". Así lo indica el Dr. Francisco Blanco, coordinador de Investigación del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña y director científico del Instituto de Investigación Biomédica de la misma ciudad (INIBIC). "Cuando los síntomas salen a la luz, el daño articular es ya tan grande que las actuales terapias tienen una dificultad añadida para ser eficaces".
La artrosis provoca una incapacidad paulatina que repercute directamente en la disminución de calidad de vida del paciente, poder abordarla desde un estadio temprano ayuda también a que el proceso incapacitante se ralentice e incluso se congele. "Para poder avanzar en este sentido hemos de variar nuestra definición actual de artrosis, que hoy por hoy lleva implícita la presencia de dolor, y hemos de diagnosticar a los pacientes antes de que lo padezcan", apunta el Dr. Blanco.
--Tratamiento antes de que aparezcan síntomas
Los estudios realizados hasta el momento en este sentido han mostrado datos preliminares, aunque no validados todavía, que indican la existencia de biomarcadores asociados a la remodelación ósea y la destrucción articular medibles en suero. "Estos indicadores nos señalan si la articulación sufre desgaste para, así, tratarla de forma precoz", señala el experto. "Si estos resultados se validan, podríamos abordar tempranamente a la población con mayor riesgo de sufrir artrosis –obesos, con problemas de ligamentos o de menisco en la articulación de la rodilla o con antecedentes familiares-, y hacerles un seguimiento para comprobar que estos biomarcadores se frenan progresivamente".
De la misma forma, el Dr. Blanco también hace hincapié en la búsqueda de fenotipos comunes en subgrupos poblacionales que puedan ayudar a conocer la artrosis y su comportamiento.
"Una de nuestras líneas de trabajo se centra en el estudio de los polimorfismos del receptor de la interleucina 1, que puede definir un perfil de paciente con menor riesgo de desarrollar la enfermedad", comenta el Dr. Blanco. "Esta probabilidad también es menor y menos severa en los pacientes que integran el haprogrupo J, con polimorfismos en el ADN mitocondrial, ya que en este grupo el nivel de destrucción del cartílago es bajo". Ambos polimorfismos afectan al 10% de los pacientes con artrosis.
-Visión de conjunto
Uno de los aspectos que más ha evolucionado en los últimos años es la investigación básica de la patogénesis de la artrosis, sobre todo en el área de la genética. "Poco a poco estamos variando nuestro concepto sobre lo que es la artrosis, ya no sólo se ve como una patología del cartílago articular exclusivamente, sino como una afectación de todos los tejidos que afectan a la articulación, entendiéndola como un órgano".
En esta afectación cada vez va ganando un mayor protagonismo el condrocito hipertrófico, sobre todo tras la publicación de varios estudios en la revista Nature Medicine que demuestran que los mecanismos moduladores que dan lugar a este condrocito hipertrófico, también pueden intervenir en el proceso artrósico. "Estos datos nos hacen mirar hacia nuevas dianas terapéuticas como el factor inducible por hipoxia (HIF-1/2α), que interviene tanto en el proceso hipertrófico como en el artrósico", indica el experto.
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