Perdimos la fe
entre acordes perfectamente reconociblespara nosotros.
La cerveza dejó de ser una excusa razonable,
cercados por un mundo exterior y ajeno,por una melodía que abarcaba la enfermedad
y los últimos nacimientos.
Es semiótica, pensé.
Cuántos litros son necesarios
para dinamitar una estructura,para soterrar la secuencia del ADN.
Para la devastación.
Nos hablan los mitos desde el otro lado del póster,
pero nunca el fotógrafo.Nunca dicen dolor. O tristeza.
Nunca dicen.Han asfaltado la vieja carretera del embarcadero.
Hombres enviados por las administraciones públicas,
dispuestos para que estrenes el pavimentocomo si nunca antes hubiera sido.
Como si la mezcla no cargara con recursos anteriores
es un específico ejercicio a favor del reciclaje.Materia y piedrecitas minúsculas que ya fueron camino,
brea, alquitrán:carreteras desaparecidas
para otros motoristas
en cualquier otro punto.
Y no volverán.
Hemos crecido mirando al lado.
Al agua.Nunca estuve en California y no me gustan las nueces.
No paso a la página siguiente sin haber comprendido bien esta.
Leo despacio. Voy despacio.Avanzo como septiembre: caluroso y despistado
y de repente es enero.Hace tiempo que busco un surco nuevo,
una semilla arrocera que germine en la humedad,en el alcohol o en el invierno siberiano que nos cobija.
En la poesía que sólo tú comprendes. Que sólo tú eres.
No maté a las musas, maté a García Montero.
Y aceleramos.