Canto como una loca la canción de AlanisMorissette que suena en los 40 principales esta noche de sábado del mes de agosto.A pesar de que mi madre no para de quejarse del calor que hace, solo siento los escalofríos que me estremecen cada vez que recuerdo su voz diciéndome que lo nuestro se ha acabado, que no puede perdonarme. ¡Idiota! Lo he perdido para siempre por cuatro besos de su mejor amigo. Una vez más marco su número de teléfono y, de nuevo, le suplico que me perdone, que no volverá a pasar. Que le quiero, que siento haberle roto el corazón. Tras unos minutos, en los que solo se escuchan nuestras respiraciones, cuelga sin despedirse. Tarareo hasta quedarme dormida, mientras las lágrimas van mojando la almohada a la que estoy abrazada. Poco tiempo después, me despierto sobresaltada por el timbre del telefonillo y, aunque no espero a nadie, corro a contestar. Es él. Sin responder, bajo deprisa los escalones, abro la puerta, le cojo de la mano y lo arrastro al rincón más oscuro del portal. Me quedo en silencio esperando una señal y, cuando distingo su sonrisa, pego mi cuerpo al suyo, le pido que me abrace fuerte, y le vuelvo a pedir perdón y a prometerle que no se repetirá. Me besa. Sus labios saben tan bien. Mete sus manos por debajo de mi camiseta y me acaricia la espalda; contengo la respiración, deseando que recorra todo mi cuerpo. Nos escondemos en el cuartito de la portera, vacío desde que se jubiló, y hacemos por primera vez el amor. Estamos abrazados en silencio cuando oímos la voz de mi madre que me llama por el hueco de la escalera. Le grito ¡ya subo! mientras nos vestimos deprisa y nos despedimos. Espero que ella no me haga muchas preguntas; solo quiero irme a la cama y que llegue mañana, para volverle a ver y repetir lo de esta noche.
Texto: Ana Crespo Tudela
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