Revista Ilustración
que se defiende mejor en el cara a cara E. Bunbury
Trae una mochila sobre su hombro. Ella abre la puerta blindada de su hogar y lo recibe con una sonrisa honda. Ojos brillantes. Pelo estudiado, dominado: sometido. Pezones erectos. Camisetas guardadas en el cajón del pasado que, sorprendentemente, se torna presente. Futuro: no lugar. Los discos esparcidos por la memoria tenue de las cosas que, un día, pretendieron olvidar. Sin conseguirlo. Lava volcánica caminando de forma subterránea, de forma latente. Ahora la superficie es aquello que todos pueden ver, a pesar de las persianas bajadas y de los poemas salvajes que no debieron protagonizar. Ha llegado hasta allí cargado con una mochila y las ideas muy claras. Ropa de trabajo, una muda limpia, zapatos recién sacados de la máquina de abrillantar. Has venido a dormir conmigo, dice ella, mientras separa el edredón de la almohada, mientras trata de ubicar el frío sobre la piel blanca de sus pies descalzos. ¿Estás cansada? - Dice él. Has caminado duro para llegar hasta aquí. Ella no responde, suspira -¡ay de mí!- se besan: tranquilos, serenos, alegres. Sabedores de que tienen todo el tiempo por delante para seguir haciéndolo.