Hoy he visto una foto de Anita Ekberg, la protagonista de "La Dolce Vita", en silla de ruedas. El titular habla del ocaso de un sex-symbol. Anita tiene 81 años, no iba a ser eternamente la rubia explosiva de pechos bamboleantes que se conteneaba con gracejo y lascivia en la Fontana de Trevi para deleite del guapo Mastroianni y del espectador masculino en general. Gracias a la secuencia la Fontana es inmortal y cualquier turista que vaya a Roma no dejará de visitar esta fuente barroca. Si es posible varias veces, y de noche, que es cuando gana encanto. Incluso te ves allí y te imaginas bañándote dentro con un vestido de noche, lo confieso, algo que no me ha pasado con La Cibeles o Neptuno. Es lo que tiene el cine.
Una vez en una conversación sobre la decadencia física y el paso del tiempo, inevitable, un tío que pasaba de los 35 me decía que "hay maduritas de 40 que están muy bien". El mismo no estaba tan alejado de esa madurez que parece que se instalará en nosotras cruzada la barrera de los 40 como una pesada losa.
En España hay muchas mujeres que se someten a operaciones de cirujía estética. En esto somos líderes, junto a las estadounidenses y las brasileñas. También las hay que se niegan incluso en caso de necesidad o de una mayor lógica: mi madre superó un cáncer de mama y no quiso hacerse una reconstrucción. Cuando estás harta de agujas, de médicos, de hospitales, de ingresos, entiendo que una no quiera meterse otra vez a quirófano.
Vamos con las que sí se operan. El mommy makeover es la nueva cirugía que gana adeptas: junto al ginecólogo en el parto está un cirujano plástico. El cuerpo a 1.000 por hora por la revolución hormonal y emocional que supone parir y hay mujeres dispuestas a someterle a más estrés, de la mano del bisturí para eliminar grasa sobrante. Dicen que Shakira pasó por ello y lo entiendo: al fin y al cabo vive más de sus contoneos de cintura que de su voz.
Pero la nueva tendencia no sólo triunfa entre las que viven de su cuerpo. Otras lo hacen porque pueden pagárselo (punto importante) y así "retendrán" la juventud, la belleza, el marido.... que a lo peor tiene también un buen flotador en la barriga pero vive feliz con él. En esto ya no creo que se trate de gustarse una y de sentirse bien, sino de tratar de gustar al otro y al resto, de que te vean estupenda; una forma de esclavitud que conduce a la infelicidad, porque no hay cuerpo ni psique que lo resista. Siempe las habrá mucho más guapas, más delgadas, más jóvenes y bien pocas son un mito erótico a la altura de lo que fue la Ekberg.
Claro que no somos libres de emanciparnos y dejar de ser esclavas. No las mujeres. No se nos perdona el michelín, la arruga, las tetas que se caen más temprano que tarde (maldita ley de la gravedad). Se prefiere el plástico fino, que cantaba Radio Futura, a lo natural, Supongo que las primeras que tenemos que darnos un respiro somos nosotras mismas, frente al espejo. Ese, como el algodón, no engaña, pero llevarse bien con él libera endorfinas y ayuda a dormir mejor.