En numerosas ocasiones Javier Marías ha diferenciado entre dos tipos de escritores: los que escriben con mapa y los que escriben con brújula.
Los primeros, cuando se sientan a escribir un libro, han hecho un trabajo previo y tienen la estructura cerrada; algunos hasta capítulo a capítulo, los personajes perfilados… Solo les falta rellenar de carne ese esqueleto, seguir el itinerario marcado en el mapa. Es la forma de escribir que predomina, al menos entre los escritores que yo conozco, y me parece la más recomendable. Sin embargo, hay escritores que no quieren o no son capaces (mi caso) de escribir así.
Los de la brújula nos solemos sentar con algunas ideas sueltas, intuiciones, destinos posibles y mucha incertidumbre. En muchos casos vamos descubriendo la historia casi como si fuésemos lectores de la misma. A mí me parece una forma más sugerente de escribir, pero conlleva riesgos, y casi todos tienen que ver con una de las acepciones de brujulear: ‘andar sin rumbo fijo’.
Para no elucubrar mucho, voy a poner un ejemplo que he sufrido en mis propias carnes. Llevaba escrito más o menos la mitad de un libro cuando se me ocurrió llevar a dos personajes a un rincón del monte porque tenían que hablar de un asunto. De pronto, la conversación se me fue un poco de las manos y, tal cual lo digo, se me enrollaron. Delante de mis narices y sin que pudiese hacer nada por evitarlo. Qué bonito, ¿no? Pues no. El hecho de que estos dos personajes se enrollasen me destrozaba la historia, no estaba previsto. El efecto del beso en el libro fue devastador. No pude continuarlo. Un beso que había surgido tan espontánea y naturalmente no podía pasarse por alto, y la historia, con ese beso, no podía avanzar. Así que desde hace años hay dos personajes que no habían sido concebidos el uno para el otro, unidos en un beso eterno, y un escritor con un libro inacabado por no haber llevado un buen mapa. Fin de la historia.
Por último, dos citas que, si no hubiesen sido escritas hace años, diría que son comentarios a este tema:
Javier Marías: “Sí, soy un escritor de brújula y no, como la mayoría, de mapas. Hay escritores que necesitan saberlo todo de sus historias y de sus personajes antes de ponerse a escribir, en cierto modo se limitan a desarrollar algo que ya estaba cerrado. Yo, sin embargo, sólo quiero una brújula para que me indique el norte. Y no es que no sepa a donde quiero ir, es que no me gusta trabajar con un mapa y tener la sensación desagradable de que sólo me limito a redactar. A mí me gusta sentir cierta incertidumbre, porque si supiera de cabo a rabo lo que va a pasar me aburriría mucho”.
James Matthew Barrie: “Hay escritores que pueden planear de antemano sus historias como una ruta de tren y no salirse de esas vías… Yo no puedo ser así. Miro mucho el mapa, buscando el camino mejor, lo subrayo con tinta roja, pero a la primera encrucijada mis personajes se me van de las manos. ¡Volved aquí! —les grito—, os estáis saliendo del camino. Es que nos gusta más éste —replican—. Pero no sois más que gente de un libro, y el libro es mío. Pocas veces me hacen caso, y acabo siguiéndolos. Si no soy yo el primero en ceder, no nos hacemos amigos, cosa fatal para un libro”.