Revista Opinión

España procesional

Publicado el 30 marzo 2013 por Cronicasbarbaras

En cualquier parte del mundo ven a España envuelta en tres tópicos, las procesiones de semana santa, los toros y el flamenco.

Es inevitable. Y de ellos no se pueden librar los nacionalistas catalanes, gallegos o vascos, que rechazan esa visión por sureña y poco afín a sus tradiciones culturales.

Pero ellos mismos están tan influidos por esas expresiones que ni siquiera se dan cuenta de que son iguales a los demás.

El flamenco es lo único en lo que no coinciden con la regla general, sobre todo en Galicia y el País Vasco, que nunca dieron grandes cantaores, bailaores o guitarristas, aunque Cataluña sí, y muchos.

Las procesiones y las representaciones de la Pasión al estilo español, con grandes pasos que implican a ciudades casi enteras sólo se dan en este país y en los conquistados durante su época imperial; hasta se exageran en los sacrificios autoinfligidos en Filipinas, al otro lado del mundo.

Ni siquiera Italia, otra nación de poderosa iconografía católica, puede comparar sus procesiones a las españolas.

En ninguna parte suenan los tambores día y noche como en Aragón, ni fuera del mundo hispano hay “picaos” como los de San Vicente de Sonsierra, La Rioja, al lado del País Vasco, que parecen relacionarse con la “ashura” de los chiitas.

El espectáculo riojano fue declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional en 2005 por el gobierno laicista de Zapatero, que admitía así que la cultura católica seguía dominando el país, aunque reconocerlo fuera para él fuera políticamente incorrecto.

Esta España de bamboleantes pasos lentos y música de réquiem, de tenebrosos encapuchados y encadenados soltándole requiebros a las mozas, está en las mentes del mundo entero.

Y desdeña a los independentistas, incapaces de librarse del olor a cera, sudor, ajo, cabeza casposa y endogamia pueblerina, que los envuelve indefectiblemente.

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