“¿De qué me sirve confesarme, si no me arrepiento?”
Michael Corleone.
Ir a la segunda parte.
Tres años han pasado desde que publiqué aquí la segunda parte de este especial, y a decir verdad, continuarlo es una de esas cosas que parecen innecesarias. Pero tres años no son nada comparados con los dieciocho que separan la aparición de la tercera entrega de la saga de los Corleone, y ninguna película ha recibido en más ocasiones el apelativo de “innecesaria” que la que culmina la trilogía.
A finales de los ochenta, Francis Ford Coppola se encontraba en plena crisis económica y necesitaba un gran éxito para evitar que sus bienes fueran embargados. Es así como decidió regresar a la franquicia y sacar la que sería la última de ellas si con ello lograba su propósito. Así que, ya que estaba, aprovechó este proyecto de encargo para hacer un análisis de su propia vida hasta entonces, y explorar sus emociones y sentimientos para poder así cerrar viejas heridas y, sobre todo, llevarlas hasta el final. Porque esa es la esencia de El Padrino, Parte 3, y también, la necesidad de acabar este especial incluso cuando nadie se acuerda ya de que en algún momento lo dejé a medias. La necesidad de llegar a una conclusión.
Lo primero que vemos son unas imágenes de la vieja casa de los Corleone, en la que somos conscientes del paso del tiempo. Lo que fue el hogar de la familia ya no es más que ruinas, lo que quiere decir que nada es eterno, ni siquiera, el poder del maléfico Michael Corleone. Para finales de la década de los setenta, Michael, envejecido y cansado, parece estar intentando convertirse en un hombre respetable, y legitimizar sus negocios transformándolos en legales. A través de grandes donaciones,consigue honores eclesiásticos, y se convierte en un benefactor que, al contrario que su padre, no está rodeado por hombres armados. Es en esta situación cuando decide intentar recuperar a su familia, e invita a sus hijos e incluso a su madre Kay.
Es sorprendente que decida hacerlo y más teniendo en cuenta cómo acabó la segunda parte, con un Michael que aborrecía a su esposa tras su aborto. Por aquel entonces se había completado la transformación de Michael en un ser sin escrúpulos ni sentimientos, por lo que ahora sorprende mucho que quiera reconciliarse con ella. Pero parece que Kay no lo ha olvidado, y sólo se encuentra allí por su hijo. El pequeño de los Corleone es ahora un hombre adulto que quiere dedicarse a la ópera, una forma de vida diferente a los negocios familiares, estableciendo así un paralelismo con el propio Michael en la primera entrega. Pero el hijo no será el hilo central de esta película, sino que lo será un joven bastardo del tristemente desaparecido Sonny Corleone, y que quiere trabajar para su tío. Andy García lo interpretó como un tipo duro que ha heredado bastante del carácter de su progenitor y que nos recuerda mucho al lugar del que proceden los Corleone por mucho que entre fiestas y recepciones intenten olvidarlo.
En la fiesta en la que conocemos a Vincent, también nos presentan a Joey Zasa, un matón de los de antes que parece tener problemas con Vincent. Michael se encarga de las recepciones, y es evidente que estos temas ya le cansan, tal vez, lo mismo que a Francis Ford Coppola le aburrían las historias de imperios mafiosos.
Porque El Padrino 3 no es una nueva historia de gángsters que se tirotean, con un Don que obtiene la victoria sobre los demás. Coppola creía que ya se había dicho lo suficiente sobre guerras mafiosas, y en cambio le interesa explorar la psicología de los personajes, además de la suya propia. El director parece que se encontraba en un periodo de reflexión sobre su propia existencia, y muchas de sus decisiones artísticas fueron influidas por sus experiencias personales. Así que con un Michael Corleone anciano, tiene la oportunidad de posicionarse junto a él, y hacerle ver la vida a través de sus ojos. De ahí que muchos se decepcionen con esta película y, con el paso de los años, se haya convertido en un chiste andante, en un mito del cine fallido, cuando cada vez son más los que empiezan a entender el significado. Conocemos de sobra todos sus entresijos, todos sus problemas y discusiones internas, y este especial podría ser mucho más largo si simplemente me pusiera el DVD y transcribiera aquí los comentarios del director, que es lo que se hacen todos los análisis que he leído (y son muchos) de la trilogía de los Corleone.
La muerte del hijo de Coppola y la elección de su propia hija para un papel principal en un ejercicio de nepotismo Hollywoodiense, la negativa de Robert Dubai a aparecer tras no conseguir su desmesurado salario, el grito silencioso por obra y gracia de la sala de montaje… todo es más que conocido. Pero cuesta entender que El Padrino parte 3 quería ser una obra de autor, pero él no tenía ya ni la libertad ni las ganas para hacerlo. No le interesaba hacer la película que el estudio quería, con escenas sangrientas y tiroteos. Por eso, momentos como la emboscada a Vincent en su apartamento parecen más un intento de darle a los jefes lo que habían pagado que una auténtica necesidad de guión. Coppola, mientras tanto, está con Michael, explorando su pasado. En cuanto se percata que Vincent tiene una relación con su hija, éste intenta separarlos porque sabe que eso los pone en peligro a ambos. Más tarde, cuando viajan a Sicilia para el debut de su primogénito en la Ópera, Michael recuerda a su primera esposa, Apollonia, muerta trágicamente en un atentado que iba contra él. Como vemos, los sentimientos, la culpa y la edad es el tema central de la película, no el tiroteo a bordo de un helicóptero que acaba con algunos de los grandes mafiosos de la época y del que Michael logra escapar por los pelos.
Pero en vez de prepararnos otro bautizo como el de la primera entrega para vengarse, el espectador se vio defraudado cuando Michael sufre un ataque y debe ser ingresado en un hospital. De alguna forma, no querían ver que el héroe, el implacable Michael Corleone también podía fracasar y ser víctima de los achaques, pero esa es la realidad y pretender que sería un anciano emperador de la mafia es buscar el idealismo de la ficción. Michael decide retirarse y dejarle el control de la familia a Vincent, su protegido, que, todo sea dicho, protagoniza una ascensión meteórica en el seno de la Familia. Su éxito también puede deberse a que Michael le pone la condición que se aparte de Mary. Para entonces, hemos descubierto que el plan de Michael de encontrar consuelo en el Vaticano no está siendo como él esperaba. La iglesia católica se muestra como la mayor mafia de todas, y la película juega con la realidad histórica al entrelazar la trama con el asesinato del Papa Juan Pablo I, uno de los secretos peor guardados de la Iglesia y una muestra de que no hay santidad en esa institución. No es casual que el asesino enviado para acabar con Michael vaya disfrazado de sacerdote durante el tramo final, que acabará de una manera inolvidable para todos los que alguna vez han visionado esta película.
Mientras tanto, con los Corleone de regreso en su tierra natal, se produce un cambio inesperado y chocante cuando Michael intenta estrechar lazos con su ex mujer Kay llevándola de paseo a algunos lugares ya famosos por nosotros. La casa donde vivía el joven Vito, La iglesia por la que pasaba mientras el niño huía del jefe local hace ya tanto tiempo… La película se relaja y no podemos comprender que se trate del mismo Michael Corleone que le cerraba la puerta en la cara a su mujer en la segunda entrega, que mataba a su hermano, y que la abofeteaba. La explicación tal vez sea que cuando ves el final de tu vida te das cuenta de que “la riqueza está en los hijos”, y que la familia, la de sangre, lo es todo para un hombre.
Así llegaríamos a la escena final, cuando tras el recital, todos abandonan el teatro. Michael, orgulloso de su hijo, le acepta y cree que algún día, el nombre de los Corleone podría relacionarse con la música. Pero entonces todo se echa a perder cuando el intento de asesinato fracasa de nuevo, y un familiar del Padrino es tiroteado. Mary recibe un disparo en el estómago, y Michael se ve destrozado de repente. Es una escena conmovedora, en la que se siente la pérdida de una chica a la que no apreciábamos mucho como actriz, pero valorábamos por su conexión con el personaje de su padre. Michael no sólo no ha logrado la respetabilidad: Lo ha perdido todo. Y si bien Francis Ford Coppola tampoco logró salirse con su idea de titular a esta última película “La muerte de Michael Corleone”, si logró filmarla. Pues tras un fundido a negro y el paso de tal vez varios años, vemos de nuevo a aquel joven idealista y amable, transformado en un anciano. Abandonado en una casa en Sicilia, como los viejos Dones, respetados pero olvidados, con una naranja en su mano, el símbolo de la saga de que alguien está a punto de morir.
Y así llega el final de Michael Corleone, el mayor mafioso de la historia del cine. En aparente paz pero, como siempre he sabido que pondría al final de este post, completamente solo.