(Otra de las entradas en las que me cargo la trama de la novela sobre la que escribo. Como si importase algo)
Creo que fue el escritor Juan Benet el que dijo que la intriga era un recurso barato para un escritor y que en modo alguno era un indicio de buena literatura. Estoy de acuerdo. Hacer que el lector se sienta impelido a pasar las hojas para ver qué va a suceder a continuación es una técnica, pero confundirla con la buena literatura es como confundir una hamburguesa de McDonalds con la gastronomía.
El japonés Koji Suzuki en "Espiral" consigue que el lector no pueda parar de leer. También consigue que al cerrar el libro el lector se diga: "¡Cómo me ha tomado el pelo!" Suzuki demuestra en "Espiral" que sí que es posible en una novela de intriga tener demasiada imaginación. Y si hay alguna duda, voy a contar a continuación de qué va "Espiral":
Hace 25 años, una chica de 19 años con poderes paranormales, Sadako, fue violada y luego arrojada a un pozo por el último japonés infectado por el virus de la viruela. Ni el virus ni la chica querían morir para siempre y establecieron una extraña alianza. Sadako, con sus poderes, grabó un vídeo a distancia. Las imágenes del vídeo hacen que quien lo ve se infecte automáticamente del virus de la viruela, que ha mutado y ahora incorpora parte de los genes de Sadako. Quien lo ve muere a los 7 días de un ataque al corazón, a menos que haga una copia del vídeo y la muestre a alguien no contaminado.
¿Parece un argumento estrambótico? No más que algunos de los detalles de la historia. Por ejemplo, al comienzo el médico forenese Ando realiza una autopsia a Ryuji Takayama, un viejo compañero de la facultad, que ha muerto como consecuencia del virus, aunque Ando no lo sabe. Después de haber retirado los órganos internos, Ando rellena el cuerpo con papel de periódico para que no quede demasiado vacío y lo sutura. Misteriosamente, por entre la sutura se escapa un trozo del periódico y Ando alcanza a leer los números 178 y 136. Ando recuerda que en la facultad Ryuji y él solían jugar a elaborar y descifrar códigos y al momento se le ocurre que esos números representan un código que Ryuji está intentando transmitirse desde más allá de la muerte. La posibilidad de que el trozo del periódico haya escapado porque el incompetente de su ayudante no hizo bien la sutura no se le ocurre por un momento. Increíblemente Ando tiene razón: Ryuji le había enviado un código y, para más recochineo, se lo había enviado en inglés. 178 y 136 representan la palabra inglesa "ring", que alude a un documento que luego jugará su parte en la novela.
A Suzuki le divierte poner a prueba la credulidad de sus lectores. Por si lo anterior no fuese suficiente, más tarde descubren que Ryuji murió como consecuencia del virus y al analizar el virus descubren unas secuencias de bases que se repiten regularmente. Nuevamente Ando tiene una intuición: a base de energía psíquica, Ryuji ha conseguido alterar la genética del virus para codificar un mensaje y transmitírselo. Uno se pregunta: si Ryuji tenía una mente tan potente, ¿por qué no la empleó para curarse en lugar de para jugar a los códigos con los genes del virus? Y sí, resulta que Ryuji le envió un código de esa manera: la palabra "mutación", para decirle que el virus está mutando y de transmitirse mediante el vídeo ha pasado a transmitirse mediante la palabra impresa.
Al lector al que todavía le queden dos gramos de credulidad intactos, aún le espera otra más grande todavía. La novia de Ryuji, Mai Takano, ve el vídeo y encima lo ve mientras está ovulando. En su caso, el virus no le ataca el corazón, sino que se le instala en el óvulo y la deja preñada. Parece que tanta inverosimilitud no le basta a Suzuki, así que pretende convencer al lector de que el embarazo de Mai dura una semana, a cuyo término da a luz a un clon de la fallecida Sadako. Ese clon recién nacido, por cierto, sólo necesita de unos 10 días para desarrollarse y convertirse en la Sadako de 19 años que murió 25 años antes. ¡Ah, y un añadido interesante: ésa Sadako es una hermafrodita perfecta! O sea que cuando se hace una paja, debe ponerse condón para no quedarse embarazada de sí misma.
Al comienzo de una novela siempre hay un pacto tácito entre el lector y el autor. El autor le dice al lector lo que se puede esperar. Mary Renault en "El muchacho persa" nos advierte que nos contará la historia de Alejandro Magno desde el punto de vista de un bailarín persa que es su amante y que tratará de ajustarse a los hechos.históricos. Si Mary Renault cometiese el anacronismo de meter a Platón en la narración para que hablase de política con Alejandro Magno (o de efebos, que a los dos les ponían bastante), habría violado ese pacto con el lector. Pérez-Reverte en "La piel del tambor" cuenta una historia policiaca con algo delmisterio. Ésos son los parámetros. Si metiese de pronto un platillo volante cargado de alienígenas, habría abusado de la credulidad del lector y habría hecho añicos el pacto con el lector. Dicho lo anterior, ¿qué pacto con el lector tiene Koji Suzuki? Tal vez: yo te contaré lo que me dé la gana y tú te lo creerás todo. Amén, patrón.
Lo peor es que al final de la novela Suzuki se pone metafísico, delirante o simplemente que la marihuana que se había fumado era de mala calidad y describe hacia donde se encamina la humanidad en su libro: hacia una humanidad en la que cada persona que muere es reemplazada por una Sadako. Todo el ADN humano convergerá en Sadako. De alguna manera ello será así, porque la raza humana aspira inconscientemente a la extinción y desea sin darse cuenta de ello un mundo en el que todos sean iguales, sin distinciones. En fin, una manera original de realizar finalmente la igualdad de género.
Lo que me da rabia es que en un determinado momento sabía que estaba leyendo pura mierda, pero no podía dejar el libro, quería saber lo que ocurriría a continuación. Ahora que he escrito esta entrada y le he dado un par de capones a Koji Suzukio, me he quedado más tranquilo...