Tras años de comparar distintos sistemas de gobierno y los incentivos ocultos de la política, los autores del libro "El Manual del Dictador" descubrieron la razón definitiva de por qué es indispensable que la mayor cantidad de posible de personas voten en las elecciones
Si no me gusta ningún candidato, no me gusta el sistema político del país y mi voto es sólo uno y no va a cambiar nada, ¿por qué diablos debería votar?
Se vienen las elecciones y muchos ya se habrán hecho esa pregunta y decidido no participar. Pero si lograran entender cómo opera realmente la política y por qué los gobernantes prefieren tener la base de votantes más pequeña posible y cómo eso va directamente en contra de nuestro propio interés como ciudadanos, probablemente irían corriendo a la urna de votación.
Comprender las "leyes ocultas" de la política permite entender que "no prestar el voto" (abstenerse) es un error estratégico grave, que no sólo es darle a los políticos que desprecias precisamente lo que quieren, sino que es la mejor forma de asegurarte de que todas sus políticas te perjudiquen o, al menos, ignoren por completo tus necesidades. La conclusión inevitable de entender las dinámicas del poder, es que no sólo debes votar a como dé lugar, sino que incluso debes "cacarear" el voto y organizarte con otros para que voten como tú.
Veamos por qué.
"El manual del dictador: por qué la mala conducta es casi siempre buena política"
El de arriba es el título de un libro que, creo, debería ser obligatorio para las clases de formación ciudadana, porque literalmente permite "ver la Matrix" de cómo funciona la política y las dinámicas del poder. En él, los autores Bruce Bueno de Mesquita y Alastair Smith llegan a una conclusión pavorosa:
Prácticamente todo lo que ocurre en política se rige por un simple principio: ningún líder puede liderar por sí solo, sino que requiere de un grupo de personas que lo apoyen (que el libro llama "los esenciales") que le permiten permanecer en el poder. Por lo tanto, la labor del líder que se quiere mantener en el poder, no es servir a sus ciudadanos (lo que el libro llama "los reemplazables") sino complacer a ese grupo de esenciales. Mientras ellos estén contentos y no haya un "mejor postor" ofreciendo más que el líder actual, el líder puede mantenerse en el poder. Sólo una vez que ha dado a ese grupo lo que ellos quieren, el líder tiene libertad para usar los recursos restantes para lo que sea, que puede ser metérselos al bolsillo (lo más habitual en autocracias, tales como dictaduras y monarquías; aunque en menor grado ocurre también en democracia) o intentar mejorar la vida de sus ciudadanos.
Los "esenciales" pueden ser un par de miles personas, en el caso de dictaduras y monarquías (generales, comandantes, jueces, miembros del gabinete, líderes territoriales, etc.), o millones de personas, como ocurre en las democracias, donde el líder requiere lograr un cierto porcentaje de votos para alcanzar y mantenerse en el poder. Allí, los "esenciales" son ese porcentaje mínimo de votantes que necesita para llegar al poder y mantenerse ahí; que aunque son muchos, siguen siendo una proporción bastante pequeña de la población total.
Debido a lo anterior, la primera tarea de todo líder al llegar al poder, es encontrar de dónde viene la plata, controlar esa fuente de ingresos y luego repartir dividendos a sus esenciales, para mantenerlos leales. Si los recursos vienen de tu pueblo (impuestos) necesitas mantenerlos sanos, educados (sólo lo necesario), productivos y no ahogarlos demasiado con impuestos, para que no se pare la economía; pero si la plata viene de recursos naturales, puedes hacer con el pueblo lo que quieras e ignorar por completo sus necesidades, ya que no afecta tu flujo de ingresos.
"Reglas para regentes", basado en el libro "El manual del dicador". Contiene subtítulosSuena simple de entender, pero las implicancias de lo anterior son enormes y permiten entender por qué los países con más recursos naturales, como el petróleo, son los peor gobernados(la plata no viene del pueblo, así que no importa gobernarlos bien); por qué grandes potencias apoyan y financian a déspotas que representan todo lo contrario de lo que predican, como es el caso de EE.UU. y su extraña alianza con la brutal monarquía islámica de Arabia Saudita (porque la alianza de las autocracias hostiles es más barata de comprar que la de las democracias hostiles, ya que hay que pagarle a menos "esenciales"); por qué los peores gobernantes duran décadas en el poder sin que nadie los pueda sacar (le pagan muy bien a sus pocos secuaces esenciales, entre los que siempre están las fuerzas armadas); por qué la corrupción policial es buena para los dictadores (en lugar de tener que pagar bien a la policía por oprimir, les permiten robar para "pagarse solos" y a la vez, compran su lealtad porque otro líder podría castigarlos); por qué la ayuda internacional rara vez llega a quienes la necesitan y, por el contrario, permite mantener en el poder a los opresores (les permite seguir financiando a sus esenciales durante las crisis económicas); por qué los países siguen dando plata a esos déspotas a pesar de saberlo (están comprando la lealtad del dictador para cosas que sus propios esenciales valoran) y una larga lista de etcéteras que desgraciadamente no caben en este artículo, pero que se describen con lujo de detalles y suficiente evidencia empírica y estadística en el libro.
Qué implica todo esto
Lo importante de entender aquí es lo siguiente:
1) Estas reglas de la política (y del poder en general) aplican para cualquier tipo de gobernante, independiente de si es "bueno" o "malo", honesto o deshonesto, idealista o pragmático, de izquierda o de derecha, aristócrata o del "pueblo". Esta es simplemente la regla del juego: si como gobernante desprecias a los que te mantienen en el poder, para darle más al resto, terminas sin poder, sin cargo y, a veces, sin vida. Por lo tanto, todo gobernante que quiera mantenerse en el poder o lograr algo, se debe primero a sus "esenciales" y luego al resto.
2) Lo ideal para todo gobernante es tener el grupo de esenciales lo más pequeño posible, ya que resulta más "barato" comprar su lealtad (la misma plata, repartida entre menos, es más plata para cada uno) y más fácil saber qué es lo que quieren y dárselo. Ojo que "comprar" no implica necesariamente sobornos: en el caso de las democracias, donde hay demasiada gente a la cual complacer, se "compran votos" ofreciendo las políticas públicas que los votantes esenciales piden.
3) Como en democracia los "esenciales" son ese porcentaje mínimo de votantes que permiten al gobernante llegar al poder, la mejor forma de alinear los objetivos del gobernante de turno a las necesidades del pueblo, es que la mayor cantidad de gente posible vote, de modo que haya la mayor cantidad de "esenciales" posibles y de esta manera, las necesidades de esos esenciales se alineen con las de la población general.
Qué ha pasado con la alta abstención
No es de extrañar, entonces, que a medida que la gente moderada y los jóvenes han dejado de votar, los políticos se han ido centrando en complacer a la poca gente que sigue votando y vociferando sus demandas: los fanáticos de izquierda, derecha, de ciertas religiones o que dirigen gremios poderosos. Por eso uno ve que en varios casos, los discursos son cada vez más intolerantes e ideológicos, las ideas más radicales, la polarización cada vez más extrema.
¿Por qué gastar energía en complacer a esa enorme masa de ciudadanos apáticos que sólo critica, pero que no tiene ninguna intención de votar? Nunca está de más hacerle un guiño, a ver si por ahí se capturan unos votos, pero mientras no sean decisivos, no son relevantes. Logísticamente, es mucho más cómodo y económico apelar a esos pocos grupos que aportan muchos votos y que tienen solicitudes muy claras de qué quieren. Si puedo ganar sólo con esos votos, no necesito preocuparme de nadie más.
Por ejemplo, en Chile para la elección presidencial de 2013, habían 13, 5 millones de habilitados para votar (lo que el libro llama los "reemplazables"). De ellos, votaron válidamente sólo 5,6 millones (los "influyentes"). Dado que para ganar la presidencia se necesita el 50% más uno de los votos, quiere decir que los "esenciales" para ser Presidente de Chile pueden ser sólo 2,8 millones de personas y serán sus intereses y preocupaciones las que los candidatos intentarán complacer.
Más aún, para la elección de senadores, diputados y alcaldes, dado que están geográficamente segregados, la cantidad de votos necesaria para ganar, en un escenario de alta abstención, puede llegar a ser ridículamente baja. Unos pocos miles.
¿Qué tiene que ver todo esto con mi voto?
En caso que no sea obvio a estas alturas, lo que todo esto quiere decir, es que no hay mejor garantía de que el gobernante de turno se desentenderá de ti y tus problemas, que avisar abiertamente que tú y tu grupo no irán a votar. En ese momento dejas de ser un "esencial", te transformas en un "reemplazable" y todas tus demandas dejan de ser relevantes.
De modo que no sólo deberías votar en todo evento, independiente que detestes a todos los candidatos, sino que además deberías agrupar a otros votantes que tengan necesidades e ideales como los tuyos (tu gremio, tu comunidad, tu congregación religiosa, lo que sea) y gritar a los cuatro vientos que tú y los tuyos darán su voto al candidato que cumpla con tu lista de exigencias. Y que lo seguirás haciendo en las siguientes elecciones. Sólo de esa forma harás tus demandas relevantes para los candidatos y -eventualmente- gobernantes.
No se trata sólo de llevar al gobierno a quien te guste (o menos disguste) para gobernarte, se trata de que, sea quien sea que llegue al poder, entienda que debe complacer a tu grupo si tiene intenciones de permanecer en el poder. Mientras más grande tu grupo, más relevante serás para el líder.
Cuando votas no sólo entregas poder, adquieres poder tú.
Hazte esencial. Vota.
¿Y qué hay de "sabotear el sistema"?
Si has leído con atención todo lo anterior, ya habrás comprendido por qué negarse a participar para "poner en crisis el sistema" es una pésima idea: a los políticos les gusta que su elección sea vista como legítima, pero les gusta aún más alcanzar el poder y, fuera de hacer algunos aspavientos y rasgar vestiduras por la falta de participación, luego están felices de asumir sus cargos y gobernar como se les antoje. Y como vimos antes, una alta abstención les facilita la tarea, porque con un poco de acarreo y apelar a algunas bases duras, ya tienen asegurada la elección.
Recordemos que en Venezuela la oposición al entonces presidente Hugo Chávez (en un acto de ingenuidad insólito) se negó a participar de unas elecciones parlamentarias que consideraban viciadas, para no "validarla". ¿Qué pasó? El congreso obtuvo mayoría absoluta chavista, usaron su mayoría sin vergüenza alguna, se modificaron las leyes y constitución a gusto del gobernante y desde ahí se desbarató todo el sistema democrático venezolano, hasta llegar a la situación actual. Difícilmente una buena jugada.