Pablo Picasso, "El viejo guitarrista" (1903-1904).
Estar azul, sentirse azul... Parecen irrisorios versos de forzado cromatismo. Lo primero: estar azul, vaya y pase, se tratará a lo mejor de algún señor cianótico: la sangre deficientemente oxigenada brinda a la piel una tonalidad azulosa que en medicina llamamos cianosis. Pero, ¿sentirse azul?
Lamentablemente en nuestra lengua no es cabalmente traducible la expresión idiomática del inglés que alude al estado de ánimo flexionado, abatido: 'I've got the blues', 'that leaves me blue'. Estar de capa caída, andar volando bajo, sentirse bajoneado, habérsele bajado la moral a uno... El énfasis descriptivo es reiteradamente topográfico, no cromático. Evoca llantas bajas, pilas bajas...
El 'Blues' de la lengua inglesa al que nos referimos, describe un estado pasajero y relativamente leve de descaecimiento anímico, frecuentemente desencadenado por los sinsabores de la existencia y que tiende a remitir de modo espontáneo o con aquellos lenitivos y tonificantes que también depara el diario vivir. El conocido 'blues' postnatal, que se describe en la mayoría de mujeres puérperas, es paradigmático de la situación aludida.
'Blues' es denominado también aquel género musical surgido en el sur de Estados Unidos a partir de los cánticos de los esclavos negros, y que se caracteriza por su aire melancólico y cargado de intenso y sufrido sentimiento. Cantar un blues es y no es cantar una canción azul.
Si pudiese darse la traducción literal aquella, ser de sangre azul no constituiría únicamente contar con abolengo real o empingorotada alcurnia, también designaría el pertenecer a la raza de los depresivos, aquellos seres de azulenco pellejo, proclives a la disforia, la acedia y la melancolía.
La melancolía en cambio, etimológicamente, es negra. El vocablo proviene del griego (μέλας: "negro" y χολή: "bilis") pues supuestamente este humor excesivo era el responsable de la pesarosa vivencia de tristeza patológica. El negro es color poderosamente simbólico y, de hecho, hasta ahora simboliza a la muerte en varias culturas -el tradicional color del luto entre nosotros-. Así pues la melancolía viene a ser, de algún modo, azul. Imagínese un cortejo fúnebre ataviado con toda la gama del azul (de hecho, ésta podría ser una de las raices originarias de 'blue' como sinónimo de pesadumbre y duelo-.
En nuestro idioma, más bien el color azul aparece adjudicado a ciertos diablos: 'estar con los diablos azules' es expresión popular que designa a la abstinencia alcohólica grave (delirium tremens) en que se suscitan alteración de conciencia con alucinaciones e ideas delirantes. Peculiarmente en el Perú a la borrachera que cursa con actitudes hostiles o violentas se le llama, sin más trámite, estar con los diablos azules.
Inevitable recordar así al "Periodo azul" de Picasso, cuando en sus telas predominaron los tonos de esa gama cromática y que siguieron al suicidio de su amigo también pintor, Carles Casagemas en 1901, de un pistoletazo en la sien. (La dramática historia que marcó intensamente al pintor es digna de ser conocida y puede revisarse en este artículo de D. Chalif, aquí).
Y el inevitable tópico aquí es el recordado tema "L'amour est bleu", a tantas lenguas traducido y en tantas versiones interpretado, -nada novedosa ciertamente esta asociación pero la novedad es también un tópico, y a veces el más trajinado-. Resulta interesante saber que la versión original (1967) fue en idioma francés y para la versión inglesa ('Love is blue') se reescribió la letra del tema, (en el idioma galo bleu no tiene connotación de tristeza); análogamente, luego se tradujo al español donde el título conveniente fue 'El amor es triste'. (Aquí pueden compararse la letra del tema en francés, inglés y español).
Estas inanes digresiones son a raíz de un post reciente (Feeling blue, seeing gray: Reduced contrast sensitivity as a marker for depression) aparecido en el siempre interesante blog Neurophilosophy, donde se consigna que, aunque tradicionalmente la relación entre colores y estados de ánimo ha sido esencialmente metafórica, investigaciones recientes podrían trascender ello: según informa Mo Costandi, el bloguista autor, un grupo de investigadores alemanes ha encontrado que las personas deprimidas sufren reducción de su sensibilidad al contraste visual y por tanto, efectivamente, su percepción visual del mundo circundante es diferente a la de las personas sanas. En el estudio se efectuaron mediciones indirectas de la actividad eléctrica de las retinas de sujetos deprimidos y sujetos sanos, hallándose diferencias significativas entre ambos grupos, aún teniendo en cuenta si los deprimidos recibían tratamiento o el tipo de antidepresivo. La diferencia era aún mayor a medida que era más severa la depresión. Literalmente, las personas deprimidas lograban una experiencia visual menos vistosa y colorida.
Desde luego, este hallazgo no puede ser previsto como útil para confirmación diagnóstica de la depresión ya que diversas patologías -y no solamente las psiquiátricas- pueden modificar los registros de la actividad eléctrica retiniana. Pobreza de la psiquiatría -en cuanto a inexistencia de exámenes de diagnóstico paraclínico- que es también su desafío: imagínese cómo sería si bastase ver a la gente teñida de azul para saber que agolpada dentro de sí ruge terrible la depresión. Seguirá siendo entonces una metáfora: estar azul, sentirse azul.
Pablo Picasso, "La Tragedia", 1903.