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Este Cine es Nuestro: Con Ojos Amorosos

Publicado el 15 enero 2013 por Fimin

15 de Enero del 2013 | etiquetas: Este Cine es Nuestro, Carles Guardiola Twittear este-cine-es-nuestro-con-ojos-amorosos

Ocurre que en Yo soy el amor (Io sono l’amore, Luca Guadagnino, 2009) el gran hervidero de sentimiento tiene lugar en las periferias de la gran velada, allí donde no llega la lumbre de las velas que imperan en las suntuosas reuniones familiares y laborales del linaje de los Recchi. Apartados, varios personajes van inflándose de emociones que son incomprensibles allí en el tremendo comedor o salón de baile en que Buñuel podría estar montando de las suyas, así que permanecen en sus cuevas, inflando tensiones. Se propone aquí ir con ellos; siempre hay tiempo de acercarse a hacer un brindis simbólico. Porque los que lo están pasando mal, eh, los que traman la película – la madre llamada Emma, el hijo Edoardo y el cocinero Antonio – van a brindar sin retórica, van a romper las copas peligrosas.

Este Cine es Nuestro: Con Ojos Amorosos

Por ejemplo, fijémonos en la gran portadora del melodrama: Emma. Ella recorre las estancias de Villa Recchi y casi podríamos decir que, a medida que lo hace, va empañando el entorno de su tensión, de las novedades del corazón, de los cocineros que traen nuevas primaveras. En correspondencia, las secuencias sin cortes irán untando librerías, la mesa camilla y el fino cortinaje, haciendo por momentos borrón y cuenta nueva a todo el escenario. Si la película se inicia dando tanta prioridad al estallido amoroso de una persona, aunque el espacio que le rodee tenga gran rotundidad, ¿no resulta sensato que el estallido transforme dicho espacio?

Marcel Camus hace del marco carnavalesco de Río de Janeiro en Orfeo negro un espacio de volcado de una tragedia de personajes que lo transforman, produciéndose las imágenes del filme. No aprovecha ese ambiente para explicar un relato, sino que se hace con los colores y formas que da esa fiesta para que en cada inmersión en la rúa, en cada barrido de imágenes captadas, se componga el relato del carnaval, relato que siempre está ahí para ser captado.

Este Cine es Nuestro: Con Ojos Amorosos

Pues en esa dirección encontramos los tapetes de lana y el piano de cola apareciendo de una nueva manera. También ellos tienen una historia despertada cuando Emma los mira con ojos más sensibles. Esto ocurre también con el mismo avance de la obra, igual que en Eternamente tuya sean frecuentes las escapadas del curso normal de hechos a partir del poder ilusionista del enamorado David Niven, o que la niebla suiza siempre haga posible el encuentro entre Los amigos apasionados de David Lean.

Distracciones que vienen de un amor que los personajes quieren dar y que las imágenes reciben y se distraen con él, como lo hace la cámara con el plato cocinado por Antonio desde la cocina hasta la mesa de honor en que Emma y Edoardo iban a cenar pero no podrán. Será así porque la imagen de ese plato contiene el melodrama, que al fin entra en la velada. En ese momento se sirven todos los desvíos que hasta el momento habían acontecido, el del explayado plano desde la luna del coche que llevaba a los amantes al campo o el de la celebración de la carne entregada con las capturas de insectos y flores y todo el polen.

Este Cine es Nuestro: Con Ojos Amorosos

Hal Hartley ya exploraba en Flirt cómo gestionar un amor en imágenes, probando la misma trama en tres ciudades diferentes, y las tres se cerraban con una bala desgarrando un labio. Igual de literalmente, las estatuas milanesas con que Guadagnino va construyendo la obra lloran en el desenlace. Muy de cerca se humedecen de emoción de saberse, por fin, invitadas a la cueva de los enamorados. 


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