21 de Diciembre del 2012 | etiquetas: Este Cine es Nuestro
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¿¡Qué tembleque, no!? Qué revoloteo, constreñido revoloteo, con que atiende la cámara al jovencito Donal (apodado sweetdick, o rabodulce, como usuario del vicio del sexo online) en su modesto ascenso en el negocio proxeneta por el praderío irlandés… Esa aventura ocurre, además, mientras se inicia en el amor, esa sensation, con Kim, la prostituta emprendedora. Por estos lares marcha "Sensation" de Tom Hall, película que aquí intentaremos hacer un poco nuestra.
Tomemos el título de la pieza como chispa inicial, hagamos caso de la potencia y el reclamo de la sensación, que no quiere diques de reflexión que la contengan aunque nos tenga que violentar con su transparencia. Por esto que ese surcar inestable, como desconfiado, con que se nos enseña la habitación del protagonista, masturbándose entre pantallazos de webs de contacto y revistas secas, pueda remitirnos, en la sensación, con lo brusco del cineasta Fernando Merinero y las pocas coartadas que da a la complacencia en La novia de Lázaro o Un millón de amigos. Cierto sentimiento muy de duda, de enseñarse todo con extraño temple, como de “ay, ay, ay”.
¿Y tal vastedad de una trama con poca luz desarrollista y mucho acontecimiento a tapadillo, privado del laurel social, no puede hacernos saltar a esa generación británica airada de los cincuenta, a Mirando hacia atrás con ira de Tony Richardson o Un lugar en la cumbre de Jack Clayton? Como en éstos existe un desasosiego anunciado desde el planteamiento, que pone nerviosa a la realización de la pieza, en el caso de Tom Hall llevando al temblor limitado, nada lánguido, que referíamos.
Sabemos que el recurso de aplicar ese toque movedizo al encuadre contribuye a una viveza al registrar la situación que queda dentro de él; si la vida es fluida, difícil de esquematizar, que su representación también lo sea, turbulenta, desposeída, hasta grotesca. Pero, más allá, seguimos planteándonos ¿por qué Sensation se mueve de esa manera? A fin de cuentas, las sugerencias y cuestiones que un filme incita deben estar en él mismo, en su vida propia, en el reto particular que han hecho a la hora de decidir representar algo. Eso es, imaginemos que, si bien se parte de la representación de una vida, en el momento en que se empieza a representar, ya queda por delante la vida misma del filme haciéndose, afectado y en desacuerdo con esa vía de lucro de Donal y Kim aunque considerando la atracción que los une y los desdibuja como delincuentes.
Así, como la misma peli ya vive, vamos entendiendo que Sensation no quiera acabar de plantar pie en escena. Esquiva el follón, ninguna película quiere ser la cinta que acabe como prueba en un proceso de condena. Y de todos modos, se arriesga, ojo avizor, porque le interesó algo alrededor del joven irlandés, de su gruesa excitación, de su convivencia con un padre que, para bajar las escaleras de casa, da lugar a la primera ocurrencia del filme, cuando el título queda inscrito sobre la imagen.
Instalado un sistema elevador que desplaza al inválido por el recorrido de una escalera, Donal da a un botón y empieza el descenso de su padre. Es un plano quieto y limpio que, de ahí en adelante, se agitará como dijimos… La película ya vio algo ahí.