Pascal Campion
Abro por pura casualidad un vídeo que me manda una amiga que no envía chorradas. Es un vídeo para aprender a lavarse las manos bien, sin dejarse ningún resquicio. Al terminar suspiro aliviada, por fin algo que sé hacer bien. En estos días me he dado cuenta de que no hago casi nada bien, en realidad es que no sé hacer nada. «¡Tú escribes!» Ya bueno, eso no tiene ningún mérito, ni interés ni utilidad. Ayer, a mi madre y a mí, nos faltó descorchar una botella de vino para celebrar que había conseguido arreglar las cuchillas de un vaso de batidora que debe de tener unos cuarenta años. ¡Ole, ole, ole! No hemos hecho nada con ese vaso pero mi madre ha sabido arreglarlo, le ha dado una nueva vida. Yo, en un alarde de ingenio sin precedentes, lo máximo que hubiera podido hacer sería convertirlo en maceta, rellenarlo de tierra, plantar algo, regarlo y que no creciera nada. Por supuesto cuento con que habría elegido mal la tierra, habría plantado lo que fuera al revés y lo habría regado muy poco o demasiado.El verano pasado estando de vacaciones también con mi madre se estropeó una lavadora de unos treinta años. El técnico nos dijo «Uy, señoras (cada día me parezco más a mi madre y creo que me faltan cinco años para que parezcamos hermanas), esto es una chorrada pero la pieza no se fabrica». ¿Qué hice yo? Busqué el modelo de lavadora, el nombre de la pieza, e hice una búsqueda por la red por si acaso podíamos pedirla en algún sitio. Por supuesto fracasé. Y me eché la siesta. Y cuando me levanté con la cara marcada con las arrugas de la almohada y con la sensación de haber vuelto a 1980, me encontré con que mi madre había ido a los chinos, había comprado varias piezas, gomas, alambres y pegamentos y haciendo, una vez más, uso de su talento para ser McGyver, había arreglado la lavadora. ¿Qué hice yo? Compartir el logro, con fotografía de la pieza incluida, en el grupo de wasap familiar para que las treinta y cinco personas que usan esa lavadora dieran vítores a mi madre. (Es una casa compartida por mucha gente en un equilibro de convivencia muy chulo que ya explicaré otro día). Se celebró con vítores y aplausos y yo comenté que si hubiera un desastre nuclear estaba claro que los que valdrían de algo serían mi madre y tres o cuatro personas más del grupo, entre ellas uno de mis hermanos. Hubo gente que se ofendió y dijo «eh, que yo sé hacer cosas, méteme en el grupo de gente que salvará a la humanidad». Por no discutir les dije que sí, que vale, pero vamos que no, que la mayoría somos unos inútiles pero a la gente le cuesta reconocerlo. A mí no me cuesta y tampoco podría engañar a nadie. Estos días mientras teletrabajo, limpio, cocino alguna cosa, intento leer algo y coloreo mandalas pienso que no sé hacer nada. He intentado pensar en algo que haga bien, algo que sepa hacer a conciencia útil y con algún sentido práctico pero no se me ha ocurrido nada. «Qué bonito esto que coloreas» me dijo ayer mi madre. Está claro que tampoco se me da bien lo de los mandalas. Ayer perdí dos partidas de parchís a distancia jugando contra mis sobrinos y tres al scrabble contra mi primo que está en Argentina. Quizás me pueda aferrar a esto, tampoco seré nunca una gran campeona de nada... pero entretengo y sé lavarme las manos. PS: me he cortado las uñas de las manos y de los pies. Han quedado regular.