¡ Que curiosos son los estudios, encuestas y demás estadísticas, que normalmente, seguramente por la baja fertilidad informativa, afloran en los primeros días de cada nuevo año!. Datos que pretenden marcar nuestra futura existencia, o por lo menos la tendencia de ese año. Y no me refiero a que surjan, o nazcan con esa intención. Estos estudios parten de un punto objetivo, estadístico: “preguntan, respondemos y todos los datos acumulados son tabulados”. El problema viene de las interpretaciones y como se interpreten.
En los últimos días hemos visto publicados dos estudios que marcan la tendencia de consumo de vino en nuestro país; los titulares que me llamaron la atención fueron los siguientes:
1. “Consumidores españoles prefieren los vinos con Denominación de Origen”. Y dice el subtítulo: “Y dan poca importancia a la etiqueta”. (Este es un estudio del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) en España y Estados Unidos; está financiado por la Organización Internacional del Vino (OIV), incluye la opinión de estos consumidores sobre las características que definen los vinos de Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Chile, Argentina y Uruguay y también los de España, Francia, Italia y Portugal).
El estudio no deja de ser llamativo, por lo menos sus resultados, ya que siempre he pensado que la etiqueta (o llamémosle marca…) influye de manera importante, y que el consumidor medio se fijaba bastante antes de comprar. Las conclusiones que se destacan no dejan de tener su “aquel” interesante:
-El consumidor español tiene una actitud de compra poco positiva hacia los vinos del Nuevo Mundo.
- Los consumidores americanos, en su globalidad, tienen como principales referencias para la elección de un vino, el que lo hayan probado anteriormente, el tipo de variedad de la uva y el precio.
- En España, cabe reseñar dos grupos de consumidores bastante diferenciados por su edad y educación: uno con una mayor proporción de jóvenes con un bajo conocimiento sobre el vino, que valoran que el vino proceda de una denominación de origen y su idoneidad con la comida con la que se vaya a acompañar.
El otro segmento está conformado por hombres adultos, con un bajo nivel de educación, pero con un nivel alto de conocimiento sobre el vino, y se valora especialmente la etiqueta, la idoneidad del vino con la comida a la que acompaña y el haberlo probado anteriormente.
En Estados Unidos el estudio se ha centrado en la llamada generación Millenials (menores de 35 años), ya que se considera que este grupo posee un notable poder adquisitivo y mayor consumo de vino que el resto de la población.
Por otro parte hay que señalar que este análisis permite descubrir, o por lo menos esa es una de sus finalidades, qué ocurriría si los vinos del Nuevo Mundo se comercializaran de forma masiva en España y cómo incrementar la exportación de los vinos españoles a Estados Unidos, que se espera sea el primer consumidor de vinos del mundo dentro de pocos años.
2. El otro titular, de otro estudio, lo encontramos en la prensa cántabra:
“Los cántabros lideran el consumo de vino en España, con unos 17,7 litros por persona y año, prácticamente el doble de la media nacional, que se sitúa en 9,5 litros”.
Según dicho estudio, de la revista Distribución y Consumo, en Santander y sus alrededores sería el lugar idóneo para comercializar nuestros vinos, pensaría una bodega a la vista de dichos datos. Ahora, claro, si lo que estamos proyectando en el titular, son datos porcentuales, al ser una comunidad pequeña, las cosas cambian. Porque no es lo mismo una población de 600.000 personas (total de la población, a 2010 en Cantabria) que consuman casi 18 litros por persona (si, de acuerdo, que los menores de 18 años no pueden consumir alcohol), que una población como la de Castilla León, que en el año 2007 superaba los dos millones y medio.
Pero además quiero extrapolar los datos de estudio para relacionarlos con el estudio del punto primero; el estudio de la revista Distribución y Consumo distribuye así el consumo de los cántabros:
La mayor parte del vino consumido en Cantabria es vino de mesa, seguido por los denominados vinos tranquilos (de mayor calidad) y en menor medida de los espumosos y otros tipos de vino. Y yo me pregunto, ¿donde metemos los de Denominación de Origen, en los que el estudio llama de “mayor calidad”?. Porque si es así, estos datos contradicen a los recabados por el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA); pongámosle numeritos:
Cada cántabro toma al año una media de 12 litros de vino de mesa, de los cuales, 10,2 litros son de tinto, 1,3 de blanco, y medio litro de rosado.
En el caso de los vinos tranquilos (los que se presuponen de mayor calidad, según el estudio; los que yo me imagino que serán vinos con denominación de origen…), que alcanzan en total los 4,3 litros, también son más demandados los tintos. En concreto, el consumo por habitante es de 3,3 litros de vinos tranquilos tintos al año, 0,4 litros de blancos y 0,6 de rosados.
Por lo que respecta a los vinos espumosos, Cantabria se sitúa por debajo de la media, con 0,5 litros por persona y año, frente a 0,6 litros en el conjunto nacional. Y lo mismo ocurre con otros tipos de vino, que suman 0,9 litros per cápita anuales en la región, y 1 litro en España.
Por saber los hábitos de consumo de otras regiones españolas, según dicho estudio, estos son los escuetos datos que se presentan:
“Por detrás de Cantabria se encuentran Baleares (15 litros per cápita), Asturias (13,2), Cataluña (13,1), País Vasco (11,7), Galicia (10,8) y Castilla y León (10,2 litros). En cambio, en los últimos puestos, junto a Extremadura, se encuentran Murcia (con 6,3 litros por persona y año) y La Rioja (6,4 litros)”.
A partir de aquí, que cada uno saque sus propias conclusiones; pero sobre todo, que cada uno beba aquello que mayor satisfacción le produzca, lo que él/ella crea que es más idóneo para cada momento y situación.