Revista Expatriados
Hace una semana fue noticia que había aparecido un fragmento de un papiro del siglo IV con un texto en copto de un evangelio desconocido hasta ahora. El texto es breve y está muy fragmentado. Aun así contiene una bomba: en él Jesucristo se refiere a “mi esposa”. Es tan fantástico y tan excitante que lo primero que uno se dice es “demasiado bonito para que sea cierto”. Y eso es lo que ha dicho “L’Osservatore Romano” que por un casual resulta que es el periódico del Vaticano.
No me meteré en la cuestión de si el papiro es verdadero o falso, sino en la cuestión que está detrás del artículo de “L’Osservatore Romano”: ¿qué cambiaría si comprobásemos que Jesús estuvo casado?
A muchísimos creyentes les chocaría la idea de que el Hijo de Dios estuviera casado, pero yo no veo porqué eso iría contra su naturaleza divina. Si Dios quiso encarnarse y compartir las miserias de los mortales, ¿por qué no experimentar también los encantos de tener una suegra o los cambios de ánimo que provoca el síndrome premenstrual? Bueno, lo que a los creyentes les preocupa es la idea de Jesucristo disfrutando del lado bueno del matrimonio, de ése que ocurre cuando se apaga la luz. Si es por eso, que no se preocupen. En la Edad Media había parejas que por motivos religiosos optaban porque sus matrimonios fuesen castos y he oído de parejas en las que a la esposa lleva doliéndole la cabeza desde la noche de bodas. Si al final resultase que Jesucristo tuvo esposa, podríamos imaginarle en una de esas situaciones y decir que sí que estuvo casado, pero que de sexo no hubo nada. Si hasta ahora no hemos encontrado ningún fragmento de algún evangelio gnóstico en el que Jesucristo ensalza las virtudes del 69, no creo que lo vayamos a encontrar ya.
Pero sospecho que al Vaticano, que es mucho más práctico (si no lo fuera no habría sobrevivido tanto tiempo), lo que le preocupa no son las consecuencias teológicas de un Jesucristo casado, sino las prácticas: si Jesucristo estuvo casado, ¿qué coño hacemos con el celibato eclesiástico?
Para ver cuál es la fundamentación ideológica del celibato eclesiástico, nadie mejor que Juan Pablo II, aquel Papa que llevaba mucho peor que se le casasen los sacerdotes que que metiesen mano a los monaguillos, como pudo comprobar el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Los argumentos de Juan Pablo II los he extraído de la “Carta a todos los sacerdotes de la Iglesia con ocasión del Jueves Santo” de 1979 y de tres textos de 1993-94 de una catequesis suya sobre El Credo (“La lógica de la consagración en el celibato sacerdotal”, “La castidad consagrada” y “La castidad consagrada en la unión nupcial de Cristo y de la Iglesia”). Los argumentos son:
+ Se trata de una cuestión de prioridades, que ya expresó el propio Jesucristo: “Jesús no exigía de todos sus discípulos la renuncia radical a la vida en familia, aunque les exigía a todos el primer lugar en su corazón cuando les decía: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37). La exigencia de renuncia efectiva es propia de la vida apostólica o de la vida de consagración especial. (…) No se trataba sólo de renunciar a ciertos bienes materiales, como la casa o la hacienda, sino también de separarse de las personas más queridas: «hermanos, hermanas, madre, padre e hijos» -como dicen Mateo y Marcos-, y de «mujer, hermanos, padres o hijos» -como dice Lucas (Lc 18,29).” A este respecto Juan Pablo II recuerda las palabras de Jesucristo en Mt 19,12: “Hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el reino de los cielos”, frase que Orígenes se tomó a la tremenda y se practicó una vasectomía a la tijera.
Más claro todavía es el mensaje de San Pablo en la primera Carta a los Corintios: “El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido”. San Pablo aquí jugaba con ventaja. Era un poco rarito y no le iban el sexo ni las mujeres (¿o puede que lo que no le fuera fuese el sexo con mujeres?). En todo caso conviene recordar que la opinión de San Pablo en aquellos momentos no era más que una de las muchas opiniones existentes en el cristianismo naciente. Para nosotros San Pablo es el apóstol de los gentiles, el que más hizo para difundir el cristianismo fuera del estrecho marco del judaísmo. Para muchos de sus contemporáneos era Pablo el Tocapelotas.
+ Para la cuestión de porqué Jesucristo escogió a hombres casados, cuando quería sacerdotes célibes, Juan Pablo II tiene una respuesta muy inteligente: “Jesús no promulgó una ley, sino que propuso un ideal del celibato para el nuevo sacerdocio que instituía. Ese ideal se ha afirmado cada vez más en la Iglesia. Puedecomprenderse que en la primera fase de propagación y de desarrollo del cristianismo un gran número de sacerdotes fueran hombres casados elegidos y ordenados siguiendo la tradición judaica.(…) Es una fase de la Iglesia en vías de organización y, por decirlo así, de experimentación de lo que, como disciplina de los estados de vida, corresponde mejor al ideal y a los consejos que el Señor propuso. Basándose en la experiencia y en la reflexión, la disciplina del celibato ha ido afirmándose paulatinamente, hasta generalizarse en la Iglesia occidental, en virtud de la legislación canónica. No era sólo la consecuencia de un hecho jurídico y disciplinar: era la maduración de una conciencia eclesial sobre la oportunidad del celibato sacerdotal por razones no sólo históricas y prácticas, sino también derivadas de la congruencia, captada cada vez mejor, entre el celibato y las exigencias del sacerdocio.”
La cita era larga, pero es que tiene enjundia. Si lo he entendido bien: cuando estoy de acuerdo con la práctica de la Iglesia primitiva, digo que hay que seguirla. Cuando hay discrepancias entre lo que se hacía entonces y lo que se hace ahora, digo que lo de ahora es un ideal al que se tendía, pero que no se podía realizar entonces porque no se daban las circunstancias. ¡Magnífico! Juan Pablo II también menciona que “parece que los Doce, destinados a ser los primeros en participar de su sacerdocio, renunciaron para seguirlo a vivir en familia”. No se pregunta Juan Pablo II cómo verían eso sus familias. “Cariño, que os dejo a ti y a los niños para ponerme a predicar con Jesucristo que me importa más que vosotros.”+ La justificación más importante para el celibato es que es el modelo que Jesucristo escogió para sí mismo. “El ideal concreto de esa condición de vida consagrada es Jesús, modelo para todos, pero especialmente para los sacerdotes. Vivió célibe y, por ello, pudo dedicar todas sus fuerzas a la predicación del reino de Dios y al servicio de los hombres (…) Jesús, con su ejemplo, daba una orientación, que se ha seguido.”Si resultase que Jesucristo estaba casado, adiós justificación para el celibato. A menos que imaginásemos que antes de salir a predicar se divorció de su mujer, con lo que al final tendríamos que introducir el sacramento del divorcio. Demasiado follón. El error de Juan Pablo II fue querer justificar el celibato sacerdotal sobre una base evangélica y espiritual. Vivimos en los tiempos del neoliberalismo y del empleo precario y la manera de justificar las cosas tiene que ser otra. Lo que Juan Pablo II hubiera debido decirles a los sacerdotes es lo siguiente:“Estáis aquí porque queréis servir a Dios. Y resulta que Dios ha delegado en mí la dirección de la empresa, incluido el apartado de los recursos humanos. Pues bien, he decidido que el que quiera trabajar aquí tiene que ser célibe. ¿Os parece arbitrario? No creo que lo sea más que el obligar a los empleados de McDonald’s a vestirse de payasos o a los dependientes del Corte Inglés a llevar una sonrisa falsa tatuada en la cara. El que quiera trabajar aquí, que acepte el celibato y el que no, que corra a apuntarse a la oficina de empleo antes de que la cola del paro entre en Francia. ¿Qué los primeros apóstoles estaban casados? Pues sí, puede que el convenio laboral de entonces lo permitiese, pero ahora el que manda aquí soy yo. ¿Alguna pregunta?”