Una de las partes fundamentales en la educación nutricional es aprender a interpretar la información que hay en el etiquetado de los alimentos que adquirimos.
Ya hemos hablado más veces en la revista del etiquetado nutricional y hoy os queremos hablar de algunas etiquetas que no son lo que parecen:
Hay que tener en cuenta que la etiqueta del producto, además de darnos información sobre calorías, caducidad o peso, también tiene la misión de resultar atractiva y de portar mensajes que hagan que el consumidor finalmente se decante por una u otra opción.
Y es ahí donde podemos encontrarnos con contradicciones o directamente con etiquetas trampa. Vamos a ver algunos ejemplos:
NATILLAS SIN AZÚCARES QUE SÍ LLEVAN AZÚCAR: este es un caso claro de contradicción entre las dos caras de la misma etiqueta. Ya la OCU lo denunció en su momento alegando que “despistaba al consumidor”
Como veis en el etiquetado frontal (ese que sirve de reclamo para el consumidor) observamos en letras azules que son unas natillas “sin azúcares añadidos”, en cambio al revisar el listado de ingredientes vemos que el azúcar aparece claramente como parte de los ingredientes del chocolate de las natillas.
PAN INTEGRAL QUE NO ES INTEGRAL: este es un caso especialmente habitual y pasa tanto con panes como con otros productos hechos a base de harina.
Para que un producto hecho a base de harina sea realmente integral, el primer ingrediente que debe aparecer en el etiquetado es la “harina integral”. Si es pasta (espagueti, macarrones,…) debe aparecer “sémola INTEGRAL de trigo”. Es decir, la palabra “integral” debe aparecer en el listado de ingredientes. De nada sirve que ponga “integral” en el paquete si cuando leemos el listado de ingredientes nos enteramos del caso como el de la imagen, en el que es un producto elaborado a base de harina refinada al que le han añadido un 6% de salvado.
Si me quiero beneficiar de todos los beneficios de tomar cereales integrales, debo consultar siempre el listado de ingredientes.
¿0% DE QUE? En este caso la estrategia es la siguiente: Tengo un producto que gusta mucho pero que la población asocia con que “engorda” “es poco sano” o “no lo como cuando estoy a dieta”, por ejemplo los dulces, bollería, snacks,…Suelen ser productos muy ricos y adictivos y generalmente altos en azúcar, grasas poco saludables o sal. ¿Qué hacen entonces las industrias para mejorar la imagen de ese producto? Pues reducen la cantidad de alguno de los 3 ingredientes anteriores y nos lo ponen bien grande en el envasado. ¿Y qué hay de malo en esto? Vamos a ver un ejemplo concreto, Tenemos un postre lácteo con chocolate y vemos que en el envase aparece un 0.7% enorme. Además tiene una publicidad en televisión con mensajes tipo “no renuncies al placer” o “dale una alegría al cuerpo”. Con este tipo de eslóganes lo más normal es que el consumidor piense que es un producto “que no engorda”, pero si nos fijamos más en la etiqueta vemos que ese 0.7% lleva las letras “M.G” que significa “materia grasa”. Al mirar el reverso vemos que lleva un 12,4 % de azúcares. Es decir, es un producto al que le han reducido la grasa pero sigue siendo muy elevado en azúcar. En este caso la etiqueta no miente pero puede dar a entender que es un producto más saludable de lo que en realidad es.
Lo mismo para Sveltesse, (imagen en la cabecera) que tiene una gama de “postres light” que lleva un etiquetado que pone 1,7% de materia grasa pero al mirar la valoración nutricional vemos que lleva un 17.9% de azúcares. (Datos obtenidos de la web http://www.yoguresnestle.es/sveltesse/sveltesse-postres-light/sveltesse-mousse-chocolate www.tudespensa.com)En conclusión, cuando compremos cualquier producto procesado que lleve etiqueta, no debemos limitarnos a la cara frontal sino que es importante que nos fijemos también en la letra pequeña para evitar caer en la trampa de algunos etiquetados que son, cuanto menos, “confusos”.