Revista Política
El señor Evo Morales es presidente de Bolivia desde hace algunos años. El señor Morales suele presentarse como indígena a pesar de que en su país todo el mundo sabe que es mestizo; mal empezamos pues, si uno se atribuye identidades que no le tocan. El señor Morales hizo una fulgurante carrera como lider sindical cocalero, es decir, dirigente de los campesinos plantadores de coca, indígenas bolivianos en su mayoría. Desde hace algunos decenios los cocaleros ven perseguido su monocultivo ancestral, porque de la planta que producen se extrae un tóxico que causa estragos entre jóvenes y menos jóvenes del Primer Mundo.
Morales es un pues un hombre sin formación previa, con cierta capacidad oratoria y algún olfato para ventear ciclos históricos. Los indígenas bolivianos ya no podían más con la pesada carga que llevan sobre sus hombros de modo ininterrumpido, probablemente desde antes de la Conquista española (el famoso "comunismo" de la sociedad incaica precolombina no es más que otra idiotez fantaseada por izquierdistas latinoamericanos de salón del siglo XX), y el señor Morales y su movimiento cocalero les han servido de plataforma para hacerse visibles, y comenzar a exigir un nuevo reparto de poder en el país andino que les tenga en cuenta. De momento no han logrado gran cosa, quizá porque las pretensiones del señor Morales y la gente que le rodea no coinciden exactamente con esas, aunque las jaleen en público.
Hasta aquí, todo estupendo. Ocurre que el personal político que gestiona aventura "revolucionaria" es de verdadero saldo; como diría el clásico leguleyo, "a los hechos me remito". Centrémonos en el señor Morales y dejemos para otro día a la corte de burgueses blancos y mestizos que le escoltan, algunos con pedegree de ex guerrilleros reconvertidos a la política institucional más turbia y otros con el de "empresarios del nuevo socialismo", gente que por ejemplo maneja vastos y ricos recursos naturales en nombre de un pueblo indígena con el que carecen de lazos más allá de una verborrea de dimensiones amazónicas.
Fijémonos en las declaraciones de Morales que hoy traslada El País. Dice el camarada presidente de la república de Bolivia que "el consumo de alimentos modificados genéticamente es la causa de la calvicie y la homosexualidad". Semejante admonición no la ha soltado mientras consumía chicha (alcohol indígena), sino ante el pleno de la I Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra. Ante este auditorio se supone que experto, Morales ha apostado fuerte por el consumo de "alimentos ecológicos" naturales, a los que ha contrapuesto los alimentos transgénicos y bebidas como la Coca-Cola, a los que según El País descalificó como emblemas del capitalismo y recordó "sus propiedades para desatascar desagües". Aquí puede percibirse una discrepancia de fondo con el Líder Máximo de la Revolución Bolivariana, camarada Hugo Chávez, que hace unos años envió al ejército venezolano a abrir a viva fuerza la planta central de Coca-Cola en su país que se hallaba en huelga en ese momento, dado que según el Faro de la Revolución Americana su funcionamiento era de "interés popular".
Sobre la calvicie dice Evo Morales que "es una enfermedad en Europa, casi todos son calvos, y esto es por las cosas que comen, mientras que en los pueblos indígenas no hay calvos, porque comemos otras cosas". Ya metidos en el análisis científico de las cosas que pasan por el mundo, el señor presidente boliviano ha tenido a bien explicar que la homosexualidad está ocasionada por el consumo de pollo "cargado con hormonas femeninas". Esa es la causa, remata, de que "cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres".
Un servidor piensa que la política debe estar abierta a todo el mundo, y que de hecho el mundo no comenzará a funcionar hasta que sea capaz de aplicar la verdadera democracia, la democracia de masas que propugnaba Rosa Luxemburgo; es decir, aquella forma de democracia en la que las decisiones nos correspondan a todos, y cualquiera de nosotros pueda ser el encargado de llevarlas a término (si me permiten la ironía, algo de eso debe perseguir alcanzar Zapatero cuando dice que cualquiera debería poder ser ministro, y para demostrarlo nombra como cargos ministeriales a ciudadanos y sobre todo ciudadanas sin bagaje político ni personal).
En fin, que la política ciertamente no debería ser un territorio reservado a profesionales de la cosa con título de abogado y máster de prestigiosa universidad yanqui colgados en el despacho, como venía sucediendo hasta ahora. Pero de ahí a considerar que un patán inculto, homófobo y cargado de prejuicios xenófobos está en condiciones de gestionar una revolución que verdaderamente cambie unas estructuras injustas de siglos, media un abismo: el que existe entre la acción política seria y el disparate populista bufonesco.
En la fotografía que ilustra el post aparece lo que al decir del señor Evo Morales es una fábrica de homosexuales bolivianos: un establecimiento de comida rápida especializado en carne de pollo, sito en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.