Hace miles de años ya se conocían cinco cuerpos celestes que no se mantenían fijos en el firmamento como las estrellas. Se les llamó planetas, de la palabra griega que significa “errante”. Eran Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, una lista a la que se unió la Tierra en el transcurso del siglo XVII.
En 1781 William Herschel descubrió un séptimo planeta usando un telescopio (Urano), y en 1846 se descubrió Neptuno, el octavo planeta del Sistema Solar, a partir de las irregularidades del movimiento de Urano, que hacían pensar a los astrónomos que algo le estaba dando tirones gravitacionales.
Desde entonces las pequeñas desviaciones del movimiento esperado de un planeta se volvieron pistas de la existencia de otro. Tras el descubrimiento de Neptuno, los astrónomos quisieron ver evidencia de un planeta muy cercano al Sol en las anomalías del movimiento de Mercurio. Lo llamaron Vulcano. Hoy sabemos que Vulcano no existe. Las irregularidades de Mercurio se explican por medio de la teoría general de la relatividad.
Los confines del Sistema Solar
En 1906 el industrial y astrónomo aficionado Percival Lowell se convenció de que otro planeta desconocido, además de Neptuno, provocaba anomalías en la órbita de Urano. Lo bautizó Planeta X, pero a su muerte, en 1916, aún no lo había encontrado. En 1930 el astrónomo Clyde Tombaugh descubrió un nuevo planeta, al que se llamó Plutón. Aunque al principio Tombaugh creyó haber encontrado el Planeta X de Lowell, en realidad Plutón es demasiado pequeño para tener influencia gravitacional sobre Urano.
Desde su descubrimiento, los astrónomos habían considerado a Plutón el solitario habitante del vasto espacio que se extiende más allá de Neptuno. Sin embargo, a partir de la década de 1990, se han descubierto multitud de cuerpos con diámetros que varían entre 10 y 1 000 kilómetros en una región que se conoce como cinturón de Kuiper. El nombre hace referencia a Gerard Kuiper, astrónomo holandés que en 1951 predijo teóricamente su existencia y sugirió que algunos cometas tienen su origen en dicha región.
El Sistema Solar no termina en el cinturón de Kuiper. En 1950 el astrónomo holandés Jan Oort propuso que los cometas de periodo largo (más de 200 años) provienen de una región aún más lejana, hoy llamada nube de Oort. Localizada a casi un año luz de distancia del Sol (más de 63 000 UA), es una región fría y oscura. Los objetos que la componen posiblemente se cuentan por cientos de millones, pese a lo cual dos de ellos cualesquiera distarán entre sí millones de kilómetros. Aunque nadie la ha observado, los científicos estiman que la nube de Oort sí es la frontera del Sistema Solar. Más allá de esta región, la gravedad de otras estrellas de nuestra galaxia domina a la gravedad del Sol.
Pistas falsas
La búsqueda del Planeta X no terminó con Plutón. En 1999, el astrónomo británico John Murray anunció haber encontrado pruebas de la existencia de un nuevo planeta a partir del estudio de irregularidades en las órbitas de 13 cometas. Según Murray, el nuevo planeta era varias veces mayor que Júpiter, se encontraba 1 000 veces más lejos del Sol que Plutón y tardaba seis millones de años en completar una órbita alrededor de nuestra estrella. Rechazada por las prestigiosas revistas Nature y Science, Murray consiguió publicar su hipótesis en el boletín mensual de la Royal Astronomical Society del Reino Unido, pero nunca se ha demostrado.
Ese mismo año, los astrónomos John Matese y Daniel Withmire, de la Universidad de Luisiana, propusieron la existencia de un gigantesco planeta gaseoso situado en la nube de Oort. El planeta, tan grande como Júpiter y cuatro veces más pesado, fue apodado Tyche, en honor a la diosa griega de la fortuna y la prosperidad. Según las estimaciones de Matese y Whitmire, el planeta Tyche debería haber sido captado por el telescopio WISE de la NASA, que completó en 2012 un estudio en infrarrojo de todo el cielo. Sin embargo, tampoco ha habido fortuna en esta ocasión, y entre los datos de la misión WISE no se ha encontrado ni rastro de Tyche.