Por José Antonio Michelena
Tapiz “Vida”, obra colectiva de Mujeres Trabajando, multipremiado en el V Salón de Parche de la Bienal de la ACAA, diciembre de 2011 Archivo IPS Cuba
Dos experiencias culturales gestadas en comunidades de la capital cubana.
Diferentes proyectos culturales en comunidades habaneras, liderados por artistas, han transformado los espacios intervenidos: donde había basura, maleza, escombros, ahora hay sitios de arte; donde había pereza, soledad, inacción, estrés, ahora hay energía creadora, salud mental; donde había sed, ahora hay un manantial.
Dos de esos proyectos comunitarios radican en el municipio de Diez de Octubre, el más poblado de la ciudad; uno está en La Víbora, el otro en Lawton. Ambos mantienen un crecimiento sostenido, la profundización de sus acciones en la comunidad les han expandido el reconocimiento de las instituciones y los premios y el prestigio alcanzado solo son parte del combustible que los lanza hacia adelante.
Atención: Mujeres trabajando
Alina Durán es una mujer muy inquieta, con una carga de energía que la tiene siempre en movimiento. En su juventud canalizó esa energía en la danza; después, cuando la maternidad la llevó por otros caminos, fue profesora de inglés, metodóloga de educación artística, artesana. Ella tiene estudios en dirección de artes escénicas y una licenciatura en educación artística en la especialidad de artes plásticas. Esa acumulación de saberes y experiencias la brinda con una generosidad natural a quien se le acerque.
La profesora Durán no se guarda los secretos de sus conocimientos porque considera que enseñar es prolongarse, concepción que le ha reportado mayor crecimiento espiritual y la ha conducido hacia importantes logros socioculturales.
En la pasada década del noventa, en medio de una coyuntura compleja, Alina Durán fundó –con Sonia Rodríguez Salas–, en el municipio de Diez de Octubre, un proyecto cultural para que su espíritu continuara a flote, un proyecto sin ánimo de lucro, solo por la satisfacción de ayudar en la creación de una conciencia de cuidado y respeto por el medio ambiente a través del arte. Ellas le llamaron Kaiowa.
Cuando en 1992 se celebró la llamada Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, allí se dio la voz de alarma por la imperiosa necesidad de salvar el medio ambiente. Por esos años, una de las tribus de la etnia guaraní que habitan en el Amazonas, llamada Kaiowa, impactó en las noticias de los medios de comunicación. Los kaiowas cometieron un suicidio masivo para llamar la atención por el desalojo que estaban sufriendo, un grito desesperado por la pérdida de sus tierras.
Para Alina y Sonia, Kaiowa era el nombre adecuado para el recién fundado proyecto, porque podía ser enarbolado como un grito de guerra en defensa del medio ambiente.
Hace nueve años, Alina se vio en la necesidad de reformular el proyecto, de implementar nuevas acciones, puesto que ya Sonia Rodríguez no la acompañaba en el trabajo. De su intención de crear un grupo con una producción artística que reflejara la temática ambientalista nació Mujeres Trabajando.
En la génesis de Mujeres Trabajando está un taller de artes aplicadas que Alina impartió en el hospital “Luis de la Puente Uceda”. Allí se dieron cita unas 12 mujeres interesadas en conocer los secretos de la técnica del patchwork (trabajo de parche) y de otras especialidades artesanales.
Al parecer, el taller se dio en el momento correcto, con las personas adecuadas, porque los resultados fueron excepcionales. Actualmente, este grupo de artesanas aficionadas está categorizado a nacional merced a la calidad de sus producciones. Las piezas que ellas elaboran tienen el grado de la excelencia.
Aunque lo esencial de Mujeres Trabajando, lo que les confiere identidad, es el trabajo de parche, también emplean otras técnicas de la artesanía textil como el bordado y el tejido. Ellas producen muñecas para colmar los sueños, piezas utilitarias de una gran creatividad y, sobre todo, tapices dignos de volar en ellos; las combinaciones de parches en los tapices son las obras de mayor impacto en la producción artística del grupo, el cual privilegia la naturaleza como fuente de inspiración.
Después de nueve años de trabajo en las artes aplicadas, el núcleo de mayor experiencia en Mujeres Trabajando ocupa un sitio de privilegio entre todas y todos los artesanos del país que cultivan el patchwork. Pero para pertenecer a esa elite del proyecto hay primero que recorrer un camino de aprendizaje.
“Aparecida en el mar”, tapiz de Mujeres Trabajando expuesto en el Salón de Arte Sacro realizado en la Iglesia de la Santísima Trinidad, Santiago de Cuba, 2012 Quien se llegue al local que ocupa el colectivo en la Casa de la Cultura de Diez de Octubre un miércoles, entre las 10 de la mañana y las cuatro de la tarde, encontrará a la profesora Durán impartiendo clases de técnicas textiles (patchwork, manualidades, muñequería, confección de utilitarios, entre otras) en alguno de los dos niveles estructurados. Después de vencer ambos, la posible miembro del grupo tiene que demostrar que está apta para integrarlo.
Pero tan llamativo como la belleza de los tapices, la gracia de las muñecas, el encanto de los manteles, agarraderas, doyles, pañales, delantales, resulta escuchar el testimonio que estas mujeres ofrecieron en dos visitas al taller, en 2007 y 2012. Estos son los apuntes de la primera visita:
Teresa es economista jubilada, a quien el proyecto le abrió un nuevo sentido a su vida, en tanto se define como una persona muy activa que la jubilación paralizó. La artesanía le dio un segundo aire, le mostró otras maneras de vivir, más pausadas. Ahora siente que transcurre con otro ritmo y que su poder de observación ha crecido porque, para crear, hay que observarlo todo atentamente. Según Teresa, la artesanía le ha permitido afrontar una enorme carga de problemas. (Ahora, con 69 años, continúa en el grupo.)
Angelina, oficinista jubilada, es la mayor de todas. Tanto sus compañeras como la propia profesora Durán expresan los mayores elogios hacia la calidad de sus piezas. Nina, como le llaman, dice que antes era muy nerviosa, pero ahora, mientras maneja la aguja y le da forma a su producción, está concentrada, sedada. A diferencia de otras compañeras, ella no tenía una educación o un gusto por las artes plásticas, ni pensaba que pudiera ser una creadora, desconocía las potencialidades que tenía dentro de sí; sin embargo, sus artesanías son tan buenas que sus colegas le han dedicado un término para definir la excelencia: “ninísima”. (Nina sigue haciendo maravillas con las agujas. Ahora tiene 76 años.)
Silvia se jubiló por enfermedad tempranamente. Ella se licenció en Literatura y trabajaba como diseñadora publicitaria. Este trabajo le mejoró la salud física y mental y la sacó del bache de la abrupta jubilación. (Actualmente vive en Estados Unidos, pero mantiene el vínculo con el grupo.)
En la segunda visita, en octubre de 2012, recogimos estas opiniones:
Mayté, de 58 años, tiene una licenciatura en Historia, está jubilada y entró a los cursos de Alina para obtener un conocimiento más. Ella nunca había cosido, no sabía que se convertiría en una virtuosa de la artesanía textil. Ahora, mientras cose, pueden darle las cuatro de la madrugada sin darse cuenta. Dice que esta labor le ha reportado salud emocional.
Marisela, ama de casa de 61 años, sostiene que la artesanía para ella “lo es todo”. Además del parche, le gusta trabajar también la muñequería. “Tengo cualquier problemita y me pongo a coser, un tapiz o una muñeca. Con esto me aíslo, me voy”. Mientras la profesora imparte clases a un nuevo grupo, ella muestra algunas modalidades del patchwork y enseña una de sus piezas, una verdadera obra de arte.
Chabela, de 58 años, economista jubilada con una gran facultad comunicativa, encontró en la artesanía textil la actividad que le ha permitido crearse un espacio propio y que la mantiene plena; que le reporta bienestar y salud; un espacio de socialización que colmó sus expectativas para esta etapa de la vida. Su experiencia en las técnicas textiles no es muy larga, pero su avance, en solo dos años, ha sido rápido. Habla con soltura de las técnicas del parche, que son muchas.
La composición etaria y profesional del colectivo creador de Mujeres Trabajando es heterogénea. Con edades comprendidas entre los 40 y más de 70 años, entre sus integrantes encontramos amas de casa, ingenieras, arquitectas, licenciadas en humanidades, artes y ciencias, así como técnicas en diferentes especialidades.
Esa composición es un reflejo del municipio de Diez de Octubre, el cual, con predominio femenino, tiene uno de los más altos índices de envejecimiento poblacional de la ciudad. En los cursos actuales hay varias compañeras más jóvenes.
Luego de nueve años de bregar, por los cursos de Alina Durán han pasado cerca de 200 mujeres, 23 de las cuales pertenecen al Grupo de Creación, mientras que otras 14 mantienen el vínculo. Actualmente, la profesora tiene 14 alumnas en el primer nivel y 25 en el segundo.
Por el nivel artístico alcanzado, las piezas de Mujeres Trabajando han traspasado las fronteras municipales y sus espacios habituales –la Galería de Arte y la Biblioteca de Diez de Octubre–, y se han expuesto en el Convento de Nuestra Señora de Belén, en el enclave de la ONG Patrimonio, Cultura y Medio Ambiente, en la Casa de la Obrapía, en la Casa de México, en el Centro Hispanoamericano de Cultura y en Radio Enciclopedia, entre otros sitios. En total, sus obras han sido vistas en 87 exposiciones.
Entre los principales premios alcanzados por Mujeres Trabajando, están los siguientes:
- Premio en el Evento de Historia y Estudios Socioculturales del municipio Diez de Octubre (2008)
- Premio Relevante en el Forum de Ciencia y Técnica, nivel Municipal y Provincial (2008).
- Gran Premio en el Simposio de Cultura e Historia de la Ciudad (2009).
- Premio en el Primer Encuentro de Cultura Inmaterial (2011)
- Primer Lugar en el Salón de la Décima Mural por el Tapiz “Canta el Gallo” (2011).
- Mención en la Categoría de Tapiz Individual a “Mucho más que dos” en el V Salón de Parche de la Bienal de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas (ACAA) (2011).
- Reconocimiento por la ACAA de Pinar del Río por el Tapiz Individual “Mucho más que dos” en el V Salón de Parche de la Bienal de la ACAA (2011).
- Gran Premio del Salón por participación en el Tapiz Colectivo “Vida” en el V Salón de Parche de la Bienal de la ACAA (2011).
- Primer Premio por participación al Tapiz Colectivo “Vida” en el V Salón de Parche de la Bienal de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas (ACAA) (Diciembre 2011).
- Premio de la Popularidad por participación en el Tapiz Colectivo “Vida” en el V Salón de Parche de la Bienal de la ACAA (2011).
- Reconocimiento de la Sección de Piel de la ACCA por participación en el Tapiz Colectivo “Vida” en el V Salón de Parche (2011).
Los premios alcanzados por Mujeres Trabajando en el V Salón de Parche de la Bienal de la ACAA, en diciembre de 2011, elevaron más su reconocimiento y fueron invitadas a la exposición “Lo que quiero es Virgen de la Caridad”, en el Salón de Arte Sacro realizado en la Iglesia de la Santísima Trinidad, en Santiago de Cuba, a propósito de la visita del Papa Benedicto XVI, en febrero de 2012. Allí llevaron la pieza “Aparecida en el mar”, elaborada especialmente para ese salón.
Es significativo que este colectivo de creadoras, aunque categorizado a nivel nacional, no es un grupo profesional sino aficionado. Por eso su mérito es mayor.
Cuando redactábamos este trabajo, ellas estaban inmersas en la confección de las piezas que presentarían a una exposición en el Festival del Alfeñique a celebrarse en Toluca, México, durante octubre y noviembre de 2012.
Para estas mujeres, la creación por medio de la artesanía textil es una manera útil y hermosa de llenar la existencia, una forma de autorrealización encontrada, por muchas, luego de la jubilación laboral. Enriquecimiento espiritual, disfrute, solidaridad, son conceptos que escuchamos repetidamente en el colectivo. Es evidente que ellas son felices en cada puntada.
El grupo recibe correspondencia desde la dirección electrónica: mujerestrabajandocuba
Muraleando, voz y rostro del barrio
“Somos la voz del barrio,
llevamos once años alterando el calendario”.
Rap de Mario Delgado, integrante de Muraleando
Sitial de Homenaje de Muraleando a La Caridad del Cobre, Patrona de Cuba Quien haya transitado durante los últimos seis años a lo largo de Porvenir, la avenida que corre entre Luyanó y La Palma, dos sitios emblemáticos de Diez de Octubre y Arroyo Naranjo, no puede haber escapado a la seducción que ejerce el edificio-mural situado en Concha y Porvenir, una construcción intervenida por un grupo de pintores durante la Novena Bienal de La Habana, en 2006. Este ejercicio, en el que participaron artistas alemanes, brasileños y cubanos, fue una expresión del prestigio alcanzado por el proyecto cultural Muraleando en sus –entonces– cinco años de existencia, una prueba de su vigor y encanto.
Ahora, en 2012, seis años después, las transformaciones en el barrio han continuado y las acciones del grupo han ido tejiendo una leyenda de la cual la propia comunidad es protagonista. La última hazaña realizada fue la toma de una fortaleza con un siglo de existencia. Justamente en su décimo año, Muraleando asaltó un castillo de 1911, lo hizo suyo y desde allí mira la ciudad, desde la circunscripción 36 de Lawton.
Situado en el sudeste de Diez de Octubre, fronterizo con La Víbora y Luyanó hacia el norte, Lawton es un barrio que muestra una fuerte presencia obrera, pero también de clase media. Esos signos están visibles en las viviendas de sus moradores; y la calle Aguilera es un ejemplo palpable. A un lado y al otro, la arquitectura enseña esa diversidad. No se ven aquí, ni los solares tumultuosos de Centro Habana, ni las mansiones de Miramar, sino un intermedio. Justamente en la esquina de Porvenir y Aguilera, al costado de una bodega pintada por los artistas, un rótulo señala que por allí se entra al reino del proyecto comunitario.
I
Manuel Díaz Baldrich, el líder de Muraleando, es un artista de la plástica con estudios de Diseño Mecánico y Diseño Gráfico. En la década del noventa del pasado siglo, en su paso por la Casa Editora Abril, dejó su huella en casi todas las publicaciones de la editorial, de la cual fue jefe de diseño. En 1997 se acogió a la independencia como artista. Tal vez entonces, al permanecer más tiempo en casa, tomó conciencia del entorno, algunas cosas no le gustaron y decidió hacer algo al respecto.
Baldrich nació y creció en el mismo barrio de Lawton donde sigue viviendo y por el cual guarda un fuerte sentido de pertenencia. En 2001 una voz interior lo compulsó a actuar en la comunidad, desde su condición de artista. Las dotes de líder y promotor cultural, que ya había mostrado en su paso por las Fuerzas Armadas y otras instituciones militares y civiles, le acompañarían en el empeño.
En sus inicios, el grupo fundador de Muraleando, integrado por Manuel Díaz Baldrich, Mayra Arango López, Miguel Martín y Ernesto Kirsch, se propuso una tarea de educación artística con niñas y niños de la comunidad. Por esa razón acudieron a una escuela primaria cercana, pero, las dificultades encontradas para hacer el trabajo los lanzaron por otros derroteros.
Las clases con los pequeños se trasladaron para la calle, frente a la vivienda de Mayra y Baldrich, enclavada en Mercedes Muñoz nro. 5, entre Céspedes y Aguilera. Contando con los recursos de los propios artistas, los niños empezaron a recibir instrucciones de dibujo, sin requisito previo alguno, solo el interés de participar. La necesidad de embellecer el entorno condujo a pintar los primeros murales, ¿cómo impartir lecciones de arte en un medio antiestético?, y los murales dieron la identidad y el nombre del proyecto.
El trabajo prendió y a las artes plásticas se les sumaron la danza y la música; de pronto sintieron que debían hacer algo con ese movimiento artístico y realizaron una suerte de festival callejero para que estuvieran presentes todas las manifestaciones. Esas celebraciones se convirtieron en una peña, que también nació en la calle, donde sesionó durante varios años.
La huella de Muraleando fue creciendo a partir de su centro; los artistas fueron sumando fuerzas dentro de la comunidad y transformando el medio, imprimiéndole su sello en la lucha contra la suciedad, lo desagradable, lo antiestético. Donde había algo roto, sucio y deformado en un muro, una pared, una columna, brotaban las pinturas que cambiaban el ambiente, lo embellecían.
Pero había cosas más feas que una pared sucia y rota, más desagradable y agresivo a la belleza y la salud de la comunidad: los basureros, esos monumentos de la indisciplina social. Contra ellos actuó Muraleando de manera ejemplar. En su lugar establecieron sitiales, memoriales, esculturas, instalaciones, dedicados a José Martí, Oswaldo Guayasamín, El Ché Guevara, Camilo Cienfuegos, o la Virgen de la Caridad del Cobre.
Esa acción de saneamiento del espacio, que practica Muraleando, conlleva una innegable carga simbólica, una lección impar de cuidado del entorno, cultura, buenas costumbres; un poderoso golpe a la indisciplina social, la insalubridad, la incultura.
Convertir un basurero en un sitio de arte fue tan ejemplarizante para la comunidad que nunca más, en ese lugar, se arrojó basura. Anteriormente, nos contó Baldrich, los trabajadores de servicios comunales recogían la basura acumulada, las autoridades colgaban carteles anunciando severas multas, pero la gente lo ignoraba. Seguía el basurero.
Aunque el mayor orgullo de los miembros de Muraleando proviene del reconocimiento logrado en la comunidad, actor y protagonista del proyecto, ellos y ellas han recibido el elogio de muchas personas que han visitado sus predios y han dejado su testimonio emocionado.
Algunos de los visitantes han pintado también en las paredes, devenidas muros de solidaridad internacional. Aquí leemos: “Mural Habana-Dresden. 21/2/2002”; allá, una columna escultórica señala, con tablillas de barro, la nacionalidad de los visitantes, que son muchísimos.
El sitial de homenaje a Guayasamín, enclavado donde existía un enorme basurero, en Aguilera y Porvenir, conformado por una escultura y un mural, es el primero que una comunidad le hace al Pintor de Iberoamérica. Según el señor Alfredo Vera, director de relaciones internacionales de la Fundación Guayasamín, “haber convertido este sitio en un referente de homenaje al Maestro Guayasamín es una siembra y una cosecha que agradecemos sinceramente… Es un ejemplo digno de imitación en todas las ciudades del mundo”.
En junio de 2003, el embajador de Ecuador declaró sentirse “muy honrado y gratamente sorprendido de haber encontrado en el rincón de este barrio no solo un granero inmenso de artistas de todas las edades, sino también infinitas muestras de respeto y amor a la cultura y el arte, junto a sólidos principios de fe revolucionaria, plasmados en el rescate solidario de su comunidad…”
II
Mural (segmentado) realizado por el Proyecto Muraleando, en Lawton En 2010, al cabo de una década de trabajo, Muraleando, en cuyo núcleo hay un grupo gestor de 12 personas que involucra a otros muchos actores, había enfrentado enormes retos; luchado contra una montaña de prejuicios; derrumbado muros y barreras de todo tipo (físicas y mentales); se había replanteado –y resuelto– el difícil tema del financiamiento (léase auto-financiamiento), pero carecía de una sede. La casa del líder era la casa del proyecto. Era algo que habían sufrido el artista y su familia durante demasiado tiempo y debía terminar. Para que el proyecto pudiera volar más alto necesitaba un espacio propio.
En virtud del prestigio alcanzado por Muraleando, Baldrich le solicitó un local al presidente del gobierno municipal y este le dijo que buscara, en el área, lo que estuviera desocupado y le acomodara, pero nada adecuado apareció. La búsqueda debía ser más profunda, mental, con ayuda de la meditación.
Así lo hizo Baldrich, sentado frente al sitial de La Caridad del Cobre, que lo escuchó e iluminó: a escasos metros, a su espalda, había una construcción soterrada esperando por ellos. Allí estaba la solución, hermosa, pero difícil.
Se trataba de un enorme tanque que había sido utilizado para proveer de agua a los trabajadores ferroviarios de la zona durante la primera mitad del siglo XX, pero cuyo uso fue descontinuado unos 40 años atrás. Después, por algún tiempo, fue alberca, sitio de juegos para los niños, hasta que cayó en el olvido y se cubrió de tierra y maleza. Sepultado en el tiempo, el tanque era como una Atlántida oculta, o como el pecio de un barco hundido muy profundo, lejos de la memoria y el recuerdo.
Baldrich era uno de los niños que se zambullían en el tanque décadas atrás; recordó eso, pero otros detalles como su profundidad o su extensión, los desconocía. En una exploración emprendida con otros compañeros, comprobó que la construcción tenía más de cuatro metros de altura y diez metros de diámetro, un espacio suficiente, alentador.
Cuando Baldrich le solicitó ayuda al presidente del gobierno municipal para utilizar el tanque como espacio de Muraleando, este sonrió y lo compadeció en su delirio, pero le apoyó en su gestión. Lo envió a ver a un ingeniero responsabilizado con obras hidráulicas en la zona.
Baldrich visitó al compañero, quien, para suerte de Muraleando, también “estaba loco”. Al ver la montaña de tierra que cubría los cuatro metros y medio del tanque, además del tramo que lo separaba de la calle, el ingeniero dijo, literalmente: “Ustedes están locos, pero a mí me gustan las locuras. Los voy a ayudar”.
A partir del 6 de noviembre de 2010, durante un mes, después de terminar sus labores, desde las cinco de la tarde hasta bien entrada la noche, la brigada que comandaba el ingeniero, de manera voluntaria, se sumó a las obras de rescate del tanque. Así excavaron, bulldozearon y sacaron más de 60 camiones de tierra para topar con la pared de la añeja construcción circular.
Sacar el tanque de su escondite fue un avance enorme, pero aún faltaba saber cómo estaba en su interior. Había que penetrar en él y una pared de veinte centímetros de hormigón lo impedía. Fue necesario utilizar un martillo eléctrico muy potente para lograrlo.
Cuando el hormigón cedió, por una abertura ingresó el joven hijo de Baldrich, quien de inmediato comunicó la buena noticia, “papá, esto está entero”. La fortaleza no solo estaba tomada, sino que podía ser utilizada. Ella los estaba esperando.
Los trabajos continuaron, de día y de noche; jornadas intensas en las cuales los artistas cambiaron sus herramientas habituales por las de la construcción para convertir el espacio en un centro cultural. Cuatro meses después, en abril de 2011, se inauguraba la primera exposición de artes plásticas en el Tanque, una muestra colectiva integrada por dos fotógrafas estadounidenses, Morgan Alexander y Kate Mack, y varios miembros de Muraleando.
Actualmente, todos los talleres y cursos de las diferentes manifestaciones artísticas que brinda el proyecto para la comunidad tienen lugar en el Tanque. Muraleando, al fin, tiene un centro para irradiar cultura, para prolongarse desde la comunidad. La épica con que fue alcanzado lo ha convertido en un símbolo, en un lugar paradigmático, pero los trabajos constructivos allí no han concluido.
El Tanque aún no se ha inaugurado oficialmente, nos dice Baldrich, quien proyecta otros sueños para acometer en un futuro cercano. Porque el sitio, en su interior, es galería, aula, taller, sala de conferencias, pero arriba, en el exterior, es un espacio ideal para peñas, tertulias, recitales, encuentros artísticos.
Encima del Tanque, desde este rincón de Lawton, La Habana se ve mucho más amable y amigable, al alcance de la mano; arriba, solo queda el cielo, testigo de las hazañas de estos locos que siguen soñando.
En enero de 2013, el Tanque será sede del Encuentro Provincial de Proyectos culturales comunitarios de La Habana.
Muraleando obtuvo el Premio de Cultura Provincial en 2007 y fue nominado al Premio Nacional en 2010. Además, le fue concedida la Gitana Tropical y ganó Premios Relevantes en los Forums de Ciencia y Técnica de 2005 y 2006.