Hay una escena de Mad Men que recuerdo especialmente, siempre hablo de ella. En una de las primeras temporadas, Don Draper y su familia salen de picnic al campo. Todo es idílico, el paisaje, la manta, la comida preparada por Betty y colocada en las fiambreras metálicas, las botellas de gaseosa, las primeras latas de refresco. La familia, tumbada, charlando, fumando pitillo tras pitillo. Cuando llega el momento de volver a casa, guardan las cosas, Don se pone de pie y tira una lata al campo y Betty sacude la manta dejando toda la basura y los restos en ese paisaje idílico que dejan atrás al volver a casa. Recuerdo el shock al ver por primera vez esa escena, recuerdo pensar:¡cómo han cambiado las cosas! Ahora, diez o doce años después, lo que me impacta es lo inocente que era hace una década, cuando creía que todos, en esta época, habíamos aprendido, nos habían enseñado que no se tira la basura ni en el campo ni en ningún sitio. ¡Qué ingenuidad más tierna!
Estoy de vuelta en Los Molinos y hoy he ido al contenedor a tirar vidrio. He vuelto con todo el vidrio porque el contenedor estaba lleno a rebosar. Entre mi casa y la zona de contenedores no hay más de cien metros y en ese trecho he recogido cuatro latas de cerveza tiradas en la cuneta. Podía, además, haber recogido cajetillas de tabaco, mascarillas y papeles varios pero no tenía más manos. ¿Por qué la gente es tan cerda? Algunos días suspiro por el superpoder de teletransportarme del sofá a la cama, chascar los dedos y estar en la cama con los dientes limpios, la cara limpia y la crema dada. Otros días suspiro por poder con un parpadeo cambiar todas las láminas de los cuadros de mi casa. Otros días quiero simplemente que mis hijas me cojan el teléfono con algo de emoción. Hoy renuncio a todo eso. Ojalá hubiera una justicia divina, un dios mitológico, un proceso de la naturaleza por el que, cada vez que alguien tirará basura alegremente, esa basura llegara a su salón. Lata de cerveza en la cuneta, lata de cerveza que aparece en su salón. Papel higiénico de haberse limpiado en el monte y dejado allí en vez de metertelo en el bolsillo, papel que aparece en el cajón de los cubiertos del responsable, mascarilla colgando de ramita en el campo, mascarilla que cuelga de tu ducha en tu baño.
No sé si sería justicia poética pero seguro que hacia mucho más por la conciencia medioambiental de muchos que todas las bienintencionadas campañas que se ponen en marcha pensando que el ser humano es bueno por naturaleza.
A Don Draper le encantaría mi idea.