El pasado mes de marzo, mis compañeros del Instituto de Biología Molecular y Celular (IBMC) de Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche publicaron una nota de prensa para dar a conocer a la ciudadanía sus avances en la investigación de compuestos bioactivos extraídos de hojas de olivo en el retraso del crecimiento de células tumorales de cáncer de mama. En muchas ocasiones os he hablado en mi blog de la importancia de la divulgación científica para dejar de marginar a la ciencia. Y aquí tenéis uno de los mejores ejemplos! Cuando comenté a mis amigos y familia la nota de prensa, la mayoría de la gente desconocía los estudios científicos que se realizan en su Universidad. Y he de decir que hasta que me matriculé en el curso de especialización profesional en Alimentos Funcionales y Nutraceúticos coordinado por el CIDAF de la Universidad de Granada, tampoco tenía constancia de estos estudios tan importantes para nuestro conocimiento básico así como para las futuras aplicaciones industriales en el sector de la salud pública. Efectivamente, después de varios años de investigación sobre los efectos antioxidantes y anticancerígenos de diversos compuestos bioactivos contenidos en hojas de olivo, el equipo del IBMC se orgullece con total legitimidad de sus avances en la puesta a punto de un método de extracción que respeta los estrictos requisitos de la industria farmacéutica sin alterar las propiedades bioactivas de estos principios activos.
En los últimos años, la ciencia se ha interesado en el estudio del poder antioxidante de una amplia variedad de frutas y verduras, basándose sobre los conocimientos históricos de las plantas medicinales y sus usos en terapias medicinales orientales. Se ha investigado científicamente el papel que juegan diversos compuestos bioactivos naturales en diversas patologías cardiovasculares y cerebrovasculares, incluso en numerosos tipos de cáncer y otras enfermedades directamente asociadas con el proceso de envejecimiento (cataratas o alteraciones del sistema nervioso). Hoy en día, varios informes científicos muestran el potencial antioxidante de diversos compuestos bioactivos contenidos en las frutas rojas, los cítricos, las verduras de la familia de las solanáceas y brasicáceas, los tés verde y negro, así como compuestos procedentes de varios condimentos (jengibre o la canela) o de algunas plantas ornamentales (Aloe vera o Hibiscus).
Hoy en día las moléculas antioxidantes de origen vegetal están en pleno auge en la industria alimentaria y la nutricosmética. Pero, ¿sabemos cuales son sus funciones en el organismo?. ¿Necesitamos un aporte adicional de estos oxidantes o una dieta equilibrada es suficiente para mantenernos saludables?
Una molécula antioxidante es capaz de prevenir o retardar la oxidación de las células. El proceso de oxidación induce la formación de radicales libres y especies reactivas derivadas del oxígeno ROS (del inglés Reactive Oxygen Species) muy inestables que empiezan a dañar las células (principalmente las proteínas, ADN, ARN y lípidos) mediante reacciones en cadenas, provocando el deterioro de las células y, en muchas ocasiones, su disfunción irreversible. Estas moléculas reactivas se forman naturalmente durante el ciclo celular en presencia de oxígeno, elemento que aunque esencial para la respiración celular en todos los organismos aerobios, induce también la formación de estas moléculas dañinas para las células. Afortunadamente, el organismo tiene suficientes moléculas antioxidantes con sus reservas de nutrientes y enzimas antioxidantes para equilibrar estos procesos de oxidación e impedir el deterioro acelerado de las células.
Este mecanismo de oxidación y acción antioxidante es proceso totalmente normal en el ciclo celular del ser humano, pero con el paso del tiempo, observamos en ocasiones un exceso de oxidación de los tejidos biológicos que surge de un desequilibrio entre la producción de estas moléculas reactivas y las defensas antioxidantes: es el estrés oxidativo. El estrés oxidativo se genera en presencia de un exceso de moléculas reactivas y se asocia en muchas ocasiones con la aparición en el organismo de numerosas patologías o enfermedades. Y para más información sobre el estrés oxidativo, os recomiendo el post muy completo de @NoSolo100cia “Oxidación vs antioxidación”.
Estos últimos años, varios grupos científicos han investigado sobre el poder antioxidante de diversos compuestos bioactivos extraídos de plantas, poniendo a la luz su potencial para posibles aplicaciones terapéuticas relacionadas con el estrés oxidativo. Los estudios de estos últimos 20 años se han centrado principalmente en la acción antioxidante de los compuestos fenólicos, antocianinas, flavonoides, vitamina C y vitamina E… y la relación entre estos antioxidantes y el retraso del desarrollo de cáncer o del envejecimiento celular está hoy en pleno auge.
Algunos antioxidantes principales no pueden ser sintetizados naturalmente en el cuerpo humano y por lo tanto deberán ser suministrados por la dieta. Los estudios epidemiológicos muestran claramente una correlación entre el aumento del consumo de alimentos ricos en sustancias antioxidantes y la desaceleración en la aparición de enfermedades. Por lo tanto, una mayor ingesta de frutas y verduras ricas en vitaminas y antioxidantes, puede ser recomendada para mantener o incrementar los niveles tisulares de antioxidantes según las necesidades dietéticas y fisiológicas del organismo.
Pilar de la dieta mediterránea, el aceite de oliva contiene varios antioxidantes de gran interés para los investigadores de nuevas terapias antiinflamatorias y anticancerígenas. Un equipo multidisciplinar de investigadores españoles (1) se ha centrado en analizar las acciones biológicas de los compuestos fenólicos del aceite de oliva sobre el desarrollo de células de cáncer de mama. Este estudio está generado grandes expectativas ya que el cáncer de mama es el tumor maligno más frecuente en mujeres y la primera causa de muerte por cáncer en mujeres en el mundo.
El equipo ha analizado los compuestos fenólicos de 11 marcas comerciales de aceite de oliva y confirmaron que los perfiles en compuestos bioactivos de los aceites de oliva varían en función de la variedad de olivar cultivada, del clima y de la localización de los cultivos. Y como era de esperar, la respuesta anticancerígena se ve afectada por la composición fenólica de los aceites. Con la puesta a punto del método de extracción desde las hojas y las investigaciones sobre el aceite con la mejora de la absoción de estos compuestos fenólicos, parece ser que los subproductos de la industria aceitera forman unos excelentes candidatos para el diseño de un nuevo fármaco anticancerígeno.
Aunque haya todavía mucho trabajo por hacer, desde hace una década, se han intensificado los estudios científicos que determinan las relaciones entre los compuestos bioactivos y sus efectos funcionales sobre la salud humana. La ciencia promete en especial incrementar la calidad de vida de aquellos grupos con más riesgo como son los niños de corta edad, las personas mayores y individuos que practican deporte de élite. Y muchos estudios científicos ya han servido de sustento para la redacción del Reglamento de la Unión Europea que dicta una lista de declaraciones autorizadas de propiedades saludables de los alimentos relacionados con la reducción del riesgo de enfermedad y su beneficio para el desarrollo y la salud de los niños.Vivir más y mejor está en la mente de la mayoría de la gente de nuestra sociedad, y los antioxidantes naturales suponen la apuesta con mayor aceptación por parte del consumidor. Sin embargo, conviene ser prudente porque la sobreingesta de estos compuestos podría ocasionar un desequilibrio molecular con el consiguiente riesgo de toxicidad. No hay que olvidar que prevalece el equilibrio, y que los suplementos en compuestos bioactivos deben de complementar una dieta equilibrada y sana, y no sustituirla.
Elodie Brans.
(1) Equipo multidisciplinar de investigadores españoles: Instituto Catalán de Oncología (ICO); L’Institut d’Investigació Biomèdica de Girona (IdIbGi); Departamento de Química Analítica de la Universidad de Granada; Centre de Recerca Biomèdica, Hospital Universitari Sant Joan de Reus (CRBReus); Instituto de Biología Molecular y Celular de la Universidad Miguel Hernández de Elche (IBMC).