Lugar: Auditorio Miguel Ríos. Rivas (Madrid)
Fecha: 21 junio 2014
Asistencia: 17.000 personas
Artistas Invitados: -
Precio: 32 euros
El sermón de la montaña de Robe Iniesta
Realmente quería ir a Butarque por la cercanía con los límites de mi imperio, pero vamos a admitir que con el cambio a Rivas ganamos todos. El lugar es propicio tanto para albergar conciertos multitudinarios como para montar un gulag ultrasoviético. Es amplio, acondicionado para el bien y el mal, y suficientemente alejado de toda civilización. Tiene incluso alguna pared más que propicia para ajusticiar, pero más allá de la chanza, eso no viene al caso.
La idea de la represión me obsesionó durante un rato al contemplar desde la distancia a los seguratas disuasorios que, como francotiradores, trataban de evitar que algún indigno bandolero disfrutara del concierto desde una montaña pública, aunque al final la cordura se impuso y los que quisieron ver a Extremoduro a lo lejos y en condiciones paupérrimas, pudierion hacerlo ante la dejación de funciones de unos tipos que seguramente no merecían tal cancerbero papel. Con que no se acercaban bastaba.
Y bueno, una vez dibujado el panorama, básicamente resaltar que lo de Extremoduro es muy fuerte. No soy en absoluto fan, hala, ya lo he dicho. No he sido capaz de escuchar su útlimo disco 'Para todos los públicos' en su totalidad, pero algo mágico sucede cuando las luces se apagan y miles de almas detienen el tiempo. Es ese tipo de homilía sectaria que resulta un tanto absurdo tratar de explicar con palabras.
Y eso que el despliegue escénico en realidad resultó ser de cartón piedra, pues cuando baja el contenedor desde el techo del escenario pretende jugar con la ilusión de que dentro está aterrizando el grupo, pero hombre no, se les ve caminar por detrás con asombroso desparpajo, en una actitud desconcertante. Si te tiras el moco te lo tiras bien en plan Kiss o AC/DC. Si te da pereza, a estas alturas ya sabes que esto no es necesario, pues el público come de tu mano.
Pero la cuestión es que arranca la música y acontece el trueno. Desde el minuto cero vamos con los vúmetros al máximo, con los clásicos riffs de guitarra marca de la casa que incluso los pelillos de un profano como yo reconcen con el pertinente empalme. Y ahí empieza el sermón del profeta Robe Iniesta, que no necesita apenas hablar, pues se comunica con los parroquianos con su música con una fluidez prácticamente mágica. Es tan así que no hay truco, ni trampa, ni cartón. O te llega o no te llega. Pero si te llega, te penetra.
El sonido es poderoso y limpio, como no podría ser de otra manera con la banda más exitosa del rock español, que se deja su buen dinero para intentar que la experiencia sea lo más placentera posible para sus seguidores (detallazo lo de los autobuses gratuitos hasta Rivas después del traslado de última hora del concierto desde Leganés). Aunque bueno, la guitarra de Iñaki me pareció floja de volumen en todo momento comparando con la de Robe, a pesar de lo cual el resultado fue, ya lo hemos dicho, atronador.
El carisma de Robe aglutina todas las miradas, pero el resto de músicos (los otros tres oficiales y dos de apoyo con teclados y guitarras) ayudan a que Extremoduro sea un compacto, pétreo e inapelable martillo pilón que tritura con 'Sol de invierno', 'Buscando una luna', 'La vereda de la puerta de atrás', 'Locura transitoria', 'Golfa' y 'Si te vas'. Incluso hubo tiempo en este primer tramo del concierto para una canción nueva, 'Canta la rana'.
Tras el habitual descanso de casi media horita para que el personal se avitualle, el grupo reaparece con toda la tralla imaginable con 'Jesucristo García', 'So payaso', 'Mi voluntad', 'Salir', 'Puta' y 'Qué borde era mi valle!', antes de remachar con 'Ama ama ama y ensancha el alma'. La satisfacción del personal se aprecia en un karaoke ya casi afónico en la parte final y una algarabía desatada tanto en la pista como en la grada, donde pocos fueron los que aguantaron sentados (aunque de todo hay en la viña del señor).
Tiempo todavía para un último regalo con 'El camino de las utopías' para finiquitar una velada de éxito indiscutible, euforia, casi diríase que éxtasis, con una autoridad y un vigor fuera de toda duda. El rock calimochero se hace mayor (y millonario) con unos Extremoduro en un momento de dulce madurez en el que combinan a la perfección su canallismo descarnado con una profesionalidad que nadie podía imaginar en sus primeras grabaciones. ¡Pero es que hasta suenan mejor en directo que en sus discos más recientes! Y ese es el verdadero pelotazo.
Y para despedirnos, unas cuantas imágenes de Alfredo Rodríguez: