Me llama mucho la atención el funcionamiento de nuestro cerebro, pero más aún ,si cabe, el de un niño; es algo que me genera mucha curiosidad. Por eso os voy a contar algo que me ha llamado la atención durante estas vacaciones: la peque empezó a tararear una canción que yo desconocía y que probablemente hayan estado aprendiendo en la escuelita, porque las que aquí escuchamos las podría reconocer. Como todavía no ha vuelto, no he podido preguntar a su educadora… pero os dejo un vídeo por si alguien pudiera reconocerla (aunque es difícil porque solo se intuye “a bailar, a bailar” o “a cantar, a bailar lolololololo”)
Era la primera vez que me fijaba en ese tipo de detalle: ¡un recuerdo explícito! Y nada de corto plazo o medio, pues habían pasado más de diez días desde la última vez que fue a la escuelita… Intenté buscar la canción por Internet pero eran tan pocas las pistas que tenía que me resultó imposible. Me habría encantado saber al instante qué canción era y sorprender a mi hija poniéndosela o cantándola. Supongo que es parte de esa relación con el desarrollo del lenguaje el que hace posible que pueda observar este tipo de recuerdos incipientes, porque de lo que no dudo es de que exista previamente otro tipo de memoria más implícita y que estará más relacionada con las sensaciones y emociones con las que conviven de bebés (y con nosotros como padres; ¿qué genial, no?)
Guauuu, el cerebro de un niño me impresiona… Intento cuidar al máximo cualquier detalle con ellos para que puedan tener recuerdos bonitos (inconscientes aunque sean) en estos primeros años en los que comprender la realidad que los rodea es demasiado compleja, o al menos resulta más difícil interactuar con ella mediante el lenguaje. Por mínima que fuera la posibilidad de que recuerden antes de los tres años (cosa que yo no hago) creo que hay que facilitar la labor, ¿no creéis?
¿Qué podríamos hacer para favorecer buenos recuerdos como padres?:
- Añadir una rutina diaria que podamos sentir ambos como especial y exclusiva: para algunos puede ser un cuento, una sesión de cosquillas antes de dormir, un masaje capilar en el sofá… seguro que cada uno de vosotros sabéis eso que es especial entre ambos.
- Añadir como rutina algo extraordinario: si no cada día porque se convertiría en rutina ordinaria , sí los fines de semana o cada dos semanas, o una vez al mes o en vacaciones… Ir de pesca, al campo, a un museo, a una biblioteca, a un campo de fútbol, cocinar algo especial… ¡yo qué sé! de nuevo cada uno sabréis eso que os gusta especialmente.
- Instantes fotográficos: ¿a quién no le encantaba de pequeño ver sus propias fotos? ¿Qué tal un panel de corcho con fotografías que podemos ir renovando cada cierto tiempo? Visual, visual y táctil… a mano. ¿Y si hacemos lo mismo con la música? ¡Crear una biblioteca con las canciones preferidas en cada etapa! Yo esto lo acabo de empezar a hacer y creo que será lindo recordarlo cuando la peque sea más mayor
- Ser unos padres “supervalientes”: y con ello me refiero a que aunque tengamos problemas de adultos, que nos restan energías, deberíamos intentar sacar fuerzas refugiándonos en nuestros hijos para precisamente por ellos dedicarles nuestro mejor “yo”, ¿no creéis? Si daríamos nuestra vida por ellos… ¿por qué no darles NUESTRA mejor vida?. Se nos nota en la mirada nuestras preocupaciones… así que no es que debamos ser falsos, es que deberíamos disfrutar al máximo de nuestros mejores instantes como padres, esos en los que los recuerdos son casi siempre geniales
No se trata de hacer cosas extraordinarias que marquen sus recuerdos, se trata de estar siempre presentes en sus recuerdos más cotidianos, ¿no creéis que es sencillo? ¿Lo intentamos? Un recuerdo bonito de familia para ellos es probable que les dure toda una vida…
¿Se os ocurren más ideas para crear lindos recuerdos? ¿Y no sabríais qué canción es la que canta Mini? jajaja (¡qué intriga hasta la semana que viene!)