Un 18 de septiembre nacía en el año 1750, Tomás de Iriarte, escritor y poeta español conocido por su originales fábulas. Como anécdota, deciros que Tomás, tuvo 17 hermanos. Posiblemente esto haya tenido mucho que ver con la gran imaginación y sentido práctico de la vida que dejó plasmado en sus relatos.
Tomás de Iriarte, se erige como introductor del género en España manifestándolo así, en el prólogo de sus Fábulas Literarias publicadas en 1782.
Pero el podium de ser el primer fabulista español pertenece a otro grande de este estilo narrativo, Félix María de Samaniego que publicó la primera colección de fábulas originales en 1781, Fábulas en verso castellano . La lechera, La cigarra y la hormiga….son conocidísimas fábulas de Samaniego.
Fuera de nuestro país, los fabulistas por excelencia son Esopo y La Fontaine.
Esopo , es el autor entre otras de La zorra y la cigüeña o el Cuervo y la zorra. Jean de la Fontaine , escribió El león y el ratón y El Lobo y el Cordero, también entre sus múltiples fábulas ilustradas.
Hoy leyendo la fábula de Los dos conejos de Tomás de Iriarte, me vino a la memoria una situación personal absurda y me vi completamente reflejada en uno de los dos tontos conejillos. Recuerdo una tarde delante de mi casa, aparcada en doble fila esperando que algún alma caritativa decidiese salir con su coche a dar un paseo y me cediese su sitio para aparcar. En mi calle, eso era normal. Esperar y esperar para dejar el coche, y siempre éramos dos o tres, los que coincidíamos en el intento. Allí estábamos aquél día, yo, y otra conductora en la misma situación pero en el carril contrario. De repente, a unos 70 metros detrás de mi, un coche se dispone a salir. Sin pensarlo dos veces, meto la marcha atrás y a toda pastilla recorro en sentido contrario, la distancia que me separaba del preciado aparcamiento. Mientras realizaba está temeraria operación veo que mi contrincante del carril de enfrente, realiza otra todavía más temeraria: hacer un cambio de sentido saltándose la línea continua con el mismo objetivo que yo, conseguir la plaza para su coche. Llegamos las dos al mismo tiempo, pero por unas milésimas de segundo mi coche estaba en la posición correcta para poder realizar el aparcamiento, pero no aparqué porque mi oponente se bajó del coche para decirme improperios por la forma en la que yo había alcanzado el sitio, según ella de forma absolutamente arriesgada e imprudente. Yo que había visto su maniobra, no me quedé corta y le solté un discurso sobre las normas de circulación y lo sagrada que era una línea continua para evitar accidentes. Acaloradas en nuestra discusión, ninguna de las dos fuimos conscientes de que una tercera conductora, muy hábil, por cierto, viendo el panorama, decidió aparcar su coche en nuestro disputado sitio. No nos dimos cuenta de ello, hasta que con una sonrisilla, la verdadera triunfadora de la tarde, cerró su coche dejándonos allí plantadas a las dos con nuestros vehículos sin aparcar. Yo me sentí, aunque no está bien utilizar esta palabra…gilipollas. Y a juzgar por la cara de mi oponente, ella también.
Leed la fábula del Los dos conejos y me entenderéis … Aquí la tenéis
Las fábulas son composiciones literarias breves, muchas veces protagonizadas por animales o cosas con capacidad de hablar, que terminan con una enseñanza o moraleja.
Resultan sumamente didácticas para los niños y jóvenes lectores pues aprenden a utilizar el sentido común mediante un cuento. Os lo recomendamos en nuestro Jóvenes y Peques de este miércoles.