16 de Julio del 2012 | etiquetas: Factual, Hospital, Manel Carrasco
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La actual situación económica ha afectado a todos los sectores, eso es una obviedad. Sin embargo, hay ámbitos en que los recortes son especialmente sangrantes, y la sanidad es uno de ellos. A nadie le huele nada bien que se cierren quirófanos, se colapsen servicios de Urgencias o se despidan profesionales. Podemos debatir si es necesario, o incluso inevitable, pero hablando en plata, queda feo. Luego pasa lo que pasa: Psicópatas escabechando al personal sanitario, fantasmas vagando por los pasillos, burocracia post-soviética, jefes con cara de George C. Scott… Un día cualquiera en un hospital, vamos.
Nadie pone en duda que los centros hospitalarios son un marco perfecto para el material dramático más potente. La televisión lo entendió muy pronto: Escenarios fijos y de interiores, multitud de tramas y de personajes, una estética fácilmente reconocible, y un entorno que se adapta perfectamente a todos los géneros. Y cuando digo todos, quiero decir todos: En Europa, sin ir demasiado lejos, el ínclito Lars Von Trier empezó a cimentar su carrera con una propuesta de terrorun tanto peculiar: The Kingdom (1994-1997) adaptaba a su estilo personal las archisabidas historias de fantasmas y le daba una vuelta de tuerca al género.
Entre el terror y el drama, a medio camino de la comedia y el mal rollo, Von Trier situaba la acción en un hospital donde médicos y pacientes tenían que convivir con fenómenos extraños que venían a sumarse a sus propias neurosis. Las imágenes de textura sepia y la cámara en mano anticipabanlos recursos que el Dogma 95 convertiría en mantra del cineasta danés… mientras le fue conveniente. La serie cuenta con dos temporadas de cuatro capítulos cada una, y su éxito traspasó fronteras. Stephen King la adaptó en los Estados Unidos, pero ni todo el dinero de la televisión norteamericana pudo reproducir el estilo inclasificable, angustioso y genial, del polémico Lars Von Trier. TheKingdomes una producción emblemática de la televisión europea, un producto de los que dejan huella. Aunque si los hospitales daneses son como éste, será mejor que te rompas una pierna en otra parte.
Y seguimos con el terror, pero en 35 milímetros: Jaume Balagueró dirigió en 2005 una historia de fantasmas ambientada en el ala de pediatría de un hospital inglés. Calista Flockhart y Elena Anaya tenían que lidiar con una presencia maligna que amenazaba la integridad de los niños, atenazados por las inclemencias de la Isla de Wight. El hospital era un paisaje de vida y muerte, en el que dolores antiguos y enquistados regresaban para atormentar a las protagonistas. "Frágiles" (2005) supuso un eslabón fundamental para Balagueró, que con este título revelaba a un cineasta ya maduro, capaz de asentar las bases de una narrativa propia y reconocible. Y teniendo en cuenta que Calista Flockhart está casada con su señor marido, para el respetable que viviese en el cinturón industrial de Barcelona el rodaje de la película deparó una pequeña sorpresa, casi un oxímoron: Harrison Ford paseando por las calles de Sabadell y Terrassa como todo hijo de vecino. Indiana Jones en la comarca del Vallès. Eso sí que fue delirante.
Pero volvamos a los recortes sanitarios. Quien quiera pasar miedo de verdad que se apunte a la comedia negra y dirija su mirada hacia Rumanía. Desde mediados de la década pasada, el nuevo cine de la joven democracia rumana demuestra un estado de salud envidiable, cargado de talento, contundencia y vitriolo. Mucho de ello encontramos en La muerte del Sr. Lazarescu (2005), el retrato incómodo y escalofriante de la burocratización y de la deshumanización de los servicios sanitarios. El señor Lazarescu es un hombre de 63 años que acude al médico porque se encuentra mal. Solo y anegado en alcohol, pasa un día entero sumergido en el laberinto administrativo de un hospital, en un viaje sin sentido ni rumbo fijo que se vuelve más delirante a medida que sus molestias se van agravando.
En Cannes lo tuvieron claro: el trabajo de Cristi Puiu se merecía el premio de la sección Un Certain Regard por la contundencia de un relato que te helaba la más amarga de las carcajadas. El cine rumano lleva años reflexionando sobre los males del periodo de bloques y su espejo en la sociedad actual. Han pasado más de veinte años desde el fusilamiento del matrimonio Ceaucescu, pero algunas dolencias de la sociedad rumana se niegan a abandonarlos del todo. La muerte del Sr. Lazarescu es un puñetazo genial dirigido a la mandíbula de cualquier espectador, porque el retrato de las desventuras del pobre enfermo tienen vocación internacional y se repiten en hospitales de todo el mundo. La locura del monstruo burocrático que despersonaliza al paciente. Kafka se pondría las botas. Hasta puede que se partiera de risa.
Pero los problemas no se acaban en la vieja Europa. Si cruzamos el charco veremos que las cosas no están mejor. Y si no, que se lo pregunten a Paddy Chayefsky, responsable del guión de Anatomía de un hospital (1971), con la que Arthur Hiller dirigió uno de sus trabajos más memorables. George C. Scott interpreta al director de un hospital siempre al borde del colapso (el hospital y el director), al que sólo le falta una extraña sucesión de muertes entre el personal sanitario y una manifestación a las puertas del centro. Chayefsky demostró una vez más que pocos como él daban la medida del nuevo cine americano de los 70, con diálogos ágiles, realistas pero sofisticados, cincelando un discurso crítico, implacable y áspero. En este caso afila sus zarpas para hincarle el diente al caos de un sistema de salud masificado, una olla a punto de estallar donde el esperpento campa a sus anchas entre médicos drogadictos, pacientes desequilibrados e internos que aprovechan cualquier espacio libre para jugar con las enfermeras. El calor sofocante lo vuelve todo pegajoso, mientras la irrupción de la hija de un paciente acaba de trastocar el inestable mundo del director del centro.
Una de las joyas tapadas de los 70, la película se llevó el Oscar al mejor guión original para Chayefsky, ratificando su condición de leyenda y de precursor de monstruos de la talla de David Simon o AaronSorkin. Potente, vertiginosa y descarada, la película se permite incluso algún giro inverosímil, como parte de la locura colectiva en la que viven los personajes y que observamos divertidos y horrorizados. El gigante del primer mundo tiene un servicio sanitario con pies de barro. Privados o no, ni ellos se salvan de las restricciones presupuestarias. Por cierto, para los amantes de la HBO: fijaos en la actriz que interpreta a la jefa de enfermeras. Pues sí, efectivamente, es ella. Salud para todos… al menos hasta que pase la tormenta.