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Factual: La Tragedia Griega

Publicado el 17 mayo 2012 por Fimin

17 de Mayo del 2012 | etiquetas: Factual, Manel Carrasco, Crisis  Compartir

Nos gustaría hablar de otros temas, de verdad. Quisiéramos dar cada semana una noticia que nos alegrara el día, pero los titulares de todos los periódicos se empeñan en llevarnos la contraria. Este lunes el premio Nobel de economía Paul Krugman ha desempolvado su bola de cristal y se ha puesto apocalíptico: Corralito en España, fractura económica en Europa, y Grecia fuera del euro. Grecia. El origen de la civilización europea, a un paso de quedarse fuera de la moneda común. Si la crisis golpea fuerte en todas partes, pocos países como el helénico la están sufriendo tanto.

La situación es especialmente convulsa en un país que ha vivido unas elecciones traumáticas, donde neonazis y estalinistas han entrado en el parlamento y los partidos mayoritarios se ven incapaces de formar gobierno. Todo apunta a nuevos comicios, pero nadie puede asegurar que las cosas mejoren. ¿Cómo es la Grecia moderna? ¿Qué hay más allá de la imagen del mundo clásico? En el catálogo de filmin tenemos algunas muestras, rodadas sobre suelo griego o en el exilio.

Podríamos decir que todo cinéfilo que piense en los nombres más comunes del cine griego va a parar más pronto que tarde a Theo Angelopoulos. Y no es para menos. Su carrera ha cosechado el reconocimiento internacional de los festivales más prestigiosos, gracias a una temática y un universo que enraízan en lo más hondo del paisaje griego, pero también en el papel del viajero que retorna a un hogar sacudido por todas las convulsiones que el siglo XX deparó a la vieja Europa. Uno de los grandes a este lado del Atlántico, cuyo ritmo tranquilo y metraje generoso no debería asustar a nadie. Entre sus trabajos más recientes encontramos Eleni (2004), el primer volumen de una trilogía sobre la historia moderna de su país. Llama la atención que Angelopoulos muriera en un accidente de rodaje mientras trabajaba en el capítulo final de este tríptico, que debía reflejar la crisis económica actual. Como en una alegoría terrible de lo que se respiraba en el país, Grecia perdía a una de sus voces más internacionales mientras intentaba dar una explicación al drama que viven. Quien quiera conocer mejor a este extraordinario director puede acompañarlo, junto a otros ilustres cineastas, en Un lugar en el cine (2008), de Alberto Moráis, donde emprende un viaje en busca de la herencia de Pier Paolo Pasolini, como si fuera un personaje más de La mirada de Ulises (1995).

Factual: La Tragedia Griega

Y si pensamos en las nuevas generaciones de cineastas griegos, Yorgos Lanthimos se destaca por méritos propios después del éxito internacional de Canino (2009), incluyendo premio en Cannes, en Sitges, y nominación a los Oscar. El relato de una turbadora familia encerrada en un universo particular, retorcido e insólito, ha dado mucho que hablar, y cosecha admiradores entusiastas por todo el mundo. Su audacia no dejó indiferente a nadie, un extremo que se ve ratificado con Alps (2011), que hemos podido ver recientemente en los cines y en el Atlántida Film Fest.

Angelopoulos, Lanthimos… el cine griego tiene en ellos a dos de sus mejores exponentes; y sin embargo, generalmente tendemos a olvidar al nombre más implantado en el panorama internacional, al más popular y, probablemente, también al más laureado: Constantin Costa-Gavras. Es normal que no pensemos en él, toda su carrera se desarrolla entre Francia y Estados Unidos, siempre marcada por un fuerte compromiso político y social. Sin embargo, en 1969 Gavras rueda la película que le pondrá en boca de todos, y para hacerlo dirige su mirada hacia la situación política de su país. Todo empieza con el asesinato de un político de izquierdas en un país indeterminado, y con la investigación que un joven magistrado lleva a cabo a pesar de las presiones de las autoridades para dar carpetazo al asunto. La historia se basaba en un caso real, el asesinato del diputado griego Grigoris Lambrakis a manos de partidarios de la extrema derecha relacionados con los cuerpos de seguridad del estado. El caso fue novelado por Vassilis Vassilikos, y Gavras, de regreso a París tras una estancia en su patria natal, escribió una adaptación para el cine con la ayuda inestimable de Jorge Semprún. No fue fácil levantar el proyecto, que se filmó en Argelia con la ayuda del actor Jacques Perrin y de todo el equipo en general, rodando con un presupuesto mínimo y la conciencia de tener un material muy potente entre manos. El reparto contó con un joven Jean-Louis Trintignant, y con dos estrellas reconocidas que aceptaron papeles más pequeños pero totalmente imprescindibles: Yves Montand e Irene Papas.

El film dio la campanada desde el primer momento. Aclamada en todo el mundo, el prestigioso crítico Roger Ebert la consideró la mejor de su año. Z dio voz a la situación que vivía Grecia en aquella época, inmersa en la Dictadura de los Coroneles que se implantó en el país inmediatamente después de los sucesos que relatan Gavras y Semprún. Su voluntad reivindicativa es clarísima, desde los títulos de crédito hasta cada ápice de un relato que, a partir de la investigación, se fragmenta en los testimonios de toda una galería de protagonistas, entre la lucha política más idealista y la corrupción del aparato de estado. Es sintomático que la música corra a cargo de Mikis Theodorakis, que se había destacado en las protestas por el asesinato de Lambrakis y en aquella época se encontraba encarcelado por el régimen militar. Pocas veces como en ésta el cine político ha alcanzado cotas tan altas, beneficiado por el feliz encuentro entre el director y su coguionista, cuya sintonía se repetiría en otros trabajos. Los Oscar acabaron de rubricar su éxito, con nominaciones a mejor película, director y guión, y con los premios al mejor montaje y a la mejor película en habla no inglesa.

Gavras habló de Grecia sin citarla, rodando en un país extranjero y, muy posiblemente, sabiendo que no podría volver a su tierra mientras el gobierno no cambiara. Su actitud de ciudadano comprometido le permitió reflejar con fuerza y sin efectismos el drama que vivía una sociedad en sus horas más negras. La película es especialmente reveladora en el momento actual, cuando el descrédito por los partidos tradicionales ha dado espacios de poder a propuestas mucho más totalitarias. ¿Habrán visto Z los militantes de los partidos más extremistas? ¿Qué pensará Gavras de la situación actual? Probablemente al director le duela como a pocos lo que ocurre en la bonita Grecia, el país en el que cobra sentido el tópico de “cuna de Europa”. Y ahora la fuente donde todo empezó ve cómo se le encharcan las aguas, y puede que no sea un mal momento para recuperar a aquellos que han contribuido a fijar su imagen en el terreno audiovisual, tan importante en nuestros tiempos. En una época en la que todo empieza a zozobrar, el cine (y la literatura, y la música) nos ayudan a no perder los referentes más básicos. Aquí y en Atenas. Ojalá la semana que viene tengamos una noticia más agradable para el factual. Mientras tanto, seamos positivos. Mucha suerte para los griegos, y mucho ánimo.


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