Revista Arte
En la Galería Jenny Vilá, en Cali, las “Variaciones sobre aquel asunto”, de Julian León, lo primero que dicen al ojo informado es que el trabajo expuesto se parece al de otro artista: Danilo Dueñas. ¿Se trata de un ejercicio de emulación?, ¿es una parodia?, ¿estamos ante un joven aprendiz o tratamos con un falsario?, ¿ha creado Dueñas una escuela artesanal o son las obras de Dueñas material para un sofisticado ejercicio de ironía?
A primera vista estas son las preguntas que merece “aquel asunto” expuesto por León, el de la copia, el del robo, el de una falsa atribución; un tema recurrente, una trama tipo Prometeo donde un mortal le roba el fuego —o las artes— a los dioses, o una provocación tipo Heróstrato donde un pastorcillo infame destruye un templo célebre para alcanzar la fama. Pero ambas narraciones, contadas de golpe, carecen de aristas, son demasiado concluyentes, ni Danilo Dueñas es el dueño del fuego, ni el templo del arte ha sido destruido.
Tal vez lo mejor sea recordar otros casos, por ejemplo, el de un pintor holandés llamado Hans Van Meegeren, que en 1945 fue juzgado por vender a los Nazis el patrimonio cultural del país: entre la “mercancía” figuraban pinturas de Johannes Vermeer que Van Meegeren terminó confesando de su autoría. Pero no sólo eso: para vencer la incredulidad de todos produjo en menos de una semana un nuevo Vermeer y mostró los efectos ópticos y astucias narrativas con los que engañó a más de un crítico de la época; los mismos que habían rechazado las obras propias de Van Meegeren, por ilustrativas y panfletarias, resultaron siendo víctimas de una venganza que los derrotaba en su propio juego (algunos de ellos habían autenticado los cuadros falsos). Pero lo importante en el caso de Van Meegeren es que el artista no copiaba obras existentes de Veermer, que no pasan de más de treinta piezas certificadas, sino que las inventaba: hacía “falsos originales”. Aún así el criminal fue condenado por fraude y antes de cumplir la pena de un año de prisión, murió de un ataque cardiaco. Van Meegeren logró una fama o infamia importante, fue en su momento, junto al Primer Ministro holandés, la persona más conocida del país: “Mi triunfo como falsificador fue mi derrota como artista creativo”, declaró. El caso de León difiere en amargura de Van Meegeren pero se identifica con el criminal en la jovialidad pictórica del famoso antihéroe: ser el plagiado, pintar como él.
Hacer un “falso original”, ese puede ser uno de los postulados del trabajo de León. Aquí el ejercicio de encontrar similitudes, semejanzas y diferencias entre las obras está enmarcado en un juego más grande, en este caso es el juego de la pintura, del color, la composición, el accidente, y el arte de encontrar en medio de tanta historia los elementos para un nuevo cuadro, una partida que para muchos ya ha terminado. En una hora donde solo cabe hacer copias o tratar la pintura como si fuera un “ready-made” hay que estar atento, de tanto en tanto una obra se concreta, en un breve encantamiento, solitario, el acto de pintar vuelve a tener sentido y un cuadro “hechizo” muestra los extraños métodos de su alquimia, cosas que solo se pueden decir pintando. El espectador de las obras de León debe estar pendiente de ese momento, ver si en esta muestra hay algo más que un “intento anacrónico”, como León, con cautela tal vez excesiva, se refiere a sus pinturas.
Elías Canneti en “Escuela de resistencia” da cuenta de la angustia de las influencias y de cómo el escritor, cuando joven, logró sobreponerse a la desazón: “Porque nadie que esté comenzando puede saber qué encontrará en sí. ¿Cómo puede sen¬tirlo, si no existe todavía? Con instrumentos prestados se penetra en la tierra, que también es prestada y extraña, porque es de otros. Cuando de repente se ve uno ante algo que no conoce se asusta y tambalea: es lo propio. Puede ser poco, un maní, una piedra peque¬ña, una picadura venenosa, un olor nuevo, un sonido inexplicable o una oscura y extensa arteria: si tiene el valor y la prudencia de des¬pertar de su primer sobresalto, de reconocerlo y nombrarlo, empieza su verdadera vida.”
Quizá sea este “primer sobresalto” lo que sobrecoja al espectador en esta muestra.
[Publicado en http://www.jennyvila.com/]