Walk on the Wild Side.
Actualmente existe un pequeño grupo de directores, capitaneados por Tim Burton, que defiende la stop-motion como una opción viable para la animación, aunque siempre ha sido un trabajo duro y tedioso filmar cuadro por cuadro, y la animación generada por ordenador, con sus gráficos en 3D, no solo resulta más espectacular y rentable, sino que además está evolucionando a pasos agigantados. Entonces, ¿para qué seguir rodando con stop-motion? Esta técnica puede que tenga algo de cine a la vieja usanza, pero emplearla hoy en día no se limita a un mero ejercicio de estilo con el que reivindicar a grandes figuras del pasado como Georges Méliès, Ray Harryhausen o Jan Svankjamer, sino que además pone en solfa ciertas carencias de la actual animación digital, porque parece que al cine moderno le cuesta entender que cuanto más realista menos mágico resulta.
Fantastic Mr. Fox está basada en una popular novela infantil de Roald Dahl, el mismo autor de James y el melocotón gigante y Charlie y la fábrica de chocolate, Dahl es uno de esos escritores anglosajones con una relativa repercusión en el cine, pero con el que no existe demasiada conexión por estas tierras (lo mismo podríamos decir del Dr. Seuss, por ejemplo). En un principio se pensó en Henry Selick para encargarse del filme, pero el cineasta estaba ocupado con Los mundos de Coraline (2009) y tuvo que rechazar el proyecto, así que la adaptación, para sorpresa de muchos, cayó en manos de Wes Anderson. Puede que Anderson no tenga ninguna experiencia directa en la animación, pero lo cierto es que sus comedias siempre han tenido un cierto aire a cartoon, debido a su habitual utilización de los colores primarios y a la exagerada caracterización de los personajes. De ahí que ambos, Selick y Anderson, trabajasen juntos en Life Aquatic (2004), confirmando que sus mundos no están tan alejados como pudiera parecer.
En ésta, su primera incursión en el género, Anderson se decide por una animación rudimentaria, que acentúa el aire retro del filme y que recuerda aquellas fantasías de la Europa del Este, repletas de fibras y texturas. Desde el principio se impone una paleta de colores cálidos y la cinta empieza con la superficie de una tela, filmada como si se tratase del plano aéreo de un inmenso campo. Allí conocemos a Mr. Fox, un elegante y pícaro zorro que se mueve y habla como George Clooney. Dicho personaje se gana la vida robando gallinas pero debe replantearse su situación, porque su novia, a la que presta la voz Meryl Streep, se ha quedado embarazada. Pronto lo encontramos reformado como padre de familia y columnista de un periódico, donde escribe una sección titulada “Un zorro de ciudad”, pero en seguida percibimos que ni se siente civilizado ni es feliz. Tiene la llamada crisis de los
Mediante un punto de partida que no difiere mucho de Los Increíbles (2004), aunque intercambiando a superhéroes por animales del bosque, la película elabora una fábula moral sobre las insatisfacciones del hombre moderno, donde no es casualidad que la última escena se sitúe en un supermercado, el colmo de los artificios de nuestra civilización y el lugar ideal para romper una lanza por la supervivencia de nuestro lado más salvaje y natural. La historia tiene diversas constantes habituales en la filmografía del director, como son los lazos familiares, los personajes defectuosos, el humor seco, la dificultad de conseguir las metas propuestas y la apatía con la que imprime sus filmes, además de varios momentos musicales a mayor gloria de los Beach Boys y Jarvis Cocker, entre otros. La mano de Anderson también se nota en Ash (Jason Schwartzman), el hijo de Mr. Fox que simplemente es… diferente. No es alto, ni atlético, ni popular, pero lamentablemente la cinta le da la oportunidad de encajar haciendo algo atlético y popular.
Fantastic Mr. Fox representa toda una singularidad en el actual panorama cinematográfico, la cinta es un curioso cóctel que se sitúa a medio camino entre una comedia agridulce y una fábula infantil, consiguiendo varios momentos afortunados y otros más olvidables, debido en parte a que sus apartados formales y técnicos brillan más que su contenido. Plásticamente es una delicia, pero la historia pierde algo de interés entre tanta huída y persecución in extremis. De alguna manera el cine de Wes Anderson siempre me ha provocado sensaciones contradictorias, sus propuestas me parecen carismáticas y atractivas, y el cineasta sabe como otorgarles personalidad y humor, pero algo impide que lleguen a emocionarme y aunque ciertamente me gustan, me conformo con el resultado, porque cada una de sus partes apuntaban a un conjunto mejor.
La frase: « ¿Cómo puede ser feliz un zorro sin, perdona la expresión, una gallina entre sus dientes? »
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