Fast & Furious 6 trata de ser un “thriller con mucha acción” -como el propio Vin Diesel la define- remedando algunos de los mecanismos de otra saga como la de Jason Bourne, renegando durante buena parte del metraje de su esencia, que no es otra que esta. El suspense que plantea la trama resulta fallido, lleno de incongruencias. Ni siquiera las sorpresas referidas al enemigo lo son tanto para el fan atento a la red. Fast no es un thriller: son hostias, coches, y muchas cosas explotando.
Cuando el film llega a Tenerife parece recordar lo que es, y ahí sí, ahí se logra ver lo que se espera de la saga A todo gas: una fantasmada tras otra, cada una más flipada que la anterior. Un jodido canto al exceso salpicado de carcajadas de inverosimilitud. En Fast & Furious 5 uno sale del cine preguntándose si Paul Walker y compañía habrían dejado algo de Rio de Janeiro en pie. Eso es esta saga, una fiesta en la que la casa acaba destrozada. Un tsunami.
Aunque los intentos de hacer la historia más sesuda resultan fallidos, la película tiene un clímax a la altura. Y es que bromas aparte, Chris Morgan y Justin Lin saben cómo hacer que el espectador clave su culo a la butaca. A ver qué tal lo hace James Wan, (Saw, Insidious) quien tomará el relevo en la dirección para el último acto. Esta sexta parte se acaba de convertir en el mejor estreno en la historia de Universal en el Reino Unido, por lo que las expectativas sobre Fast 7 son todavía mayores. Ya se sabe, Ride or Die.