Hoy, para felicitar de nuevo las fiestas, traigo otra corta historia, fantástica, fruto de la imaginación de Tagore, pero igualmente llena del espíritu que cualquier religión y en cualquier tiempo anima a las personas de bien.
Refiere el relato que en cierta ocasión marchaba un menesteroso por un camino, cuando a lo lejos comenzó a vislumbrar una carroza toda dorada. Conforme se acercaba, el humilde mendigo se preguntaba quién sería aquel rey de reyes que en aquella riquísima carroza era llevado. Se preguntaba también si por fortuna, aquel rico señor, al cruzarse con él, tendría la bondad de apiadarse y ofrecerle alguna limosna.
Cuando ambos encontraron sus caminos, la carroza se detuvo y el señor que la ocupaba saludó al mendigo y le pidió una ayuda. El infortunado caminante, incapaz de comprender algo, no daba crédito a lo que sucedía; pero era hombre de buen corazón, y de su alma buena brotó la generosidad. Abrió el saco donde llevaba sus cosas. Entre ellas había unos pocos granos de trigo. Extrajo uno y lo entregó al dueño de la carroza dorada, que partió siguiendo su camino. Cuando el mendigo llegó a su refugio, tarde ya, tenía hambre. Abrió su saco, volcó su contenido y revolvió entre sus cosas en busca de algo que comer. Entre los pocos granos de trigo que aún quedaban en su saco vio uno que brillaba y lo tomó con sus manos. Era un grano de oro. El premio a su generosidad.
He elegido para ilustrar esta felicitación una imagen del Niño Jesús poco corriente. Es el Niño Jesús y San Juan Bautista niño, pintado por Vicente Velázquez, en 1798, que se exhibe en el "Museo de la Ciudad" de Valencia, copia de otro, del pintor italiano del barroco Carlo Maratti. Es ésta mi particular forma de felicitarles las fiestas y dar las gracias a todos los amigos y seguidores que tan amablemente visitan este humilde blog dedicado a la historia y el arte.


