Revista Política

Felices los belgas. O no

Publicado el 23 enero 2011 por Joaquim
Felices los belgas. O no
Durante las décadas en que la DC hegemonizó el gobierno en Italia, se decía que este país nunca funcionaba mejor que en los períodos en los que entre crisis y crisis se quedaba sin Ejecutivo. Algunos belgas no parecen pensar así, y hoy decenas de miles de ellos han salido a la calle para exigir que se forme un Gobierno, ya que que nominalmente carecen de él desde las elecciones de junio del año pasado.
Al parecer los belgas se han cansado de la estulticia de una clase política incapaz de hallar una salida racional a una situación que se adentra en el puro ridículo y lo que es peor, comienza a dar señales de que puede desembocar en catástrofe. No por nada, según el diario El País, algunos de los manifestantes de hoy gritaban consignas a favor de que el rey asuma todo el poder y de la disolución de los partidos políticos. Así que el acreditado y antañón fascismo belga comienza a asomar la oreja aprovechando la situación.

Ciertamente, si no hay Gobierno en Bélgica se debe en buena parte a la incapacidad de los políticos profesionales para ponerse de acuerdo en su composición y en las políticas que debe desarrollar. Pero tal hecho no deja de ser el reflejo de una sociedad fragmentada hasta la estupidez, que vive dividida internamente de modo irreconciliable en materia política, social y cultural. Una vez más encontramos el nacionalismo (el flamenco, pero también el valón) como superestructura ideológica que convierte en imposible la convivencia entre gentes que, desde que nacen, aprenden a odiar con todas sus fuerzas al vecino solo porque éste tiene como lengua materna una diferente a la propia.

Claro que como suele suceder en estos casos, el choque de trenes entre flamencos y valones no es más que la máscara que recubre los verdaderos intereses, que no son otros que los económicos. El Estado belga ha sido hegemonizado por los valones francoparlantes desde su creación hasta ahora, dado que la Valonia industrial fue siempre más próspera y pujante que la agrícola y atrasada Flandes. Ocurre que de los años setenta del siglo XX hacia aquí las tornas se han cambiado, y mientras Flandes ha iniciado un fuerte despegue económico, Valonia se hunde en una decadencia que sigue sin tocar fondo. Vistas como van las cosas, la burguesía flamenca está apretando el acelerador para deshacer un Estado que nunca ha terminado de asentarse, y que hoy ya no tiene más nexos de unión fácticos reales entre las dos comunidades que una monarquía muy cuestionada y un Ejército autoritario y con tendencias ultraderechistas.

Si en las próximas semanas o como mucho meses no se halla una solución pactada, el riesgo de que una guerra civil incendie en breve un país situado en el corazón mismo de Europa Occidental será una posibilidad cierta. Y sí, sería absolutamente idiota que sus ciudadanos lo permitieran, pero desgraciadamente los belgas -flamencos o valones-, ya han dado muestras suficientes de ser gente de poca cordura. La Unión Europea no puede seguir imitando a los avestruces; lo que está en peligro es mucho más que la ubicación de algunas de sus principales instituciones.

En la imagen que ilustra el post, un cartel de reclutamiento llamando a enrolarse en las secciones flamencas de las Waffen SS nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Decenas de miles de flamencos se alistaron en las SS. Obsérvese el símbolo nacional de Flandes, el león rampante.



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