Los diarios de hoy, 14/12/2009, publicaron una interesante noticia: la directora de la Fundación Jóvenes Artistas Colombianos, María Elvira Pardo, anunció que el Premio Fernando Botero, una distinción creada en 2005 para reconocer a artistas menores de 35 años y considerado uno de los más cuantiosos de Latinoamérica por su dotación de 50.000 euros, no volverá a ser convocado debido a las declaraciones realizadas por Botero a la revista Arcadia, donde opinó que el jurado internacional premia "obras lamentables" y que "hay obras mejores en los salones; se dieron los premios muy mal dados".
Según la agencia de noticias EFE, las declaraciones de Botero causaron extrañeza en la Fundación que otorgaba los premios, ya que él “tenía claro que apoyaba un certamen de arte contemporáneo, algo que en muchas ocasiones resulta muy distinto a los gustos personales del pintor y escultor”. La directora de la Fundación aseguró que "tras leer esas declaraciones tan tajantes sobre el arte joven en Colombia decidimos que era imposible hacer el último premio que él quería hacer. No vale la pena hacerlo así".
Hay varios puntos que sería oportuno conocer, pero, lamentablemente, la información publicada no los aclara. Dado el nombre del Premio y la decisión de suspenderlo a causa de las declaraciones de Botero, se puede inferir su participación en el financiamiento del mismo, aunque de ser así, lo que personalmente no puedo entender es cómo Botero no tomó las previsiones necesarias para que se premiara la buena pintura, en lugar de los incomprensibles engendros que circulan bajo la denominación de “arte contemporáneo”.
Es lo que en su momento hizo Quinquela Martín en el acta fundacional del museo que lleva su nombre, expresamente dedicado a la preservación y exhibición de la pintura figurativa.
Habida cuenta de que el arte contemporáneo institucionaliza la superstición de que todo cuanto se coloca en una galería de arte se convierte en arte (exceptuando, por supuesto, a una buena pintura), y dado que las supersticiones ofenden a la inteligencia y anulan sus muchos siglos de progreso, me resulta incomprensible que Botero no haya tenido la misma previsión que Quinquela.