Revista Ilustración
“los destaparemos en la intimidad con la punta del zapato” Vetusta Morla Hablar de la vida en términos filosóficos me resulta demasiado aburrido. La vida es una película de Serie B y, a la vez, no es una película. Todo se reduce al cuarto de baño. Las palabras son construcciones guionizadas que pueden escaparse por la taza del W.C. y, a la vez, pueden servir para levantar la mayor de las imágenes. La escultura perfecta. El imagotipo necesario para reconocernos dentro de una estructura menor: ducha, bidé y lavabo. No necesitamos más mobiliario para construir un fumadero, un reducto donde violar cualquiera de las represivas leyes del Condado. No me preocupan los Sheriffs ni tampoco el olor a nostalgia. A estas alturas, me preocupan los escenarios y el humo. El sexo desaforado sobre una encimera de cristal. El crack. La noche. He dormido lo mínimo posible para tener más tiempo libre. La puerta de madera, lecho infinito. Las toallas húmedas. La ropa esparcida por el suelo. El recuerdo intangible del último cigarro, los vicios aparcados. El frío de la piscina: recuerdos y novenas eucarísticas. Te ves muy bien, piensas. Y me miro, quieto, abalanzado, inmortal. Desatado. Te he señalado el camino con esta brújula repleta de vida. ¿Qué es poesía? Me pregunto. Y entonces olvidamos el pitillo sobre la nada, apagado, consumido: incendiario. Luego el abrazo. La conjunción. Las estrellas que anuncian la llegada de las últimas lluvias. Y el desierto. Oasis no será un grupo recurrente para nuestro legado. El ruido. El viento. Los acordes más básicos separados en 21 fracciones. 21 gramos. Alma.