* Este artículo fue publicado originariamente en El (viejo) glob de Manuel, el 17 de enero de 2006, con este mismo título y bajo la etiqueta Medios de comunicación.-
Un suelto en un diario del pasado domingo: Silvia Jato, una de las presentadoras estelares de Antena 3, abandona esta cadena para pasar a su más directa competidora, Tele 5 (no especifica de qué tipo de programa se hará cargo, aunque cabe suponer que las perspectivas serán las de asumir la presentacion de algún programa de entretenimiento, dado que ha sido en tales formatos en los que la orensana ha aportado mejores registros). Que una noticia de este tenor, que no hace tantos años hubiera generado un cierto revuelo "metamediático" (válgame el "palabro", hermanos...), pase actualmente desapercibida, sin pena ni gloria, obedece, sin duda alguna, al hecho de que se ha convertido en un fenómeno tan habitual, tan cotidiano, que no genera sorpresa alguna. Una más, un nuevo caso. ¿Qué ha pasado, en una televisión que devora iconos a velocidad de vértigo, para que los otrora "buques insignia", las estrellas cabeza de cartel, se hayan convertido en el objeto de un baile frenético, más parecido al de San Vito que a otros de ritmos más reposados, que les hace perder su condición de tales?
Y es que, no nos engañemos; hoy día, el único referente indicador de una cadena televisiva con ciertos visos de estabilidad (ma non troppo: también se cambia cada cierto tiempo, aunque con algo más de mesura) es la "mosca de la esquina": los programas y sus protagonistas están tan tremendamente sometidos a la dictadura del audímetro que resulta impensable que una cadena esté dispuesta a mantener más allá de un periodo mínimo (concepto indeterminado, éste del periodo mínimo, que si por algo se caracteriza, es por su cada vez menor duración) a cualquiera de ambos que no esté cubriendo las expectativas (y no meramente subjetivas, o aproximativas, sino cuantificadas en cifras muy concretas y rigurosas) fijadas de antemano. De ahí a que el "mercado de fichajes" televisivo se convierta en un magma convulso en el que todo se mueve a una velocidad de espanto, un solo paso. Y ya se dio.
¿El signo de los tiempos? Posiblemente: la aceleración, digna de estudio einsteniano, de los cambios televisivos no hace sino acompasarse a un vértigo social generalizado en el que hasta la mismísima obsolescencia se hace obsoleta en un pispás; vértigo que, en todo caso, no tiene este humilde escribiente muy claro si no resultará excesivo incluso para los individuos más integrados en la dinámica social predominante. Y que, desde luego, sí que resulta claramente incompatible con el mínimo de estabilidad y asentamiento que, para la fidelización y anclaje de una audiencia respecto de un programa o una figura determinadas, se requiere en condiciones normales. Pero, claro está –y ésta no es, amigos lectores, una pregunta retórica...-, ¿cuáles son las "condiciones normales"?
La cuestión es que hablar de fidelizaciones y familiaridades en esta agitada coctelera, en la que no resulta extraño oír hablar de nichos de audiencia, segmentación de mercados y zarandajas de ese tenor como si fueran conceptos ordinarios, "de los de toda la vida", quizá resulte hasta ingenuo, o de un tierno romanticismo, pero uno no deja de tener su corazoncito, y, sin ánimo de ponerse en tesitura "batallitera", recuerda con cierta nostalgia aquella época en que los grandes comunicadores imprimían a una cadena televisiva un sello, un marchamo identificativo, más asociado a cuestiones de espíritu que a índices estadísticos (bien es cierto también que, en un régimen de cadena única, era imposible un planteamiento de mercado abierto). ¿Sería posible, quizá, y en beneficio de todos, un punto equidistante entre regímenes de funcionamiento tan distantes, tan dispares? A eso, amigos lectores, contesten ustedes, si son tan amables...
* APUNTE DEL DÍA: el episodio concreto ha perdido toda su vigencia, pero la reflexion genérica sigue siendo plenamente válida...
* APUNTE DEL DÍA 2: cuesta trabajo retomar la actividad con el trastoque de hábitos que imponen las fiestas navideñas. Pero se intenta, amigos lectores, se intenta...
* Antecedentes penales (El viejo glob de Manuel) VI.-